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Vapuleadas brutales en su propia casa

Humillados y ofendidos

Por Denis García Salinas / Desde Mi Ventana


"No hay consuelo ni perdón posible para Brasil", escribió un comentarista deportivo español. Sin duda, no solo lloró Brasil por esa humillación, sino prácticamente América Latina. Los periódicos brasileños titularon así: "Derrota tras derrota"; "Masacrados"; "La mayor vergüenza del fútbol de Brasil" y "Un vejamen para la eternidad"… Brasil recibió dos brutales goleadas consecutivas en su propio estadio. El pentacampeón está, inexorablemente, en declive. Los periodistas afirman que Brasil es ahora un equipo pasado de moda. Quizás. Se acabó el "jogo bonito". Primero fueron los alemanes que los golearon 7-1; después los holandeses le echaron un puñado de sal a la profunda herida 3-0. Un Brasil, impotente, sin estrategia, sin respuesta, indefenso y sin clase futbolística, se despidió de la Copa Mundial de Fútbol con silbatinas y abucheos.

Fin al fútbol artístico

Aunque sus jugadores dicen que no, se merecían las goleadas. Quisieron, absurdamente, jugar al contragolpe, como los europeos, y más bien precipitaron su derrumbe. Su vulnerable defensa fue pulverizada primero por los alemanes y después por los holandeses. Y a esto le sumamos los errores y la pésima dirección del soberbio director técnico Luiz Felipao Scolari. Brasil no pudo contra Europa. En dos juegos distintos y seguidos recibieron diez goles. Scolari es en gran parte responsable de esa vergüenza y humillación. Se acabó la gran maquinara canarinha. Holanda enterró a una gran campeona España y a un pentacampeón, Brasil. Los brasileños que habían hecho del fútbol "un arte, una coreografía, una danza, un circo, ballets," como diría el novelista peruano Mario Vargas Llosas, dejaron un mal sabor de boca en esta Copa Mundial de Fútbol.

Adiós al jogo bonito

Acaso estamos viendo el final de los días de esa gran potencia futbolística verde amarelha? Tal vez. Sus grandes genios y figuras quedaron para la Historia: Pelé, Sócrates, Garincha, Tostao y Zico. Esos hombres les dieron gloria a Brasil. En cambio, Ramírez, Hulk, Paulino, Fred, Maicon, William mancillaron la bandera verde amarelha. Mancharon de vergüenza el color de su camisa y su bandera. Ellos humillaron, deshonraron y ofendieron a un pueblo, que todavía llora sus dos derrotas consecutivas. Los nombres de este onceno brasileño quedaran marcados por la ignominia para siempre. La primera herida histórica fue el Maracanazo cuando perdieron 2-1 ante Uruguay en 1950. Hoy la humillación es mayúscula: Dos goleadas seguidas en su propia casa. David Luiz, un buen defensa, Oscar Júnior, centrocampista, y Marcelo, delantero, quedaron debiendo a su pueblo. Neymar, que sufrió una fractura en la vértebra por el rodillazo propinado por Juan Camilo Zúniga, de Colombia, eliminado del Mundial por Brasil, se salvó de la ignominia. Ese peligroso golpe le impidió continuar en el Mundial. Quizás los Dioses del Olimpo salvaron a Neymar del hundimiento de Brasil. Él se conformó con ver el último naufragio de su partido desde la caseta de su equipo. Impotente y sin poder hacer nada. Cuando abandonaron el Estadio Neymar y David Luiz fueron los únicos vitoreados. El resto abucheados por los fanáticos. Scolari y sus muchachos enlutaron a Brasil.

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