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"COLEGIO DE LA SALLE TAN QUERIDO…" Centenario IPM: junio 1913 - junio 2013 Francisco Javier Bautista Lara A exalumnos:
Allí estaban, entre sus imperfecciones humanas, en la no exenta vida de conflictos comunitaria, acompañándonos en el aprender de la vida que necesariamente cada uno debe emprender en su camino, en las aulas y fuera, los hermanos Benito, director, acucioso investigador, coleccionista de años, Julio, con apariencia formal y espíritu de niño, Calvo, solemne, en la Literatura, Antón, de patillas largas, deportista, químico y biólogo, Lucio, de barba, orientador y matemático, Maradiaga, rebelde, consejero y filósofo, Thomas, simpático profesor de inglés, todavía en los pasillos del Colegio,… Daniel, Boniche,… Moisés y Estrada, en estas celebraciones centenarias… Profesores y profesoras,… en el devenir del tiempo, para evitar la trampa del olvido, conversamos sobre ello y lo escribimos.
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Un adolescente, cuando cursaba becado el primer año de secundaria en las recién inauguradas instalaciones del Instituto Pedagógico de Managua al extremo Noreste de la Universidad Nacional, fue llamado por el Prefecto (coordinador) del ciclo básico, hno. José Cambón, religioso de la congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, español de origen, alto, recio y jovial, quien, mientras le entregaba un libro con una dedicatoria, le extendió la mano y lo felicitó con afecto por su excelencia academia durante el primer periodo evaluativo. El título "El Señor de La Salle", basado en la película del mismo nombre (España, 1964), refería la vida y obra del fundador; lo más importante para el estudiante fue el gesto motivador que marcó el inicio de la secundaria. El joven, quien después de casi cuatro décadas escribe esta nota, hace cinco años conversó en Guatemala con aquel educador, quien como era de esperarse, no recordaba el preciso detalle, pero agradeció satisfecho la huella dejada. El libro, lo busco en los estantes de mi biblioteca, pienso que tal vez estará en la casa de mi madre o el tiempo lo guardó donde nadie más lo hallará, lo importante, lo que significó, parece tan fresco como que fuera apenas ayer.
Cosas, edificios y años escolares pasan. El edificio de la Roosevelt, vendido al Estado de Nicaragua previo al terremoto de Managua (1972) se destruyó, la Capilla, fue modificada para salón plenario del Centro de Convenciones Olof Palme (1984). Quizás, lo que queda, poco a poco será derrumbado y sustituido por modernas edificaciones. Los momentos transcurridos en campos, pasillos y aulas del IPM pasaron, queda lo principal; no fueron las instalaciones que se derrumban, ni las cosas que se nos pierden, ¿qué es lo que hace lo imprescindible? Pienso que las historias compartidas entre compañeros y maestros, los aprendizajes, pequeños detalles cotidianos, la conversación informal, la palmada en el hombro, el consejo, la lección que nos permitió comprender algo nuevo, y de repente, como una luz que se enciende, nos percatamos de lo obvio y de lo que no lo era. No es asunto de conocimientos, aunque también lo incluye –lo reconozco satisfecho-, es primordialmente aprender a vivir, aciertos y desaciertos, éxitos y fracasos, frustraciones, enojos y alegrías, decepciones, experiencias fundamentales de niño y adolescente. Cuando lo sabemos aprovechar nos facilita caminar por el cual andamos, va con nosotros, cuando nos vamos, como todo, parte un día. Son las personas, lo compartido, lo que hace la diferencia y perdura.
Juan Bautista de La Salle (francés, 1651-1719), de origen burgués, sacerdote y pedagogo, se consagró a la formación de maestros para la educación de los niños pobres. Declarado por el Papa Pio XII el 15/5/1950, "Patrono de los educadores". Volvamos el punto de partida, ¿se ha continuado, en la realidad contemporánea, con lo sustantivo del carisma lasallista? ¿Qué olvidos hay, qué descuidos…? 
Hubo y habrá maestros y egresados de todo tipo, ejemplares, solidarios, comprometidos y todo lo contrario, "de todo hay en la viña del Señor", diría Carlos Laínez, sencillo, fraterno, quien partió anticipadamente. Las generaciones: estudiantes, religiosos y maestros, como las olas del mar, cambian, pasan, se renueva cuando se agita, va y regresa. Un educador necesita dar un gesto sencillo, cotidiano, oportuno y franco, lo demás, los complejos aprendizajes en las ciencias y la vida, vendrán después. Eso hará la diferencia. ¿Tuvimos todos(as) esa oportunidad?