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DESDE MI VENTANA

Del Maracanazo a la noche  triste de México

 

Por Denis García Salinas/ Desde Mi ventana

 

Brasil y México, dos países y dos historias distintas. Ambos son países inmensos y comparten denuncias sobre actos de corrupción de sus respectivos Gobiernos. Los dos adoran el fútbol, aunque el gigante de Sudamérica es, literalmente, superior al vecino de EE.UU. En cambio, México ha vivido por largo tiempo con el complejo de creerse un país capaz de competir con los grandes oncenos europeos. Y,  sobre todo,  ahora que México cuenta con varios jugadores aztecas jugando en equipos del viejo Continente. Eso le ha ganado el apodo de sus jugadores de los “europeos”. Brasil, en cambio, exporta jugadores de gran calidad a Europa. A pesar que muchos dicen en Brasil que ese país dejó de ser una fábrica de futbolistas, esa nación sigue siendo un exportador de talento. Ucrania adquiere a jóvenes promesas de fútbol y luego los vende a los otros equipos por cuatro veces su valor. En aquella gloriosa época,  Brasil era una potencia mundial del balompié que los llevó a ganar cinco Copas Mundiales.

 

El Maracanazo. En ese entonces, la pasión del fútbol cautivaba el alma de los brasileños. Samba y fútbol eran la característica de Brasil. El amor por ese deporte era tan grande que cuando perdieron la Copa Mundial de 1950 ante Uruguay 2-1 en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, el país se sumió en una desolación jamás vista. Ese gol uruguayo condenó, de por vida,  al portero de la verde amarilla al ostracismo y al odio de la población.  Esa  tragedia nacional fue reconocida como El Maracanazo. Ese revés conocido como el ‘Maracanazo’, marcó la carrera del guardameta  Moacir Barbosa Nascimento (27 de marzo de 1921 — 7 de abril de 2000). Ese pobre hombre fue humillado por  la sociedad brasileña durante el resto de su vida. Barbosa declaró que “la pena máxima en Brasil por un delito es de treinta años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida por aquello”. Él no podía caminar por las calles porque era vilipendiado e insultado por hombres, mujeres y niños. Creo que murió de pena moral por aquel descalabro. Brasil, a la sazón, no estaba preparado para perder. Brasil era el mejor del mundo. No obstante,  allí no empezó el derrumbamiento. Ocho años después conquista la Copa Mundial en Suecia.

 

El Mejor. Yo recuerdo que desde muy joven solo leíamos en La Prensa las victorias de Brasil y de sus grandes jugadores, encabezados por Pelé. Este jugador era el mejor del mundo. Después apareció  Maradona proclamado también el mejor futbolista del globo. Y ahora surge Mesis, aupado por las redes sociales, el internet y la globalización.  La polémica está servida. La camisa de la “canarinha” hacía temblar a sus rivales.

 

En esa época la información en nuestra provincia era escasa sobre los juegos de fútbol porque el país respiraba béisbol y todos miraban a EE.UU, el entonces “paraíso americano”. Asimismo, la televisión estaba incipiente en nuestro país. No había internet ni nadie imaginaba la revolución tecnológica que acechaba al mundo. Actualmente, podemos ver en la televisión todos los juegos de fútbol y conocer a las estrellas de los equipos europeos y latinoamericanos.

 

El Auge y Caída. En Suecia, Brasil, con un jovencísimo Pelé, doblegó a los anfitriones por 5-2. En 1962 Brasil derrotó a Checoslovaquia 3-1 en la Copa Mundial celebrada en Chile. Allí destacaron Garrincha y Amarildo. En 1970 en el Mundial de México, Brasil se coronó campeón, venciendo a Italia 4-1 En el Mundial de EEUU 1994, Brasil gana a Italia a los penalties. En Mundial de Japón y Corea del Sur 2002 Brasil levantó su última Copa del Mundo ante la temida Alemania 2-0. Destacan en esos juegos: Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho y Roberto Carlos, entre otros.

 

Han transcurrido catorce años y Brasil no ha podido levantar nunca más la Copa Mundial. Todo lo contrario. Su equipo ha sido una vergüenza nacional. En la Copa Mundial de 2014 Brasil fue vapuleado y humillado por Alemania 1-7. Yo, un nicaraguense, admiraba a Brasil más que Argentina. Pasó el tiempo y la herida aún no ha sanado. De pronto, vino la Copa América y un equipo modesto como el de Perú elimina con una mano a Brasil. No sé si fue nuevamente la mano de Dios de Maradona, que ayudó a los peruanos. Esa antigua potencia futbolística era un equipo sin brújula y desorientado. Ni el Señor del Corcovado los pudo proteger. Tampoco la presencia de Neymar hubiese cambiado la historia.

 

La noche triste de México. Esta vez no fue la Noche triste de Hernán Cortés, quien con sus huestes españoles huyeron a Tenochtitlán, capital del imperio azteca, sino de la selección mexicana comandada por el colombiano Osorio, en el ojo de la tormenta.  Y en la Copa América se produce la caída de México. Un país que creía que esa Copa era nada más del Tri. Se envalentonó cuando ganó a Uruguay, un país fuerte. Pensaba o estaba equivocado que con esa victoria podría ganarle a Chile, campeón de la Copa América. Cuando el Tri llegó al estadio en Santa Clara, California, una gigantesca barra mexicana que vive en Estados Unidos lo esperaba, vitoreando a su equipo que creía que iba a pasar a la final, después de resolver al onceno chileno. Sin embargo, el equipo azteca, con sus “europeos”, no soportó la presión de los chilenos, que parecían que volaban sobre el césped, mientras los mexicanos parecía gordos, angustiados, cansados y desorientados ante la rapidez de los  chilenos.

 

Batalla de Waterloo En ningún momento ví a los tales “europeos” mexicanos, defender con pasión y valentía su bandera. Héctor Herrera desaparecido de aquel siniestro escenario; Chicharito parecía que había llegado al terreno a observar el juego rápido de los chilenos. Andrés Guardado casi nunca lo miré, no sé si estacionó cerca de su cuartel para presenciar la noche triste desde lejos. El guardameta Ochoa, también en Europa, era una caricatura. Un portero moviéndose después que el balón había perforado su cancha descuidada por sus inútiles defensas. El TRI se desplomó ante Chile, al igual que el ejército francés comandado por el emperador Napoleón Bonaparte cayó frente a las tropas británicas, holandesas y alemanas cerca de la ciudad de Waterloo (Bélgica), el 18 de junio de 1815. El periódico El Universal resumió la tragedia  con ese título “Tri-turados”.  Ni más ni menos.

 

 

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