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CULTURAL

Rubén Darío es un “Cisne Negro”

 

Francisco Javier Bautista Lara

 

Darío es sin duda un “Cisne Negro”, no por el color de su piel y el triple mestizaje que reconoció, -Guillermo Rothschuh Tablada escribe: “Un híbrido no sólo por la variedad de influencias espirituales sino por las sangres que corrían por sus venas indias, española y unas gotas africanas. Un ser raro, ídolo precolombino hipogrifo”-, sino, tomando el concepto que asumió el investigador  y financiero norteamericano-libanés, Nassim Nicholas Taleb, El Cisne Negro (2007), para referirse a un suceso improbable, que la inferencia estadística es incapaz de ver, surge de repente. Hasta inicios del siglo XVIII se pensaba que todos los cisnes eran blancos, porque era el color de los que en Europa se conocían, pero al encontrarse los cisnes negros en Australia, supuso una polémica en la sociedad inglesa al comprobar que lo que asumían como cierto y único, era falso. Los “cisnes negros” han provocado los grandes cambios de la historia, personas y acontecimientos inesperados que irrumpen en una circunstancia imprevista y provocan un impacto relevante en el ámbito al que se vinculan.


¿Quién se hubiera atrevido a decir o al menos suponer a mediados del siglo XIX, que un hombre de Metapa, que pasó su niñez y adolescencia en León de Nicaragua, iba a hacer lo que hizo, imponer su reforma modernista a la poesía y prosa castellana? Totalmente improbable. Pudo haberse supuesto desde Buenos Aires o Madrid, ¿pero desde aquí? Sin embargo sucedió. Es lo improbable causando un efecto notable. ¿Impuso una moda?, más que eso, impuso una forma, una visión estética en las letras españolas, una doctrina literaria cuya huella es imborrable, lo que hace posible decir antes y después.


El joven Darío se refirió a Rosario Emelina Murillo Rivas como la “garza morena”, muchacha estilizada, sensual y encantadora, que bailaba y cantaba, de ojos verdes y morena, le pareció que tenía la belleza de las garzas blancas que vio en el lago de Granada, pero con la particularidad exótica que lo cautivó con las consecuencias conocidas en su vida. Alguien escribió: “una gran pasión se mide por el dolor que deja”.


¿Por qué Darío no utilizó a la garza –hay blancas y grises- como tótem (o mascota dirán en los equipos deportivos y otras organizaciones) del movimiento que fundó? Quiso darle un aire clásico y universal, no local ni temporal, talvez por eso habló de cisnes, y su cisne era blanco (casto, como la nieve, como el jazmín), aunque el autor todavía no los conocía, se refirió a esos cisnes en su obra poética, como una marca que lo identificó, y más cuando publicó en Madrid en 1905 Cantos de vida esperanza, los cisnes y otros poemas, aunque él era un “Cisne Negro”, ya lo dijimos, raro e impredecible. ¿Habrá conocido Darío en Europa los cisnes negros que vinieron de Australia?, en todo caso, los obvió.


Según Jaime Torres Bodet, el cisne hizo su entrada oficial en la poesía de Rubén Darío con el poema Blasón (cuarto poema incluido en Prosas profanas, Buenos Aires, 1896), en 1892: “El olímpico cisne de nieve / con el ágata rosa del pico / lustra el ala eucarística y breve / que abre al sol como un casto abanico”. Sin embargo, fue realmente unos meses antes cuando publicó en marzo de 1892 (casi tres años después de Azul…, año y medio antes de su primer viaje a España), en El Heraldo de Costa Rica: ¿Dónde estás?: “…/O en el carro de algún mago / o en un cisne sobre un lago / como un ramo de jazmín / vas brincando tu delicia / mientras suave te acaricia / un hermoso Lohengrin?”. En aquellos años, la “garza morena” era un recuerdo que lo inquietaba en la distancia, estaba casado con Rafaela Contreras (murió al iniciar 1893, dos meses después, estaba Rosario Emelina, cazando al escurridizo poeta).


Algunos en su tiempo, fueron hostiles al cisne rubendariano, alguien escribió sobre la “muerte del cisne”, que había que matar al cisne, el símbolo modernista, expresión de una época literaria que fue vigente pero pasó, como todo pasa en la vida. Creo que es cierto, el Modernismo feneció y vinieron otros tiempos, Darío murió hace un siglo y con él murieron los cisnes blancos, sin embargo, el fundador de ese movimiento era un “Cisne Negro” que subsistió y subsiste a pesar de lo improbable.
www.franciscobautista.com

Por Isidro Rodríguez Silva

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