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DESDE MI VENTANA

La paranoica adicción al Facebook

 

Por Denis García Salinas/Desde Mi ventana

 

Cuando Mark Zuckerberg creó en el 2004 Facebook esa red social, que ahora tiene 1,600 millones de usuarios, no me llamaba la atención del todo. Ese nuevo tipo de interacción, que nació en la Universidad de Harvard, pronto despertó el interés no solo de adolescentes y jóvenes, sino de personas mayores de todas partes del globo. Este es un fenómeno que ha causado adicción, tan peligrosa como la droga cuando se abusa de selfies para colgarlos en su Facebook. Más adelante explicaré este asunto. En Nicaragua, un país pobre y con poca gente conectada a la internet, ese instrumento ha modificado nuestras vidas, para bien y para mal. Al principio pensé que Facebook era un nuevo ocio que nos regalaba este mundo tecnológico. Y, yo sinceramente, no estaba dispuesto a perder mi tiempo, tan malversado.  Sin embargo, el tiempo todo lo  cambia. Así, pues, modificó mi forma de pensar. De súbito, como un colegial (habrase visto) caí  en la trampa de esa red social como una mosca en una telaraña. En el pasado, yo criticaba a cierta periodista que trabajaba en el Canal 23 y Bolsa de Noticias por su obsesión cuasi enfermiza de colgar su foto a diario en su Facebook, ora comiendo, ora viéndose al espejo su delgado cuerpo…

 

Esa red social ha desatado entre sus usuarios un narcisismo extremo que, en muchos casos, ha causado la muerte de muchas personas. Los periódicos cuentan que un turista de Japón murió cuando se resbaló en las escaleras del Taj Mahal mientras se tomaba una selfie para subirlo a Facebook. Otro de tantos casos imprudentes fue el de Andrey R, un ruso de 16 años,  que escaló hasta la punta de un edificio para una selfie y... cayó.  Pero otro de los casos más dramático  e insensatos fue el de la chica Anna Ursu, quien quería tomarse una foto extrema, en un tren en marcha.  Sin embargo, un cable se enredó en su cartera y terminó electrocutada. Otro fue Eri Yunato, quien  cayó en el cráter del Monte Merapi mientras intentaba tomarse una selfie. Espero que nadie se atreva acercarse al cráter del volcán Masaya y se quiera tomar una selfies. Y la historia es larga de muertes absurdas. Quizás en Nicaragua los narcisistas del Facebook no se han atrevido hacerse un selfie, desafiando el peligro. No tengo información sobre alguna tragedia en mi provinciano país.

 

El Facebook nos permite con abrir una cuenta en esa red poder ver la de otros. Ver además que hacen y piensan mis amigos, conocidos e incluso desconocidos. El facebook ha representado también un peligro para los usuarios. En algunos países los delincuentes cibernéticos aprovechan la información que cuelgan los jóvenes. Los ladrones ya no necesitan buscar a sus víctimas en las calles, basta tener un celular o una computadora conectada con internet para chantajear, extorsionar, acosar, asaltar y secuestrar y violar a incautas niñas como la ocurrida en Argentina. Su asesino confesó conocer por engaño a Micaela Ortega, de 12 años, a quien la llevó con engaño a un lugar donde la violó y luego la mató. En Brasil una adolescente de 16 años fue violada por 30 hombres que luego subieron a twitter y otras redes sociales el acto salvaje. Otro caso es el de Alejandro Martí, un chico adinerado que tenía toda su información sobre su persona en esa red. Un grupo lo secuestró y luego lo mató.

 

Pero el Facebook tiene ocupaciones rentables para las empresas, que buscan expandir sus marcas, buscar clientes y vender publicidad. El Facebook también se puede publicitar un blog, etcétera. Asimismo, vemos que esa red se torna en un sitio ideal para la polémica sobre temas políticos, económicos, sociales, etc. El caso de Venezuela y Brasil es comentado ácidamente en el Facebook. El candidato Jimmy Morales alcanzó la presidencia en Guatemala por su publicidad en las redes sociales. En Nicaragua una chica se hizo famosa con la frase “Me siento dichosa” que la dijo tras la pelea de dos hombres por ella, y de otro joven del norte del país que dijo “Me siento robado” al descubrirlo la policía con supuesta marihuana, pero que era excremento de caballo.

 

Hay más libertad para decir cosas que no pueden informar los periódicos y televisión. Pero no existe la libertad absoluta en esa red. Un ejemplo es lo que sucede en China, donde los usuarios  de weibo-la principal red social en China-molestan a las autoridades con sus fotos y críticas sobre la contaminación en ese país, que ha indignado al Gobierno, que ha aplicado la censura en las redes sociales. En otras palabras no existe la libertad absoluta.

 

El Facebook construye una comunidad, diríamos un submundo, pero no una sociedad, donde se produce una lucha de clases (ya atomizada), debates y guerras como la que vemos en Siria desgarrada. Esa red ha permitido a los Gobierno poseer datos sobre sus incautos ciudadanos que, como dijimos anteriormente, ha  desatado la cacería de los delincuentes cibernéticos. Los conocedores dicen que el Facebook es el espionaje más grande de la historia de la humanidad. Y recordando a Karl Marx, un nuevo fantasma recorre el mundo: las redes sociales y, particularmente, el Facebook. Los analistas afirman que la CIA a través de Greylock Venture Gperd inyectó 27.5 millones de dólares a Facebook.

 

En nuestro país, nosotros, los nicaragüenses, utilizamos el Facebook de manera provinciana. Unas personas cuelgan en su Facebook una foto con un plato con un par de huevos, frijoles y crema, listo para su desayuno que consumiría ese día; otros, los menos,  exhibían una parrillada de carne, cerdo y pollo. Los menos petulantes se tomaban un selfies en un restaurante de comida chatarra. Así, pues, vamos conociendo poco a poco el perfil de conocidos y desconocidos, así como de amigos que tenemos tiempo de no ver ni conversar.

 

 O vemos muchachas que todos los días suben sus fotos desde distintos ángulos y mostrando sus atributos, aunque otros no los tenga. En suma estamos locos de remate con ese Facebook, aunque otros le den uso periodístico y hasta intelectual. Basta un ejemplo para describir esta locura: el hombre que ya no lleva el periódico al servicio sanitario, sino su celular para revisar Facebook o chatear aunque lo sorprenda el fuerte sismos del martes por la tarde.

 

 

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