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Siria entre dictaduras y golpes de Estado


Esa Siria, que vive hoy el horror, ha tenido un pasado borrascoso: Dictaduras y golpes de Estado. En 1958 se creó la República Árabe Unida (RAU). Pero en 1961 Abdelkarim Al- Nahlawi perpetró un golpe de Estado que puso fin a la RAU, que integraban Egipto y Siria. Después, en 1963, otro golpe de Estado baja del poder Al Nahlawi por oficiales nacionalistas de izquierda, entre ellos figuraba Hafez Al-Assad. En 1970, Al Assad derroca a Nureddin Al-Attaside su mismo partido Ba´ath. Cuando Assad llegó al poder llegó una primavera de prosperidad a Siria. Assas entró en conflicto con la monarquía jornada, que avivó la división del mundo árabe, situación aprovechada por Israel. La primavera no duró en Siria. Se suscitaron denuncias de corrupción contra el régimen de Assad. En el 2000 Hafez Al-Assad falleció.


Bashar Al Assad, elegido presidente de Siria, heredó prácticamente el poder de su padre Hafez Al Assad, un antiimperialista, y antisionista, que se mantuvo en el trono durante tres décadas. Tras llegar al poder, Afez Al Assad se propuso recuperar los territorios árabes ocupados por los israelitas, cuyas fuerzas sostuvieron varias guerra contra los árabes (La Guerra de los seis Días en 1967; la Guerra de Octubre, mejor conocida como de Yom Kippur en 1973).


Assad era considerado un hombre que trabajaba 14 horas diarias y supuestamente no tenía las ambiciones de su hermano Rifat que cuando él cayó enfermo, pretendió asaltar el poder, pero Assad se recuperó y expulsó a su hermano del Gobierno y del país porque consideraba que él junto a un grupo de militares se habían enriquecidos. Rifat se exiló en Suiza.


Bashar Al Assad, hijo de Hafez Al Assad, ha sabido soportar las protestas civiles, las presiones internacionales (EE.UU y Unión Europea que sancionaron a su régimen) y la ofensiva bélica contra su Gobierno, apoyado por la Rusia de Putín.


El mundo árabe históricamente ha estado columpiándose entre la división y su coqueteo con EE.UU. Incluso la Liga Árabe se sumó a esas presiones internacionales, mientras surgía una insurgencia armada bajo la bandera "Una siria sin tiranía", contra el Gobierno de Bashar al Assad, que parecía que no soportaría tanta presión armada como el boicot internacional.


Tanto el Gobierno como los rebeldes han convertido en ruinas esas ciudades. Aviones gubernamentales han bombardeados posiciones militares rebeldes, pero que han golpeado severamente a la población civil. Al Assad accedió a un alto el fuego bajo auspicio de la ONU, pero ese intento fracasó. Kofi Annan, el mediador, tuvo que regresar a casa sin conseguir sofocar el fuego. Más bien se extendieron las llamas. La guerra arreció hasta inhumar varias ciudades sirias.


El Estado Islámico entró a las aguas embravecidas del conflicto. En 2013 se apoderaron de Raqqa. Después el Estado Islámico proclamó el Califato desde Alepo hasta la provincia iraquí Diyala. Hasta el 2015 controlaba el 50 por ciento del territorio. Este conflicto se ha tornado un rompecabezas porque varios países imperiales están involucrados. Cuando el Estado Islámico decapitó al periodista James Foley, la coalición internacional, encabezada por EE.UU, se enfureció y bombardeó posiciones de los guerrilleros tildados de terroristas por sus métodos de arrancarles las cabezas a los extranjeros.


Igualmente, sucedió recientemente con Rusia cuando su embajador en Turquía fue muerto a tiros por un policía turco opuesto a la presencia rusa en esa guerra y anteriormente un avión moscovita fue derribado por el Gobierno Turco, que ahora se ha enmendado acercándose a Putín, que ha redoblado sus ataques a los rebeldes que quieren destronar a su aliado Bashar al Assad.


Por lo visto éste ha logrado sortear los obstáculos y continúa teniendo el apoyo de Vladimir Putin, mientras Estados Unidos insiste en un cambio en Siria que termine la pesadilla de ese país y reconstruya esa bella nación que hoy por hoy solo muestra las huellas de una guerra que ha enviado a un forzado exilio a cinco millones de sirios que deambulan como errantes por varias capitales europeas, que ahora se niegan a recibirlos. Desde que estalló el conflicto en ese país en marzo del 2011, se calcula más de 270 mil muertos. En suma, Siria vive más que una pesadilla Kafkiana.


Por Denis García Salinas

 

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