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DESDE MI VENTANA

Los presumidos del Facebook

 

Cada quien es dueño de su propio miedo.  Así como somos dueños de nuestro propio miedo, así también somos dueños de nuestro muro digital. Ese muro de facebook, nos tiene desquiciado a todos, hasta a los más intelectuales. Cada quien tiene su muro y sus extravagancias. Antes de proseguir, les confieso que yo soy un advenedizo de esa red. Me resistía a incorporarme a la legión de feibuqueros. Yo observaba que muchos amigos tenían su cuenta de Facebook. Me negaba entrar a esa realidad virtual. Pensaba que era entrar a un tiempo perdido. Al final, sin embargo, me dejé arrastrar por ese instrumento que ha revolucionado al mundo. Su creador Mark Zuckerberg acortó las distancias y achicó el tiempo.

 

El Facebook es la nueva religión. Algo así como el opio del pueblo, aunque todavía este instrumento no se ha extendido masivamente al pueblo por la pobreza que existe acá y acullá. Con este prodigioso invento hoy puedo ver inmediatamente las fotos que cuelga mi hermano Armando José y su familia en Vancouver, Canadá, o la de mis primos que viven al norte de Estados Unidos. Vemos fotos y textos en el Facebook de personas que jamás hemos conocido de distintas partes del mundo. En ese mundo virtual hay de todos: pederastas, acosadores, sacerdotes, evangélicos, izquierdistas arrepentidos, burgueses,  pequeños burgueses, periodistas, abogados, ingenieros, sociólogos, médicos, actores  y actrices, pobres, homosexuales, lesbianas, mujeres y hombres solitarios buscando parejas sin importarles si ese hombre es un asesino en serie o un enfermo mental.

 

Ese muro virtual, algunos dementes lo han aprovechado para colgar fotos torturando perros y gatos. Cierta vez ví a un tarado con un cuchillo destazando vivo a un perro ante la mirada atónita de los que veíamos ese vídeo. Otro hombre pegándole con un martillo a otro perrito y después enterrarlo en el suelo, dejándole por fuera la cabeza del sufrido animal. Sin duda ambos tienen un pasado de abusos o  crecieron en una atmósfera de violencia y odio. Los expertos y psicólogos sobre estas redes sociales opinan que los que tienen Facebook dejan al descubierto su propia personalidad. Nuestros rostros quedan al descubierto ante millones de desconocidos. Este Facebook ha permitido que muchas mujeres, principalmente, den riendas sueltas a sus deseos, sus aficiones, a sepultar sus inhibiciones, complejos, traumas y paranoia.

 

En el muro ví una interesante nota que decía: Las seis cosas que las personas con bajas autoestima presumen en el Facebook. Esa notita  citaba un estudio de la Universidad de Arkansa, Estados Unidos.  El análisis decía que lo que colgamos en el muro nos describía de pie a cabeza, nuestra personalidad y nuestra inteligencia. Además, dejaba al descubierto nuestros valores, principios y hasta nuestro nivel educativo. Y no hay duda que así es. Muchas veces leemos textos con palabras que no deberían de ser publicables, es decir, soeces. He visto a una mujer, pero hermosa colgar fotografías insinuantes y casi desnuda, seduciendo con sus poses a los adictos de Facebook. Un joven le respondió sin desparpajo, que la quería “montar” por el “derriere”.  También hay otra jovencita, que acaba de anunciar su retiro de esas redes sociales, aunque momentáneamente,  subir  fotos insinuantes y casi desnudas. Ya cayó en el juego de Facebook. Quieren  leer comentarios sobre su postura y que le digan que está linda y que la desean.

 

Su ilusión es que le den  like y así compartir en esa red social sus fotografías. Así de simple. Las reacciones son soeces, pero al parecer esas mujeres les gustan porque insisten en colgar más fotos insinuantes. Una amiga me decía que esas mujeres se comportaban como prostitutas, que buscan hombres en el Facebook. La Universidad de Arkansas decía que esas personas que suben constantemente fotos se debe a su inseguridad y falta de vida social y aquellos que cuelgan selfies desde distintos puntos y ángulos quieren ser halagados y amados. Son solitarias, que han encontrado en el Facebook  una cueva de felicidad. (No es que me asuste de ello, pero son fotos de mujeres nicaragüenses. No me refiero a extranjeras que salen masturbándose o dos mujeres besándose apasionadamente). En el Facebook se ve de todo: celebridades, millonarios mostrando sus millones de dólares, autos y mansiones. Y un largo etcétera.

 

Pero volvamos a nuestros faibuqueros provincianos. Otros, con mayor poder adquisitivo y vida social, disfrutan colgando fotos de sus viajes al mar, a los hoteles, y lugares turísticos. Así también sus fiestas y viajes al extranjeros. Otros degustando una bien heladita en una playa, en una piscina o en su casa con sus amigos. Los que carecen de vida social y dinero, se conforman con subir su foto de perfil o en cualquier posición. Y eso lo hacen todos los días. Su íngrima foto en su casa. O aquellas que presumen que van a realizar ejercicios a un gimnasio. Otros presumen que andan en tiendas, comprando el iphone de última generación o adquiriendo trapos de modas. También vemos en Facebook gente que ocupa su muro para analizar la realidad política del país y exponen sus puntos de vistas sobre la actuación del Gobierno o los que se dedican a colgar lindas fotografías en su muro, otros poetas sus poemas y periodistas sus ensayos o libros digitales. Eso está bien.

 

Asimismo aparecen en Facebook personas que le gustan exhibir platillos de comidas, aunque sencillos como si fuesen alimentos preparados por chefs. En el estudio de la Universidad de Arkansas se pregunta si poner fotografías sobre lo que comes es importante.  Existen aquellos que cuelgan fotos asando carne en una parrilla, demostrando que él disfruta con sus alimentos. Y eso lo vemos cotidianamente en Facebook. Otros colocan chanchos con yuca y los seguidores de ese muro, se hacen agua la boca. Así estamos en Facebook. Ejemplos hay muchos.  Huelga decir, que este escribidor ha caído también en esas posiciones presuntuosas e inocentes. Así que nadie se sienta humillado ni ofendido. Somos parte de un ejército de timoratos por el Facebook mal utilizado. Ese muro se puede convertir en una universidad o en un periódico o canal de televisión, pero perdemos el tiempo al caer el juego de la hoguera de vanidades.

Por Denis García Salinas

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