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Desde mi Ventana

La pesadilla en Siria


Los insurrectos levantaron esos tres buses como barricada

 

En Siria nadie despierta, soñando un futuro mejor. Allí sus habitantes no viven una pesadilla, sino una horripilante realidad. Lluvia de bombas, morteros cayendo sobre los edificios y la muerte rondando todos los días. Amigo lector alguna vez en su vida ha despertado sobresaltado por el aguijón de una pesadilla. Nadie ha escapados de esos extraños y confusos sueños que experimentamos dormidos. Afortunadamente, cuando abrimos los ojos damos gracias a la vida que solo era una alucinación. Hasta la novela de Franz Kafka sobre la historia del joven Gregorio Sams que despierta una mañana con el cuerpo de insecto no conmueve como el drama que viven los sirios. Pero no voy a ahondar sobre ese asunto para referirme a ese estado de calamidad que viven los sirios.


Ese mundo grotesco, horrible y perverso si es real. Las narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe y La Metamorfosis de Kafka, que sobrecogen a cualquier lector nervioso, parecen historias inofensivas cuando las comparamos con lo que ocurre en este mundo atribulado. Si bien es cierto hay muchos conflictos en el caótico planeta, en Siria se desata la locura y el infierno.


Una mezcla perversa, fabricada por los hombres-de los dos bandos-sedientos de poder. Unos que no quieren soltar ese poder, y otros que quieren arrebatarlo por la fuerza. Ese país atribulado está al otro lado del mundo, pero hoy más que nunca la tecnología achica las distancias y convierte al mundo en un vecindario pendenciero. Pareciera que estamos tan cerca de ese infierno dantesco que olemos la muerte. Cuando estamos frente al Televisor podemos presenciar el horror en su máxima dimensión.


Las imágenes y las fotografías que vemos sobre la guerra en Siria dejan sin aliento al hombre más insensible o los propios verdugos del Estado Islámico. Las modernas y edificios verticales de ese país parecen ahora, si el término me lo permite, esqueléticas edificaciones.


Las ventanas dan la impresión que son huecos y sus paredes salpicadas de orificios de balas, cohetes y misiles arrojados desde el cielo por aviones, un foso sin fondo. Las ciudades de Homs, Madaya y Alepo se antojan como las ruinas de la Alemania fascista de Hitler, pulverizada por las fuerzas rusas, norteamericanas y sus aliados. Bellas ciudades destruidas sin compasión alguna y miles de sus habitantes convertidos en refugiados, huyendo de ese holocausto del siglo XXI. Las fotos muestran calles desoladas, llenas de escombros y vehículos abandonados. En una calle colocaron tres buses levantados y dejados como barricadas. Parece un cuento de ciencia ficción. Eso es increíble, pero cierto.


En la foto se mira un hombre caminando cerca del sitio lúgubre donde no se mira ninguna alma. Calles, que un día fueron populosas y alegres, están desiertas. Cuadras y cuadras de edificios cadavéricos se observan. Desaparecieron los obreros, oficinistas y profesionales caminando por esas calles horripilantes con rumbo a sus trabajos. No hay dinero ni alimentos. Amar Miro, de 51 años, prefirió quedarse en Alepo oriental, que estaba en manos de los insurrectos, para cuidar a su madre, de 70 años. Dos meses vivió en el sótano, escuchando los aviones sobrevolar y vomitando bombas. Las calles luminosas de esas ciudades están en la memoria de los sobrevivientes. Hoy las tropas gubernamentales de Assad entraron a la ciudad, tras ahuyentar a los Ajanib (extranjeros) integrados por libios, saudíes y kuwaitíes. "Nos acostumbramos a vivir con la muerte y nos resignamos a la voluntad de Dios", dijo Miro a los periodistas extranjeros que entraron con los soldados sirios.

 

 

 

 

Por Denis García Salinas

 

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