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DESDE MI VENTANA

La falsa objetividad periodística

 

Por Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana

 

Recientemente,  me reuní con un grupo de amigos en un restaurante de la capital para mitigar la somnolencia causada por la insufrible tormenta calórica. Frecuentemente, en esos festines pantagruélicos  de los poetas y con ese sol de justicia las conversaciones se desvían irremediablemente hacia el tema del periodismo. Y, en particular, al asunto controvertible de la objetividad. La polémica echa raíces de inmediato en la mesa de los contertulios. Y, sobre todo, cuando están presentes periodistas y políticos. Uno de ellos, el más apasionado, me espetó que nosotros los periodistas nos ufanamos de clamar al viento que el periodismo es objetivo. Eso no es una historia nueva y por supuesto, tampoco una cuestión pacífica.

 

Para empezar incluiremos una definición de objetividad.  Dice que se trata del respeto a la verdad de los hechos.   Se dice también de la intención de ver o expresar la realidad tal como es (definición filosófica). No obstante, otros tienen otra opinión. El amigo me decía que las noticias que escribimos los periodistas no tenían nada de objetivo. Nuestro crítico afirmaba que los medios de comunicación sirven las noticias de acuerdo a los intereses  de los dueños del periódico, la revista, la radio, y la televisión. Aseguraba, por tanto, que los reporteros no reflejaban la verdad en sus noticias. Yo estoy de acuerdo que no somos objetivos, pero al menos tratamos de acercarnos a la verdad sin falsear los hechos.

 

El periodista de El País, Miguel Ángel Bastenier, aseguraba que “la objetividad no existe y no hace ninguna falta que exista, porque si fuera así todos los diarios, al menos los que cumplen con sus objetivos profesionales darían siempre la misma versión de los hechos.   Siempre habrá subjetividad porque se codifica el mensaje, se le da forma, hay una construcción afectiva, por lo tanto la información no es  exacta ni objetiva porque las noticias son producto de un juicio. Existe la objetividad, pero en cambio sí existe lo que los anglosajones llaman la honradez del punto de partida”.

 

Incluso en algunas universidades al principio se enseñaban en los viejos textos de periodismo que el periodista está obligado a ser objetivo. Por largos años a los alumnos de esa carrera en distintas partes del globo se les clavó en la frente como una estaca la susodicha objetividad periodística. Se insistía que el trabajo de nosotros los periodistas es trasladar sin mancha los hechos que damos cobertura a la página impresa, al programa de radio y televisión. Generalmente, muchas noticias servidas por los periodistas son incompletas, no investigan otras fuentes ni hacen entrevistas para apoyar su historia. Principalmente en los países subdesarrollados, como Nicaragua, el periodista no cuenta con mucho tiempo ni fondos para investigar una historia y entregarla completa a su editor.

 

Además, actualmente uno de los grandes problemas que padece el periodismo nacional es que las universidades están graduando a jóvenes periodistas con una pésima ortografía y un pobre vocabulario que se nota principalmente en los programas de radio y televisión. Yo escucho a personas de a pie cuestionar cómo se expresan los reporteros de la mayoría de los canales. Otro de los grandes problemas que atraviesa este oficio es que los jóvenes solo quieren ser presentadores y reporteros de televisión. No les importa los medios escritos. Una vez escuché a una joven periodista de televisión afirmar que si ella era despedida, ella prefería volver a su pueblo que buscar un empleo en un periódico.

 

Y a esto se suma su bajo nivel cultural y el poco interés de muchos periodistas de leer libros. Me atrevería afirmar que no existe el hábito por la lectura. Y, por lo visto, hay un terror al periodismo escrito. Antes todos los jóvenes estudiantes de periodismo soñaban con llegar a las redacciones de los diarios. Incluso en el pasado con el escándalo del Watergate, que obligó al presidente Richard Nixon dimitir de su cargo, por las denuncias hechas por un equipo de periodistas sobre la incursión al Partido Demócrata,  las universidades fueron invadidas por jóvenes que soñaban con estudiar periodismo e imitar la hazaña de esos dos grandes reporteros norteamericanos.

 

Pero volvamos a nuestra provincia. En las universidades se les enseñaban a los muchachos que no deben de inventar los hechos ni falsear las informaciones ni mucho menos menoscabar la historia en detrimento del entrevistado o el suceso cubierto. Cuando el joven se convierte en redactor de algún medio de comunicación se le advierte de tratar de ser “lo más objetivo posible”. Es decir, que sus juicios personales no deben mezclarse con la noticia. Cosa difícil. A decir verdad, cada medio tiene su política informativa y los que dirigen esos periódicos, revistas o canales de televisión muchas veces influyen en la forma cómo escribir una información, particularmente en el Tercer Mundo.

 

En nuestra capital hay dos periódicos. Un periodista de uno de esos diarios no escribirá igual una historia del Gobierno de Daniel Ortega igual como la sirve el otro. El primero tiene una política periodística crítica y, generalmente, subjetiva.  Los mismos periodistas saben cómo deben escribir sus noticias. Conocen el suelo movedizo que pisan y por eso tienen que redactar sus historias de acuerdo a la filosofía de ese medio. Pero tienen una libertad para escribir una noticia que cuestione al Gobierno, cosa que no puede hacer el periodista del otro periódico. El diario crítico se queja de que el Gobierno limita la libertad de prensa y nadie puede entrevistar al Presidente.

 

Entretanto,  los medios oficiales del Gobierno se vuelven muy subjetivos y no dan cobertura a noticias de opositores, cosa que se podría hacer  para darle mayor  “imparcialidad” a sus portales y medios impresos. De hecho ganarían lectores y televidentes. En suma,  hasta el momento nadie es objetivo en el periodismo. Tenemos que aceptarlo y, al menos, debemos de ser más honrado como asegura el periodista español Miguel Ángel Bastenier, que cita a otro periodista estadounidense. El  afirma que la objetividad “no existe  y no hace ninguna falta que exista.” Yo no sé qué piensa Ud., amigo lector.

 

 

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