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Hombrecitos de basura

Por Denis García Salinas/Desde mi Ventana


Qué haría Ud., amigo lector, si su fotografía de tamaño gigante apareciese en un anuncio panorámico en las calles principales de Managua con un letrero con la leyenda: "Detenido por cochino." Esto no es un chiste ni una broma colgada en las redes sociales. Ese hecho verídico ocurrió en un municipio del Estado de Nuevo León, México. El alcalde de esa localidad Pedro Salgado ordenó colocar la foto del rostro de Jaime Antonio Molina, que acumuló tres sanciones durante los meses de mayo, junio y julio. Molina fue sorprendido por las autoridades arrojando de-sechos desde la ventana de su automóvil. La alcaldía sanciona primeramente con una amonestación; el segundo castigo es una multa económica de entre 212 dólares y 850 dólares; finalmente la tercera pena es un arresto de 36 horas y el Ayuntamiento pone su retrato en la vía pública. "El Cabildo aprobó endurecer las penas y hemos llegado a este grado de exhibir a la gente que no entiende y reincide en ensuciar nuestra ciudad", ha comentado Salgado en un comunicado.

Tal vez muchos dirán que esa disposición municipal es demasiado exagerada e incluso extemporánea para un país tan pobre como México, aunque allí viva quizás el hombre más millonario del mundo, Carlos Slims, dueño de Claro. México, ya no se diga sus pobres municipios, se caracteriza por ser un país con millones de analfabetas y de gente, con títulos, que tienen la mala costumbre de arrojar desechos en la acera de su casa, cuando viaja en un autobús, en el metro o cuando camina por las calles. Cuando leía esa noticia me sorprendió porque la está impulsando un íngrimo alcalde de pueblo, es decir, no es una política de Estado. Aunque la medida es polémica, pero aplaudible, quizás no ayudaría totalmente a arrancar de raíz esa inveterada costumbre de ser sucio clavado como una estaca en la consciencia del hombre del Tercer Mundo.

Ser limpio y aseado con tu municipio, tu ciudad y tu país y uno mismo no se aprenden en ningún texto ni con una disposición gubernamental. Esa cultura empieza desde el hogar. Pero hoy por hoy vivimos en una ciudad que parece más bien un estiércol.

Ya lo experimentamos claramente en Nicaragua, donde la Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, Rosario Murillo, trató (¡Y trata! ) de implementar su campaña "Vivir Limpio, Vivir Sano, Vivir Bonito, Vivir Bien... !" Apeló a la conciencia ciudadana y a "la responsabilidad compartidas de emprender juntos una serie de acciones simples, sencillas, diarias" para instaurar un país limpio y sano. A propósito de esa campaña, es hermosa y humana, pero parece que la mayoría de los nicaragüenses quiere vivir entre basuras y desperdicios. Basta echar una ojeada a cualquier barrio de Managua para contemplar la inmundicia. Los perros compiten con los miserables por un trozo de pan o un alimento descompuesto entre esos desperdicios de los basureros que existe en cada esquina de un barrio. Toda la ciudad está invadida de bolsas de plásticos y otros desperdicios. Los cauces, que atraviesan la capital son depósitos de basuras.

Ninguno de los últimos gobiernos diseñó en Nicaragua una política de Estado. La portavoz del Gobierno atinó con esa política inédita, pero pareciese, con la indiferencia de la gente, que estuviese buscando agua en el desierto. Tampoco en las escuelas de párvulos, ni de primaria ni de secundaria se enseña una cultura de aseo y limpieza. Paradójicamente, en los tiempos de la dictadura de Somoza en las escuelas los maestros revisaban si los estudiantes andaban limpias sus manos, sus uñas y sus dientes, así como llevar bien acicalado el cabello.
Ahora imaginemos las disposiciones adoptadas por el citado alcalde mexicano de sancionar al que tire basura a la calle con multa, arresto por 36 horas y colocar su fotografía en la vía pública con el letrero "Arrestado por cochino". En Managua sería una utopía adoptar la política del alcalde mexicano, pues la alcaldesa Daysi Torres tendría que ordenar el encarcelamiento de casi la mayoría de la población, pobres, de extrema pobreza, clases media, y ricos, acostumbrados a botar basura por doquier.

La alcaldesa carecería de presupuesto para pagar los gigantescos anuncios en las calles y carreteras de Managua con las fotografías de los infractores de la ley. Para esas empresas sería un buen negocio. Imaginemos a la Policía persiguiendo a todos los "cochinos" que arrojan bolsas de agua, de paletas, hamburguesas, y toda clase de chucherías. Se necesitaría que el Jefe del Ejército Julio César Avilés ordenara a sus tropas vigilar todos los cauces de Managua para impedir que los que viven al borde de los mismos arrojen sus desperdicios. Las cárceles estarían hacinadas de infractores de la ley. Habría un caos en el país, lo que obligaría al presidente Daniel Ortega resucitar de las cavernas de la antigua dictadura de Somoza la Ley Marcial y el Estado de sitio. Estos cochinos tienen más convocatoria que la oposición para protestar de una medida que los perjudique.

La medida de la alcaldía mexicana sería buena aplicarla en Managua, pero sería bueno adaptarla a nuestra idiosincrasia y nuestra pobre economía. Es urgente hacer algo por Managua, convertido en un promontorio de basura. Wilmer Aranda, director de Limpieza Pública de la Alcaldía de Managua, aseguró a un periódico que "a diario se recoge mil 200 toneladas de residuos sólidos". Mientras tanto, más de 611 toneladas de desechos se producen diariamente en todos los hospitales y empresas previsionales del país, pero se carecer de tecnología para transformar esa materia, según ambientalistas.

El país tiene leyes pero no se aplican. Las multas están entre C$5 mil y C$50 mil por botar basura en cauces y tirar animales muertos en áreas públicas". Si la persona tira basura en la calle la sanción pecuniaria es de tres mil córdobas, difícil de cumplir, cuando los diez córdobas de impuesto por concepto de basura domiciliar casi nadie la paga. Según establece la Ordenanza Municipal 02-2006 sobre daños y multas en el municipio de Managua las empresas o instituciones, que violen esa disposición, la multa debería alcanzar los 50 mil córdobas.

Las sanciones deberían aplicarse cuando la basura sea tirada al lago Xolotlán, las lagunas, las áreas verdes municipales, los parques y los predios baldíos, porque todos estos sitios son los lugares donde oficialmente está prohibido botar basura. Managua es, sin duda alguna, una chureca por doquier donde los Oliver Twist, personaje del novelista inglés Charles Dickens, se revuelcan por el suelo, alfombrado de basuras y enjambres de moscas y gusanos. Managua necesita ser salvada.

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