JUEVES 11 DE OCTUBRE DEL 2012 / EDICION No.5301 /---  Managua, Nicaragua

Ediciones Octubre

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- ARTÍCULO-

Por Dennis García

Hugo Chávez, ¿héroe o bandido?

Hugo Chávez es amado y odiado tanto en Venezuela como en Nicaragua. Al igual que en ese país, en el nuestro las opiniones sobre las elecciones venezolanas estaban polarizadas antes de conocerse los resultados ese propio domingo siete de octubre. Los que se oponen al sandinismo deseaban la derrota de Hugo Chávez en esos comicios. Ellos suponían que al caer Chávez colapsaría todo el proyecto Bolivariano y la asistencia de petróleo a muchos países subdesarrollados como Nicaragua, Bolivia, Ecuador. A muchos opositores nicaragüenses no les importaba la suerte del país y por eso apostaban a que Chávez perdiera y así su alianza continental del ALBA y su llamado Socialismo del siglo XXI se derrumbaría y los países beneficiados se verían en agudos problemas, unos más que otros.

Chávez es amado por los sandinistas que reciben el apoyo de la revolución Bolivariana. Pero esa ayuda no solo beneficia a los que respaldan a Ortega, sino a todos sin excepción: Ricos, sobrevivientes de la desteñida clase media y la muchedumbre que se consume, históricamente, en la pobreza. En el gobierno que le antecedió al presidente Daniel Ortega, los apagones de energía se prolongaban por espacio de cuatro a seis horas diarias. Aquello era terrible. Nadie lo olvida. Esas noches transformaban a Managua en una de ciudad con alto riesgo.

En esa época oscura hubo muchos asaltos y crímenes. Después que llegó Ortega al poder, estrechó lazos indisolubles con el ex militar Chávez, devenido en izquierdista y que subió al poder en 1998. Desde entonces, se hizo la luz en Nicaragua, aunque el precio de la energía mantenga, ahora, a los creyentes elevando plegarias a un cielo que parece ciego y sordo. Desde que Ortega fortaleció su relación con Hugo Chávez el país está más estable y su economía muestras síntomas de recuperación, aunque todavía el drama de la pobreza y el desempleo laceran las espaldas de sus habitantes.

Otros, tanto pobres como ricos en Nicaragua, odian a Hugo Chávez, que lleva 14 años en el poder, por apoyar la revolución Cristiana, Socialista y Solidaria, que encabezan Daniel Ortega y Rosario Murillo. Los opositores, que desprecian a Chávez, cree que si Ortega deja de recibir esa irrigación del Palacio de Miraflores, se terminaría este proceso y acabaría con los temporales programas sociales como Plan Techo y Hambre Cero, y el subsidio a la tarifa del transporte urbano colectivo, y de la energía eléctrica para los consumidores menores a 150 kilovatios en el mes, financiados, gracias a la cooperación venezolana. Si cesa esa ayuda muchos pobres sufrirían y Ortega ya no contaría con el apoyo electoral de una parte de esos grandes sectores de desempleados que divagan por las calles.

Por esa situación la oposición, que dilapidó la popularidad que tuvieron un día, atisbó, como un relámpago en medianoche, un triunfo de Capriles, minimizado por Chávez desde antes de los comicios.

A pesar de su descomunal crecimiento, Chávez lo calificó de "analfabeto político" e incluso se sintió superior al opositor al asegurar que a él le gustaría debatir con políticos de la categoría de Betancour, reconocido como uno de los más importantes políticos venezolanos del siglo XX, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. Un error de Chávez de subestimar a Capriles, quien, demostró valentía y honestidad a la hora de reconocer su derrota ante Chávez, quien lo denostó. Incluso me atrevería afirmar que la figura de Capriles despertó hasta en los más incrédulos una extraña admiración. Y es probable que su caudal político se proyecte con más fuerza en unas futuras elecciones. Para Capriles no es el fin de la historia. Chávez, un líder histriónico, cantante, bailarín y un inteligente gobernante, ha sabido encantar a América Latina, y particularmente a Venezuela.

El desafió los pronósticos de la historia, que lo veían empacar sus maletas y abandonar el Palacio Miraflores. Muchos pensaban que Capriles le asestaría un "Violetazo" (en alusión a la victoria de doña Violeta Chamorro sobre Ortega en 1990). Hecho que sacudió el país y giró la historia hacia el centro primero y después a la derecha por largos años. Pero en Venezuela el "Violetazo" fracasó. Chávez está feliz en el balcón del Palacio de Miraflores.

La oposición nica se identificaban con Henrique Capriles, el candidato venezolano de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Ellos esperaban un triunfo electoral de Capriles sobre Chávez. Sin embargo, el final fue otro, quizás imaginado, pero que no lo querían aceptar. Después de la caída de Chávez, los días de Daniel Ortega y Rosario Murillo estarían contados, a su juicio. Chávez, sin embargo, no cayó y más bien fue el más votado, consiguió 54.42 % de los votos (siete millones 444,82) y Capriles, procuró 44.97 % (seis millones 151, 544). Hoy esa gran parte de Venezuela que apostó por Chávez está de fiesta, al igual aquí en Nicaragua Ortega y Murillo celebran el triunfo de su camarada. Allá en Venezuela, los más de seis millones de electores que votaron por Capriles están tristes, al igual que los opositores criollos lloran su derrota a moco tendido.

Desde que Ortega selló la hermandad con Chávez, se le acusa de poner en peligro la salud de la economía (que sigue en recuperación permanente) al volverla "monodependiente" de la cooperación venezolana, tras la salida de la Cuenta Reto del Milenio y la cooperación de Suecia, de Noruega, de Dinamarca, Austria, Alemania y Finlandia. Ante esa coyuntura, generalmente pasajera, nuestro país debe buscar otras salidas y aliados para engordar su fláccida economía. Pero la relación con Venezuela no solo beneficia a Ortega como suele afirmar la oposición, sino también a productores que están vendiendo carne, frijoles negros, y otros productos a los mercados venezolanos. Ahora Hugo Chávez, que ganó las elecciones presidenciales del 2013-2019, tendrá que forjar, a toda máquina, un heredero con un nuevo liderazgo o ir en pos de nuevas alianzas con otros partidos que consiguieron pocos votos en relación a los dos grandes contendientes.

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