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La dura vida de los escritores


Dicen que los escritores son el alma de la nación, aunque muchos no lo comprendan o nunca hayan ojeado un libro en su vida. No hay oficio más solitario y duro del escritor frente a la página en blanco en su máquina mecánica o una computadora. Muchos viven en una angustia perpetua. No todos logran el éxito esperado ni el dinero soñado. Muchos mueren con sus obras olvidadas en un rincón de una biblioteca. Otros, con el imperdonable tiempo encima, se dejan vencer y apenas escriben algún artículo en un periódico para reafirmar su existencia. Sin duda, escribir es rasgar la tela de la historia. Recientemente, en facebook , ese instrumento que volvió haraganes a los jóvenes, un periodista y escritor se quejaba del difícil quehacer de los escritores en países empobrecidos como Nicaragua, donde prácticamente el hábito de lectura es bajísimo.


Los escritores se sienten como el cuento de Gabriel García Márquez: El Coronel no tiene quien le escriba. En nuestro caso los escritores no tienen quién les lea ni quien les compre sus obras. Mas aún que irrumpió en nuestra sociedad una explosión de las redes sociales. Los jóvenes están imbuidos en la tabla o en el celular, leyendo, muchas veces, sandeces. El editor de Automática Editorial Darío Ochoa de Chinchetru, se lamentaba: "Cuesta ver a gente joven leyendo". El confiesa que hay escasez de lectores en España. Ahora imaginemos Nicaragua, donde la lectura de libros es una práctica que se pierde cada día. Ya no hay hábito de la lectura, como en otros tiempos. Antes había más librerías que ahora. Son las paradojas del siglo XXI. Es "la sensación de lo absurdo a la vuelta de la esquina puede sentirla cualquier hombre", escribía Camus, autor de El Extranjero. Los escritores dicen que el libro es un camino hacia la libertad y nos abre las puertas a zonas remotas, desconocidas y profundas de la vida. Pero parece que a nadie le importa esas disquisiciones.


En nuestro país hay muchos escritores, pero son pocos conocidos. Hay escritores como el periodista Arquímedes González que ha ganado certámenes literarios y él es desconocido por una gran mayoría de los pocos lectores. Sus obras son, literalmente, buenas obras, pero los lectores nicas al parecer prefieren leer libros extranjeros. Y lo peor de todo es que nuestros escritores no pueden vivir de sus obras, como igual sucede en España, Argentina, Colombia, donde hay mayores lectores esperando por sus libros. En Argentina el escritor Enrique Ferrari, conocido como Kiko, se gana la vida limpiando el piso en el metro de Buenos Aires; otros abrazan el periodismo o imparten clases en universidades. Otros recopilan sus artículos y los convierten en libros. Ninguno tiene la posibilidad de ganar lo suficiente por sus libros y vivir de sus obras. Por tal razón, tienen que trabajar en las profesiones más disimiles. El trabajo del escritor es sumamente duro, pero reconfortante para ellos. El argentino Ferrari, que limpia la suciedad en el subterráneo bonaerense, ha ganado premios literarios internacionales, pero no ha podido dejar la escobar para vivir de su arte.


Nicaragua tiene muchos escritores, entre excelentes periodistas, pero solo tres han cruzado las fronteras patrias. Sergio Ramírez, Gioconda Belli y Ernesto Cardenal. De los tres Ramírez es el que más dinero ha ganado por sus libros, pero él mismo contó en una entrevista que en nuestra provincia no se puede vivir de las ventas de sus libros. El aprovecha su fama para impartir conferencias en universidades de Estados Unidos, México, España y Alemania. Desafortunadamente, nuestros escritores, entre ellos muchos periodistas brillantes, tienen que trabajar en otras áreas del conocimiento, inclusive hay ingenieros, doctores, químicos. Sin embargo, ellos no se dedican a escribir de tiempo completo como los grandes escritores.
Para otros la suerte es peor. Los grandes escritores de la literatura han muerto sin conocer la fama y la prosperidad económica por las ventas de sus libros. Edgar Allan Poe murió a los 40 años en una calle de Baltimore en pleno estado de inconsciencia y ebriedad. El maestro del terror no pudo saborear su fama de escritor. Al igual el escritor H.P Lovecraft, considerado un genio novelista del terror después de Poe, murió cuando subía las gradas de su apartamento, tras averiarse el ascensor. Ambos nunca vivieron de sus obras. El escritor Stieg Larsson falleció de un infarto en el 2004 sin ver el éxito de su saga Millenium. El gran Miguel de Cervantes fue otro de esos grandes genios de la literatura que murió sin disfrutar la fama de su obra Don Quijote de La Mancha. Aunque no fue un escritor, Vincent Van Gogh legó al mundo de las artes sus pinturas y acuarelas. La noche estrellada y los girasoles, el primero forma parte de la colección del Musero d Artes de Nueva York. La única obra que vendió, su hermano la compró. El siempre le ayudó al pintor que murió pobre y sin conocer la fama.
En cambio en la actualidad muchos escritores, principales estadounidenses, acumulan grandes fortunas con sus libros y sagas. JK Rowling con Harry Potter, Janet Evanovich con Stephanie Plum, Suzanne Collins con Los juegos del hambre y John Grisham con Theodore Boone: Ellos aparecen en la lista de los escritores más millonarios de Forbes. Son libros sencillos y sin la profundidad de pensamiento de las obras maestras. Los nuevos escritores no necesitan ser un Dostoyesky, un Tolstoi, un Tomás Man, Joyce, etcétera. James Patterson, el escritor más rico según Forbes, que ganó noventa y cuatro millones el año pasado, dio la fórmula para escribir un Best Seller. "En realidad, intento que la literatura escrita se parezca a la oral y las descripciones no me interesan, creo que aburren y no aportan nada". Patterson: "Cuando comencé a interesarme por la literatura leí a autores como James Joyce o Gabriel García Márquez y me di cuenta de que mi talento no alcanzaba para escribir el Ulises. Ahora bien, poco después leí novelas como Chacal o El exorcista y me dije que yo era capaz de escribir ese tipo de libros". Crepúsculo es otra saga que ha ganado miles de dólares y llevada al cine. E.L. James, la autora de Cincuenta sombras de Grey es también otra de las sagas millonarias. En estos libros no hay temas complejos ni se construyen personajes psicológicos como en el libro Crimen y Castigo de Dostoyesky. Mientras en nuestra provincia, nuestros escritores se quedan como el Coronel no tiene quien le escriba, esperando la carta -léase la fama- que nunca llega.

 

 

Por Denis García Salinas

 

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