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AL BOLSAZO

Edgard Tijerino M.


EL DOLOR CONTINÚA.-Mañana se cumplen 81 años del asesinato de Agusto César Sandino. El recuerdo de ese hecho doloroso que enlutó a la patria, por tratarse de un genuino patriota, un ejemplo a seguir, un auténtico revolucionario sin distorsiones, está muy bien graficado en el libro Hombre del Caribe, escrito por Abelardo Cuadra con asistencia del Dr. Sergio Ramírez…La frase de Abelardo señalando a todos los involucrados "eran 14 asesinos y conmigo 15", provoca escalofríos…La grandiosidad de Sandino debería estarnos proporcionando nuevos y más sutiles destellos. Se ha preparado para éste año una conmemoración que esperamos llegue a ser muy llamativa. "Allá va el General", cantará mañana por la noche Luis Enrique Mejía Godoy con su poderosa voz y su corazón latiendo aceleradamente en la Ruta Maya…Ahí estaremos en compañía de Álvaro Rodríguez de ENIMOSA, disfrutando de ese concierto.

Sólo para la chavalada de las nuevas generaciones, el recuerdo de estos detalles sobre el General Sandino:

¿QUÉ RECOMENDABA?.-"A los Nicaragüenses, a los Centroamericanos, a la Raza Indohispana: El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera, la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero. El vínculo de nacionalidad me da derecho a sumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas o sean las ocas del cenagal".

ORÍNESE AQUÍ.-Relata Abelardo en su libro: Llegados al lugar en que debían ser ejecutados (esto me lo cuenta el subteniente Carlos Eddie Monterrey), Sandino le pidió a Delgadillo un poco de agua y en seguida le preguntó si en realidad se trataba de matarlos, pues él todavía se resistía a creer que se fuera a cometer semejante atrocidad. Delgadillo le contestó que iba a enviar un correo al Campo de Marte, preguntándole a Somoza si los debía matar o no. Luego Delgadillo llamó a Monterrey diciéndole: "Yo me voy a retirar a unas treinta varas fuera del camino y cuando oiga usted un disparo de revolver que yo voy a hacer, ordene la ejecución de estos tres hombres". Monterrey regresó donde estaba el grupo y ordenó un registro personal de los prisioneros. Sandino habló unas pocas palabras a sus compañeros, pero tan bajo que Monterrey, el más próximo a ellos, no las pudo oír. Umanzor y Estrada movieron la cabeza en señal de aprobación y Sandino le dijo a Monterrey: "Teniente, déme permiso para ir a orinar". "Orínese aquí no mas rejodido", lo increpó entonces un guardia apuntándole con el rifle. Hasta ese momento, me dice Monterrey, se convenció Sandino de que su muerte era ineluctable, porque lanzó un hondo suspiro, movió la cabeza en signo negativo y no volvió a hablar, sólo Estrada habló. "no les pida nada a estos jodidos, general, deje que nos maten", fue lo que dijo.

LA SEÑAL.-Un guardia les ordenó que se dejaran registrar. Estrada adelantándose, se sacó un pañuelo rojinegro de la bolsa. "Solo esto tengo. Guárdeselo, se lo regalo", le dijo. Umanzor le obsequio al subteniente Monterrey y un paquete de cigarrillos marca "Esfinge". Sandino no se dejó registrar. Tocándose la cintura dijo: "Si tuviera pistola. Ya hubiera disparado" y comenzó a pasearse. La señal de Delgadillo todavía no llegaba. Estrada y Umanzor se sentaron en un cangilón de tierra de esos que dejan en los caminos las ruedas de las carretas. "Jodido, mis líderes políticos me embrocaron", dijo Sandino y sin que nadie le respondiera nada, se sentó junto a los suyos en el mismo cangilón. Contando de izquierda a derecha quedaban Estrada, luego Umanzor, por último Sandino. Los diez guardias parados a 3 varas de distancia, una ametralladora frente al pecho de cada uno de los que iban a morir. Pasaron unos minutos; y después, en un instante como cualquier otra fracción de tiempo, Delgadillo disparó tras un matorral su balazo al aire.

EL ASESINATO.- El subteniente Mon-terrey, que ya había aleccionado a sus guardias, fue el primero en disparar su pistola sobre Sandino, colocándole el tiro media pulgada arriba de la tetilla derecha. Sandino se sacudió y emitió un rugido sordo. Al tiempo de sacudirse otra bala le penetró en la sien izquierda, saliéndole exactamente por la derecha, una tercera bala le entró en la mitad del plexo y el ombligo, saliéndole al lado izquierdo de la columna vertebral. Murió al instante. A Umanzor le penetraron dos o tres balas detrás del temporal derecho, que al salirle por el tímpano izquierdo le abrieron un boquete con diámetro de tres pulgadas y media. Igual o mas grande que el cÍrculo que le pinto aquí. Tenía más balazos pero no recuerdo donde. Estrada recibió cuatro tiros en el pecho y uno en la mano derecha; cuando cayó herido hizo el impulso de reincorporarse, logrando hacerlo hasta la mitad, pero volvió a doblarse. Ochenta y uno años después, que pequeños e insignificantes nos sentimos frente al recuerdo de aquel Sandino intachable, indoblegable, insobornable.

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