MIERCOLES 08 DE AGOSTO DEL 2012 / EDICION No.5257 /---  Managua, Nicaragua

Ediciones Agosto

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- OPINION -

General, la respuesta está flotando en el viento

Por Denis García salinas/After Breakfast

Su aparición en la escena nacional  nunca es fortuita. Todo lo tiene preconcebido. No deja nada al azar ni a la especulación ni, mucho menos a la improvisación. El es como un experto cazador que camina despacio y silencioso en la selva, evitando causar ruido entre la maleza. Así es Humberto Ortega. El General siempre aparece justamente cuando la sociedad revienta en contradicciones, pero como en los malos partos en que la partera ya no puede hacer nada para salvar a lo que se agita en el vientre.  El general retirado Ortega se parece a esa partera que no logra salvar al niño o niña-léase el país. Se podría afirmar que da la impresión que es el personaje de Gabriel García Márquez del Coronel no tiene quien le escriba. A diferencia del Coronel, don Humberto no está esperando la carta de su retiro en un pueblo olvidado y fantasmal, que nunca llega. Tampoco sufre el olvido y la pobreza del viejo coronel de Gabo. Se dice en ciertos círculos que Humberto Ortega es un hombre hábil, inteligente y estratega hasta en los negocios. De ninguna manera es el viejo coronel de Márquez.

Don Humberto, siempre bien vestido, parece que le gusta las apariciones tele-evangélicas y oportunas. No es de esos políticos que aparecen todos los días en televisión con su habitual perorata. En momentos de crisis o conflicto, Ortega interviene con el mágico hálito de un Salvador, ya no tanto investido de la figura de un semidiós, pero casi, casi como un místico soñador. Ha sido calificado como el "hombre promotor del centrismo". El ahora aboga por el Estado de Derecho y el diálogo para dirimir las controversias. Ortega no quiere saber nada de guerra y armas. Quizás el General Ortega es el único político de su estatura que ha logrado salir de su laberinto y aferrando su nombre a la ancla de la Historia. No así otros que se los devoró la historia sin piedad. Así sucedió con los otros jefes del ejército que ya nadie se acuerda de ellos. La sociedad, tan amnésica, arrastró hasta la fosa común de la historia hasta los nombres de los miembros de la desaparecida Dirección Nacional del FSLN. Solo el nombre de Daniel Ortega se salvó del escarnio del olvido, por su permanente campaña.

 Pero también Humberto Ortega ha logrado sobrevivir a las deportaciones al basurero de la historia. No obstante, no ha podido escapar de los señalamientos de sus adversarios que le recuerdan lo que aconteció en aquella dura década de revolución en la que dirigió la guerra contra la Resistencia Nicaragüense, hiperinflación, destrucción de los vínculos familiares y la fatal suerte del joven Jean Paul Genie, muerto a tiros por sus escoltas en la carretera a Masaya. Sus enemigos todavía lo detestan y aún no lo perdonan, pero otros lo respetan por sus comentarios perspicaces y su acertada decisión de apartarse del Ejército y la política. El ha sabido situarse a la orilla de la Historia, que a otros les ha resultado difícil e imposible. Supo desprenderse del poder.

En efecto, el Gobierno de Violeta Chamorro lo destituyó del Ejército, en 1995, en medio de protestas, que presagiaban un golpe de Estado o un levantamiento de los militares. Los periódicos recuerdan en sus crónicas cuando Chamorro anunció su retiro, Ortega y su iracundo séquito militar, enfrentaron a la presidenta, acuerpada por el entonces Ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo, y el ministro de Hacienda y Crédito Público, Emilio Pereira Alegría, un cinturón negro y karateca. Dicen que el entonces Jefe del estado Mayor, Joaquín Cuadra, reclamó airadamente a Chamorro por el inesperado anuncio del retiro de Humberto del Ejército. Afortunadamente, se negoció y se logró superar el impase que estuvo a punto de derivar en un gran conflicto. Después el general Joaquín Cuadra afirmaba que no hubo signo de insubordinación ni riesgo de un golpe de Estado a Chamorro, quien, por lo visto, fue obligada por Estados Unidos a deshacerse de Humberto. Después Cuadra asumió el Ejército, pero Humberto desconocía el nombramiento. Cuando éste le dijo que iba hacer, Cuadra le respondió que era el nuevo jefe del EPS.
A partir de esa fecha, Ortega se alejó inteligentemente de la política cotidiana. Pero nunca se supo, en detalles, cuál fue el fondo de la negociación entre Chamorro y Ortega para que aceptara sin complicaciones su retiro del cuerpo armado que él había ayudado a fundar, tras el triunfo de la Revolución Popular Sandinista que destruyó a la Guardia Nacional, creada por EEUU en tiempos de los Conservadores bajo el nombre de Contabularia y jefeada por un coronel gringo.

En su vida civil, su nombre nunca ha estado asociado a escándalos. A veces se le ha visto, tomando algún trago en el fondo de un restaurante, como si estuviese en la lucha clandestina revolucionaria de los años setenta.  El prefiere no llamar la atención. Sin embargo, su figura quijotesca no puede pasar desapercibida, aunque él lo desee con toda su alma. Pero él tiene vida más social y pública que su hermano Daniel, convertido casi en un asceta del poder por su extraña enfermedad de la piel y porque cuando sale la gente lo rodea para pedirle ayuda. Por eso no tiene vida social sosegada, excepto cuando está en el extranjero. El General retirado cuando aparece su presencia siempre causa polémica, no tanto por su pasado izquierdista y antiimperialista como por sus opiniones que chocan muchas veces con la de su propio hermano, Daniel Ortega, el hombre que quiere gobernar el país por largos años. Muchos creen que Humberto Ortega prácticamente se está plegando al reclamo opositor que quiere cambios en el poder electoral, aunque no comparte los señalamientos que allí se produjo el vilipendiado parto del fraude. 

El General no quiere meterse a discutir sobre esa polémica, pero deja claro que "el hecho real es que la percepción que hay de este CSE es que es muy contradictorio y muy conflictivo, a mi modo de ver hay que arreglar esta situación…" El General también intentó, sin éxitos, de mediar entre la presidenta Laura Chinchilla y Ortega. No se sabe que opina su hermano de Humberto, pero lo que está claro es que el General en retiro está predicando en un despoblado. Su hermano menor por lo visto no le escucha y, mucho menos, Rosario Murillo, coordinadora de los Consejos de Comunicación Ciudadana, cuya figura, cada día, se agiganta hasta casi abarcarlo todo. Su sombra se proyecta en todo el Estado. Mientras tanto, Humberto, al final, prefiere callar y esperar el paso del tiempo para regresar a la escena en el momento oportuno, como un hacedor de soluciones o afirmar como decía el ícono de la música contemporánea Bob Dylan: The answer, my friend, is blowin', blowin, in the wind, The answer is blowin' in the wind. (La respuesta, mi amigo, está flotando en el viento).

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