La blasfemia contra Dios
Por Denis García Salinas/Desde Mi Ventana
Dios ha muerto. Esa imprecación la escribió Federico Nietzsche hace muchísimos años. En ese tiempo nadie incineró sus libros que no variaban su contenido contra la religión y su defensa del superhombre. Ningún católico o evangélico juró matarlo por lo que consideraron la gran blasfemia contra Dios. No hubo hogueras en todas partes para acabar con este alemán, acusado de blasfemo, que criticaba al Cristianismo por su defensa a los débiles y ofrecerles un reino que no es de nuestro mundo. Sus libros El Anticristo, Así habla Zaratrusta y la Genealogía de la religión enfatizan, repetitivamente, sobre sus ataques a Dios. Nadie ha atacado con tanta furia a la religión como lo ha hecho Nieztsche. ¿Será que Europa era demasiado tolerante y civilizada? Protegía su mejor tesoro: La libertad de expresión. Nietzsche no solo atacó a Jesucristo, sino a la Virgen, a los santos o los objetos y lugares del culto.
Niezstche dijo de Jesucristo: "Este santo anárquico, que llamó a la revuelta contra el orden dominante al bajo pueblo, a los réprobos y pecadores. Ni la Iglesia le declaró la guerra ni los judíos formaron grupos de cazas como los formados para perseguir a los altos jerarcas de la Alemania Nazi que huyeron a América del Sur, tras la derrota del nazismo. En ese entonces, los gobiernos de Argentina, Uruguay y Brasil cobijaron a esos asesinos, entre ellos a Josef Mengele, 'El ángel exterminador' .Y Nieztsche sostenía: Las historias de santos son la literatura más equívoca que existe…es un simple pasatiempo de eruditos. ¡Hacer de Jesús un héroe!... ¡Y qué error la palabra genio!.
"He llegado al final y pronuncio mi veredicto. Declaro culpable al cristianismo, formulo contra la Iglesia cristiana la acusación más terrible que ha sido formulada jamás por acusador alguno. Se me aparece como la corrupción más grande que pueda concebirse; ha optado por la máxima corrupción posible. La Iglesia cristiana ha contagiado su corrupción a todas las cosas; ha hecho de todo valor un sinvalor, de toda verdad una mentira y de toda probidad una falsía de alma. Así hablaba Nieztsche. ¡Con el gusano roedor del pecado, por ejemplo, la Iglesia ha obsesionado a la humanidad! La "igualdad de las almas ante Dios", esa patraña...Llamo al cristiano la gran maldición, la gran corrupción soterrada, el gran instinto de la venganza para el cual ningún medio es bastante pérfido, furtivo, subrepticio y mezquino; le llama, en resumen, el borrón inmortal de la humanidad. Así pensaba Nieztsche.
Una filosofía que causa a los cristianos y evangélicos asco, horror, miedo y dolor. Un filósofo que daba pavor leerlo, pero otros tenía una extraña seducción por su lectura, que aún perdura. Y ese alemán engendró el mal en Alemania, donde Hitler con su pacotilla de criminales y sicópatas pretendieron dominar el mundo y crear un mundo para la raza aria y decapitar a las razas débiles, judíos, latinos, negros, gitanos, y comunistas. Su filosofía creó un monstruo.No obstante, ese pensador germano nunca sufrió un atentado de un fanático religioso ni de un izquierdista. Su vida terminó sin esos sobresaltos dramáticos que viven ahora periodistas y caricaturistas por publicar una caricatura contra el Profeta Mahoma. No hay duda que para la Iglesia católica Nieztsche es un blasfemo. En tiempo del oscurantismo hubiese sido acusado de herejes o descuartizado por dementes religiosos. En efecto, la blasfemia era castigada en el oscurantismo de la Historia porque ultraja, hiere y es una forma de violencia contra los símbolos considerados sagrados. Los teólogos e intelectuales aseguran que la blasfemia pretende dañar con crueldad la identidad misma de lo divino, la integridad moral de las personas más santas y de las cosas más intocables. Es un insulto soez que merece la muerte, según los extremistas islámicos de la actualidad.
En el mundo islámico Nieztsche habría que ocultarse en el país más remoto para evitar la persecución de esos dementes religiosos del mundo actual. Pues habría sido condenado a muerte como ocurrió con el escritor Salma Rushdie por escribir el libro Versos satánicos. El escritor hindú-inglés Rushdie estuvo en Nicaragua y su experiencia en nuestro país la plasmó en un libro. Años después (en febrero de 1989) el ayotolá Jomeini lo condenó a muerte. Pasó varios años oculto en Londres. Hubo también dos casos bastante sonados: la petición de pena de muerte para un niño pakistaní cristiano, acusado de blasfemar contra el Islam, o la retirada de las pantallas egipcias de la película El emigrante, de Youssef Chahine, por la misma causa. Y recientemente las caricaturas del semanario Charlie Hebdo, que causaron que dos fanáticos islámicos perpetraran la masacre en la sala de redacción de la revista el miércoles siete de enero en Paris,
Francia. Dos días después, los autores de la matanza (doce muertos) fueron abatidos por la policía francesa. Estos extremistas consideraban que las viñetas eran ofensivas contra el Profeta Mahoma.
En suma, podemos asegurar que una tempestad radical islámica se cierne sobre Europa y Estados Unidos. 2015 será tiempo de atentados, según lo han hecho saber los líderes extremistas del Estado Islámico. Sus líderes se aprovechan de chicos ignorantes y fáciles de manipular como los hermanos Cherif y Said Koudicheb, autores de la matanza en el semanario Charlie Hebdo. Mientras la Iglesia Católica evolucionó en el tiempo y dejó atrás su periodo de barbarie, el Islam, que se columpia entre el bien y el mal, promete a sus mártires 30 vírgenes en el cielo y la felicidad eterna. No se puede negar que el Islam tiene sus partes buenas, tampoco se debe despreciar su faceta violenta. En esos país árabes todavía se lapida, se cercena la mano a los ladrones y a las mujeres adulteras se les mata a pedradas. En Arabia saudita es prohibido poseer una Biblia e Irán se castiga a las chicas que cuelgan videos bailando en las redes sociales. Pero hay países como Turquía, antiguo imperio otomano, que se respira más libertad y tolerancia religiosa. Pero, ahora estamos frente a un Islam manipulado por fanáticos del Estado Islámicos, que decapitan aperiodistas extranjeros, y que no ocultan su idea de un gobierno mundial islámico.
