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Correos Corporativos
EDICCION ESPECIAL POLICIA 2013
EDICCION ESPECIAL EJERCITO 2013

El día que Managua perdió su inocencia

Por Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana

La tierra sigue convulsionándose. Managua, como una vieja obcecada, permanece asentada en una geología gelatinosa. Vigilada por volcanes y sufriendo una ola infernal calórica que abruma a ciudades cálidas como Granada, León, Corinto, Chinandega y, sobre todo, nuestra capital. El martes pasado que un terremoto de 8.2 en la escala Richter sacudió duramente parte de Chile, la alarma de tsunami abarcó a otros países, incluido Nicaragua. El peligro ha pasado de momento, pero el riesgo sigue latente. En tanto, los managuas parecen no temer a la Naturaleza.

El dormido volcán Momotombo puede despertar de ese letargo y  eructar lava y piedras incandescentes. Las principales ciudades León y Granada están observadas también por sendos volcanes El Negro y El Concepción.  Sus moradores, que viven en sus faldas, no saben dónde meterse ante una eventual erupción, pero no la abandonan.

Aquella madrugada de 1972 la capital dejó de existir. Su centro neurálgico de negocios, bares, restaurantes, colegios, e instituciones del Estado se derrumbaron en pocos segundos. Desde entonces, nuestra bucólica y provinciana capital se transformó en una caótica ciudad, sin centro, sin parques y sin avenida principal. Parecía que el Cielo había escupido sobre la ciudad un "castigo Divino". En aquella madrugada las fotografías que publicaron los diarios días después, mostraban a familias en las calles con sus enseres y demás bártulos. Algunas casas soportaron el movimiento telúrico. Desde entonces ya la capital no sería la misma. Su sonrisa se volvió una tétrica mueca. Los moradores de los barrios aledaños al centro de Managua abandonaron sus casas y salieron en estampida como cuando las tribus que huyeron de este mismo lugar hace más de diez mil años tras la erupción de un volcán. Las huellas de Acahualinca quedaron como una prueba irrefutable de esa huída desesperada.

En un tiempo no muy lejano era una ciudad hospitalaria, segura, benévola, alegre, casi sin peligro, sin legiones de pobres mendigando, ni niños esnifando pega y jóvenes esqueléticos y rostros macilentos fumando la maldita "piedra". En esa vieja Managua nunca se vió tan extrañas y sacrílegas costumbres. Su inocencia se empezó a perder cuando la ciudad postrada les rogó que la abandonase. Pero después de ese terremoto emergieron entre las ruinas barrios miserables y lugares donde es prohibido pisar el suelo de noche. Los delincuentes mancillaron el nombre de los pobres honrados que se hacinaron entre esos escombros para construir sus casuchas.

Managua fue un invento de don Fulgencio Vega que hace 162 se le ocurrió la idea de decretar elevar a ciudad la Villa de Santiago de Managua. Esa decisión acabó con las cruentas guerras entre la rancia aristocrática Granada, que soñaba con ser capital, y la pinche León, la Metrópoli. Por un decreto se enterró la disputa entre granadinos y leoneses que pretendían ser la capital del país. Pablo Antonio Cuadra escribió en un ensayo "Managua ha tenido así una historia vacilante entre el Terror y la Utopía". Y como diría Mario Cajina Vega, para su desgracia Managua sería vigilada desde una "loma feudal" por la dictadura de Somoza.

Han transcurrido muchos años y todavía no hemos recuperado nuestra vieja Managua.  Con ciertos cambios operados en la Avenida Bolívar, ampliada y con árboles metálicos amarillos sembrados desde la rotonda Hugo Chávez y a todo lo largo de esa larguirucha avenida Bolívar que de noche son un maravilloso espectáculo. Solo quedan las remembranzas.  En su ensayo "Recuerdos de la Vieja Managua", Carlos Mántica Abaunza describe los viejos lugares de Managua antes que el terremoto los destruyera. Abaunza recuerda también las célebres  emisoras La Voz de la América Central, Radio Panamericana, Radio Corporación, Radio Centauro y Radio Mundial. De esas emisoras solo quedan Radio Mundial y Radio Corporación. Don Carlos Mántica recuerda su adolescencia  en esa vieja Managua y sus tres grandes barrios San Antonio, el de Calendaria, donde nació toda nuestra estirpe García Salinas y viví mi inolvidable infancia,  y el de San Sebastián. Son barrios inolvidables. Mántica asegura en su ensayo que se identifica más con San Sebastián, que "tenía la mayor densidad de muchachas guapas".

El periodista y escritor Alberto Ordóñez Arguello, con una visión más clasista y burgués, califica a Santo Domingo como un "barrio plebeyo, vulgar, bullanguero. Barrio de las costureras, de los zapateros, de los sastres…Barrio obrero. Sin carácter como nuestro obrero. Sin instinto gremial. Sin sentido ni aspiración. Borrachos caídos en las aceras. Chicos sucios. Barrio promesano, licencioso, famélico y explotado". Del barrio San Antonio dice que era "devoto, con una iglesia en el pecho como escapulario. Un parquecito en el frente que llaman de los poetas". Y de San Sebastián lo describe como "semicolonial y anti-moderno. Barrio de aristócratas    arruinados, haraganes y chismosos. Barrio del abolengo de Managua. Patios con jardín y niñas que estudian piano: Chopin, Mozart, Beethoven, Straus…

De esos tres grandes barrios,  solo  uno de ellos San Sebastián sobrevivió, pero muchos de sus habitantes emigraron. Igual suerte corrió el barrio Candelaria, convertido en una sombra de su pasado y ahora aun sector peligroso. Desde donde  era el Cine Salazar (Alcázar después) hasta el parque Candelaria se pobló de gente que procedía de lugares distantes de Managua. El terremoto de 1972 acabó con las casas de ese gran barrio. Desde entonces ese se convirtió en un pedazo de barrio. Todas las buenas familias (pobres, clase media, y ricos) emigraron hacia otros municipios y departamentos. Allí nada volvió a ser igual. Después de 1990 incluso la estación de Managua, a pocos metros del barrio Calendaria desapareció, y el tren y el ferrocarril tampoco volvieron a recorrer sobre los rieles.

El Gobierno de entonces ordenó arrancarlos y venderlos al mejor postor. Alegó que ese medio de comunicación era insostenible. Toda una historia del ferrocarril borrada de un plumazo. Tras la desaparición del tren y el ferrocarril muchos municipios de occidente quedaron abandonados e incomunicados y cubiertos de polvos. Después  como periodista visité uno de esos pueblos olvidados y anegados de polvo fino. Recuerdo que entré junto al fotógrafo a una de esas pobres casas, donde nos recibió una muchacha que empezó a contarnos sus cuitas. En su vieja cocina no había nada que comer. "Hasta las lagartijas desaparecieron", dijo en tono sombrío. Como decía Juan Rulfo en su obra maestra Pedro Páramo:  Allí parecía "como si se hubiera encogido el tiempo" y "Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno".

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