a Ignacio Briones Torres, II aniversario.

Papi dónde gritar
tu ausencia?
A quién decirle lo que
me faltas?
En cuál hombro
recostarme y llorar?
Que mano podría acariciar
mi cabeza y consolarme?
Ninguna.

No hay lágrimas que me vacíen
no hay palabras que me
consuelen ni brazos
que puedan abrigarme .
Siempre fue temprano
para que te marcharás.

Las agujas del reloj
me golpean
como el viento en el rostro
en las calles de Managua.
Soledad
nombre de la abuela
que me signó.

Sombra que me acompaña.
Ah si pudiéramos volver
al compás sobre los pasos.
Jugar en Las Piedrecitas.
Recorrer otra vez Nicaragua
mientras me contabas
su historia.

Ir donde Chico Toval
con tus amigos aunque no fuera
propio para la niña
O aconsejarme en el Lobster
o el Marzua sobre los lobos.
O regresar de México
cuando el sueño comenzaba
y aprender a diagramar en Barricada.
O borrar los años
y quedarnos cuando te dí
los nietos
que poblaron de risas
y complicidades la casona blanca
pero sombría en la Tenderí.

Cuanto tiempo
en que no había sino
un solo tránsito hacia la patria
y a tus brazos
con las largas pláticas
que no acababan nunca
con las largas noches
con sus los días cortos…
pero la diabetes
te cerraba los ojos
quitándote el placer
de la lectura
minándote el poder
de la escritura
comiéndose tu fuerza y tus deseos.

Quisiste irte a buscar descanso
no se adónde
dejando inconclusos libros e historias,
la biografía de Rigoberto López Pérez,
tu columna de
PENSANDO EN
NICARAGUA
que tan necesaria nos es en estos tiempos.

Y no pensaste Papá
que me quedaba.
Que el cambio de estaciones
no me sirve de nada
porque no me renaces con
la primavera.
Que me duele el dolor de no tenerte que ahora debo correr
para encontrarte.

Marisol Briones