PORTADA
tr>
OTRAS SECCIONES
Ediciones Febrero
Dom Lun Mar Mie Jue Vie Sab
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
Correos Corporativos
ESPECIAL BOLSA UNIVERSITARIA 2014
EDICCION ESPECIAL POLICIA 2014
EDICCION ESPECIAL EJERCITO 2014
EDICCION ESPECIAL

Los paraísos artificiales de los escritores

Por Denis García Salinas/ Desde Mi ventana

Siempre he escuchado que Rubén Darío, nuestro excelso genio literario, era un alcohólico. Tal era su adicción al licor y el vino que, dicen, murió de cirrosis cuando estaba a las puertas de los 50 años. En plena edad creativa. No logro entender esa mortífera relación entre alcohol, drogas y literatura. Creo que no la entenderé nunca, aunque haya libros y ensayos sobre esa generación perdida y extasiada en los estupefacientes y la botella de ron o wiskies. Digo que no la comprendo, aunque haya vivido experiencias etílicas, pero sin llegar al camino de la perdición. No concibo cómo un poeta o un escritor puedan escribir un poema o iniciar un proyecto de novela al día siguiente, después de echarse en los brazos de una botella de vino o unas cervezas. Así, creo yo, no se puede luchar contra los demonios de la creación y atrapar a sus musas. Solo los que hemos experimentado el horror de una goma podemos asegurar, con certeza, que es, prácticamente, imposible colocarse frente a una máquina mecánica o un monitor para escribir, en mi caso, un artículo o un reportaje, ya no digamos el acto creativo de los poetas y los escritores. Se necesita disciplina, talento y mucho trabajo. Y nada de licor o droga, aunque hay siempre sus excepciones.

Yo dudo que alguien escriba textos literarios de incuestionable calidad bajo el tormento de una intolerable resaca o con una botella de wiskie al lado de su máquina mecánica (Woody Allen sigue escribiendo en esas viejas máquinas) o una computadora. En el caso de nuestro gran Rubén Darío no creo que haya buscado las musas a través de una botella de licor. Todos estos grandes escritores invirtieron demasiado tiempo en leer libros. Encerrados en sus apartamentos, en sus buhardillas o mansiones. Es decir, el poco tiempo que tenían lo invertían en su momento divino de creación. Entonces, había poco tiempo para perderlo en un bar en un hotel parisino, español, argentino o estadounidense. Es probable que el poco tiempo que les quedaba los dedicaban a las "chelas," al vino y al wiskie. No se me antoja otra cosa.

La literatura periodística es la culpable de exagerar los casos de escritores alcohólicos. Se dice que siete de los premios nobel, cinco de ellos era alcohólicos: Sinclair Lewis, Eugene O Neill, William Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck. En dos libros de Hemingway: París es una fiesta y en Fiesta, cuyo título original en inglés es TheSunAlsoRises, el escritor americano, que se suicidó con una escopeta, siempre colocaba a sus personajes frente a una taberna. Pero solo bebían unas copas. Pero nunca describe jornadas báquicas que le hacían perder la cabeza. Creo que Hemingway fue un bebedor social. Puede ser que entre la tribu de escritores (la lista es un poco larga) hayan bebedores, pero alcohólicos en el estricto sentido de la palabra no la concibo. Desde tiempos inmemoriales se han consumido distintos tipos de drogas y alcohol. Algunos lo hacen por motivos religiosos o rituales, pero el caso que nos concierne es el hábito de ingerir licor o drogas por distracción o por luchar por encontrar a las musas. Otros lo hacen por evadir los problemas económicos, conyugales o penas amorosas. Yo creo que muchos autores, que se proclaman ante los medios bebedores insignes, son, generalmente, personas que adoptan poses. Nada más. Gustan de las portadas.

Hay escritores que no les creo que hayan sido alcohólicos como ellos proclaman. Uno de esos casos es Truman Capote, que le gustaba aparecer en las revistas de corazón como el gran bebedor. "Soy alcohólico. Soy adicto a las drogas. Soy homosexual. Soy un genio," decía Truman Capote, un buen escritor, pero, creo que era nada más que un exhibicionista y un embustero. Otros como Raymond Chandler que le gustaba inventar frases exóticas: "El alcohol es como el amor. El primer beso es mágico, el segundo es íntimo, el tercero es rutina. Después desnudas a la chica."

Los escritores son simples manipuladores de circunstancias y quieren hacer de su vida una historia de aventura, que, en verdad, no la han vivido en la realidad, sino simplemente escriben, creyendo que es su propio drama. Los biógrafos de los maestros de la literatura distorsionan la verdadera vida de los autores para hacer de sus personajes héroes o hombres extravagantes. Los biógrafos inyectan más ficción en las vidas de los escritores que han pasado entre montañas de libros. La idea es hacer del escritor más insípido un personaje interesante. Es decir, un libro que atrape al lector, aunque lo que se diga es ficción. De esa manera, sus libros se conviertan en bestsellers. Hace muchos años leía una pequeña biografía de Edgar Allan Poe (1809-1849) y el autor lo pintó como un escritor que solo vivía bajo el aroma de las drogas al extremo de afirmar que fue encontrado tirado en una calle frente a una taberna en un "estado de delirum tremens". Entonces a qué hora llegarían las musas al autor del Gato Negro.

Hasta el gran Dostoyevsky, mi héroe literario, tampoco escapó del elixir del alcohol para "abrir las ventanas del alma". Se dice que la inspiración solo provenía cuando el escritor estaba bajo los efectos del Dios Baco. Pero un escritor que si llevó sus experiencias con los estupefacientes a su obra fue Charles Baudelaire, que murió de sífilis en Bélgica. El escribió el libro Las flores del mal y Los paraí-sos artificiales. Esta frase no da lugar a ambigüedades. "Nada puede igualar, oh botella profunda, / el penetrante bálsamo que tu panza fecunda / guarda para el poeta de las piadosas voces». Y concluye, a manera de epitafio: "Estar siempre borracho... Emborracharse combativamente. Simplemente emborracharse." Pero el autor que va más allá de los sentidos es Jack Kerouac:"Soy católico y no puedo suicidarme, pero mis planes son beber hasta la muerte." Aldous Huxley (Un Mundo feliz) experimentó con mezcalina, LSD y psilocibina. Bajo el bálsamo de esos alcaloides escribió Cielo e infierno y Las puertas de la percepción, que inspiró al gran Jim Morrinson, de TheDoors, que le llevó a la tumba y, actualmente, está enterrado en un cementerio en París.

En América Latina, los escritores no siguieron el derrotero de la perdición de esos grandes novelistas que admiraron por sus novelas, pero no por sus vidas. Se me antoja que la vida de los autores latinos es poco espectacular. Están atados a sus sillas frente a la página en blanco, trabajando disciplinadamente para escribir sus obras. Ellos envejecen soberbiamente, lejos del mundanal ruido. Su disfrute es escribir. En el pasado muchos poetas y escritores encadenaron sus vidas a esa pócima. En cambio, Sergio Ramírez, un gran escritor, no hubiese podido escribir su antológica obra si él hubiese adorado el Dios Baco, como lo hizo Carlos Martínez Rivas, que solo trascendió con su libro La insurrección solitaria. Decían de él que era un genio, pero, se malogró. Pudo ser nuestro Darío. Bajo ese brebaje nadie puede crear grandes obras.

TRANSMISION EN VIVO CDNN23
ULTIMAS NOTICIAS
NÚMERO DE VISITAS