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El periodista y el buitre

Por Denis García Salinas/ Desde Mi ventana


Nunca olvidé aquella imagen del fotógrafo Kevin Carter contemplando a un buitre que espera, con una extraña paciencia, el desfallecimiento de una niña famélica de Sudán en 1993. Siempre me pregunté por qué el reportero gráfico no dejó a un lado su cámara para espantar a la hambrienta ave, que estaba lista para devorar al infante. Pero, confieso, fue hasta ayer que conocí que Carter espantó al buitre. En 1994, Carter se suicidó por presiones de la foto, que ganó el premio Pulitzer. En nuestra profesión, el periodismo, se pierde, muchas veces, el sentimiento de piedad y solidaridad, que nos diferencia de los animales. El fotógrafo consiguió su gran foto. Igualmente, ese mismo drama lo presenciamos, a diario, en los documentales que difunde la televisión, sobre toda la estadounidense. Cuando veo esos programas experimento el mismo sentimiento de repulsión cuando un camarógrafo filmaba a un tigre que asechaba a un pequeño venado herido y abandonado por la manada.

El equipo de filmación pudo evitar que el felino saltara sobre el indefenso animalito. Pero al camarógrafo no le importó la vida del venadito, sino captar la imagen sangrienta cuando el tigre atrapaba y devoraba ansiosamente al animalito. Y, nosotros los lectores y televidentes, nos volvemos sus cómplices. Compramos el periódico para leer esas noticias, como cuando damos nuestros votos para elegir alcaldes y presidentes. Además somos asiduos testarudos a los programas de televisión, particularmente de esos documentales de la salvaje naturaleza o de los noticieros internacionales que sólo hablan de conflictos, de jóvenes desquiciados que irrumpen en un colegio fuertemente armados, disparando a diestra y siniestra contra sus compañeros. Después el maniático asesino se vuela los sesos. O viendo al extremista, identificado como un radical inglés, metido hasta los huesos en los esquizofrénicos grupos del Estado Islámicos que degüellan a periodistas que cubren ese conflicto en medio Oriente.

Hace unos cuantos años-no recuerdo con precisión-en el periódico El Nuevo Diario ocurrió una situación extraña y rara. Resulta que ese día el editor de turno del rotativo estaba preocupado porque carecía de una noticia impactante e importante para sus entonces ocho columnas. Era por cierto un domingo de esos en que los editores sufren una sequía informativa. Usualmente, los editores hacen de tripas corazón para colocar una "cabeza" interesante en la edición que saldría ese lunes. En su desesperación, el editor pensó en voz alta: ¡Ojalá se cayese un avión! Eso salvaría el día y resolvería sus ochos columnas. Huelga aclarar que al editor jamás se le pasó realmente por la cabeza, asegurar semejante desacierto para tener la noticia del día. Horas después se conoció que un avión había caído no en el extranjero, sino en el norte de Nicaragua, a la sazón el país estaba envuelto en las llamas de la guerra.

El editor quedó hecho de una sola pieza. Macabramente su deseo cobró vida. El avión que cayó transportaba más de 50 niños de Ayapal, con el fin de trasladarlos a un lugar lejos del teatro de la guerra. Todos los infantes y la tripulación murieron en ese domingo sangriento. Lamentablemente, el editor tenía así sus ocho columnas. Así es gran parte del periodismo, vive de la desgracia ajena. A decir verdad, muchas de las historias que cubren los periodistas están teñidas de sangre y dolor humano. Desde hace muchos años los periódicos se alimentan de las tragedias cotidianas, las guerras, los conflictos tribales, batallas entre bandas de criminales, de la trata de personas, violaciones de mujeres, violencia en hogares. En suma, de la tragedia humana.

Las antiguas enseñanzas del periodismo estadounidense decían que noticia no era que un "perro mordía a un hombre, sino que éste mordía al can". Esos conceptos, sin embargo, han quedado en el desván de la Historia. Los periodistas Donald Fergunson y Jim Patten en su libro "El Periodismo en la actualidad" afirmaban que es difícil definir la palabra noticia. Pues aseguraban que lo que es noticia hoy quizás mañana ya no lo sea. Pero incluyen una definición que dicen es aceptable: Noticia "es lo que imprimen los periódicos". Pero también dicen que no todo lo que está impreso es noticia. Además, el término noticia se antoja, muchas veces, muy subjetivo.

A pesar de esa polémica, que nunca terminaría, los profesores de periodismo aseguraban que la noticia debe incluir "el sentido de oportunidad (novedad del hecho), la proximidad (un evento local puede tener mayor interés que otro al lado del otro lado del mundo) y la prominencia (es el valor del individuo sobre la noticia), consecuencia (importancia de un evento), interés humanos (noticias que se salen de lo común y causan sentimientos de piedad, dolor, etc), y el conflicto (tensión, drama, sorpresa y suspenso) Esos son los términos clásicos de la noticia. El abogado y periodista Jack Fuller, en su libro Valores periodísticos, afirmó que"los periodistas nada más vamos hacia donde el reflector apunta".

La máxima leninista "Cuanto peor, mejor" se cumple cabalmente en nuestros días. Basta abrir el periódico por las mañanas o el telenoticiero para observar la certeza de esa máxima. Apenas se dan cuenta de un desastre o un conflicto, los editores envían a sus reporteros a cubrir la noticia. Vemos, pues, que la historia del periodismo ha estado vinculado, frecuentemente, a lo triste, a lo grotesco, a lo violento, a la tragedia, y a lo absurdo. Ahora con el surgimiento de las redes sociales apareció el "periodismo ciudadano", que basta tener un celular para colgar, sin edición profesional, fotografías sobre sucesos nacionales, incidentes de tránsitos, pleitos y conflictos en pueblos. El periodismo no es sólo una profesión catastrófica, sino uno de los mejores oficios del mundo, como decía el novelista laureado Gabriel García Márquez.

El periodista pasa gran parte de su vida al borde del peligro y cerca del Poder. Y no solo eso, luchando contra el poder y la corrupción. Los nombres de Bob Woodward y Carl Bernstein están asociados al triunfo del periodismo sobre el poder. Ambos, bajo la dirección del recién fallecido periodista Ben Braydlee, director del Washington Post (1968-1991) y Katharine Grahan, entonces presidenta del diario, provocaron con sus reportajes la caída del presidente Richard Nixon. En esa época no existía redes sociales ni los blogs, la prensa escrita era el reina del periodismo, cuyo lema era "fit to print" (la noticia digna de ser imprimida). Esos periodistas convirtieron un rumor en la noticia paradigmática del periodismo. Y eso solo lo han hecho los reporteros de los diarios impresos.

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