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Asedio a la Casa Blanca

Por Denis García Salinas/ Desde Mi ventana



Cuando llegué a Washington la Casa Blanca se me antojaba una residencia muy vulnerable, a pesar que allí vive el Presidente y su familia. Esa familia es la más protegida del mundo, por encima de Reyes y Reinas europeas. No vi a mi alrededor policía o algún sospechoso agente encubierto. Un sitio que, teóricamente, debería ser inexpugnable. Recuerdo que los compañeros latinoamericanos de viaje me tomaron una fotografía justamente en la verja que rodeaba la Casa Blanca. La gente caminaba normalmente por la acera y algunos turistas, que deambulan por allí, disparaban sus flashes. A simple vista parecía una residencia sencilla sin mucha vigilancia. Sinceramente, pensaba que cualquier lunático o suicida antiamericanos podría saltar la verja de hierro y penetrar hasta la puerta principal. O tal vez arrojar algún artefacto explosivo. Sin embargo, EE.UU aún no estaba bajo ataque. Nadie se había atrevido saltar la verja y tratar de llegar al edificio. Además, nunca imaginé un ataque sorpresivo a ese lugar. Los extremistas todavía no tenían como objetivo el Presidente de EEUU. Quizás por eso que Casa Blanca no estaba convertida en un búnker ni una fortaleza. La atmósfera de Washington era de paz y tranquilidad.

A diferencia de la Casa Blanca, en Nicaragua, muchos ricos han convertido sus residencias en inexpugnables fortalezas. En algunas hay hasta hombres armados. Incluso en barrios las puertas y las ventanas de las casas son protegidas por verjas metálicas y alambrados de púas. El incremento de la delincuencia ha obligado a las personas a contratar guardas de seguridad y colocar alarmas antirrobos. Que contrastes los países pobres aparentemente están mejor resguardados que la residencia del hombre más poderoso del mundo. Actualmente, la Casa Blanca está bajo asecho. EE.UU hoy por hoy es el país que tiene más enemigo, que odian su sistema de Gobierno y su estilo de vida American Life, que tanta atracción tiene en el mundo.

En la antigüedad en Oriente Medio aún se observan los restos arqueológicos de murallas fortificadas, construidas para defenderse de los asedios de los enemigos. En el Renacimiento y en la Edad Media los asedios dominaron en las distintas guerras. Hasta el gran Leonardo Da Vinci diseñó fortificaciones para los poderosos de ese tiempo. Hoy, las trincheras sustituyeron a las antiguas murallas y los búnkers reemplazaron a los castillos de los reyes. Esos asedios históricos parecen ahora cobrar vida en la edad moderna. Aunque el objetivo no es someter a la población de Estados Unidos al menos golpear duramente el poder imperial, simbolizado en la Casa Blanca. La vez que visité Washington en 1994, nadie vislumbraba un ataque terrorista semejante contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono por aviones obligados por suicidas del grupo de Osama Bin Laden. Desde entonces EE.UU ha estado bajo ataque.

La reciente intrusión de un hombre con cuchillo identificado como Omar González, veterano de la guerra de Irak, a la Casa Blanca ha despertado duda sobre la seguridad del presidente. Este hombre, de 42 años, saltó la verja distante a unos 70 metros de la fachada principal de la Casa Blanca donde vive el Presidente del país más poderoso de la tierra. Hubo una primera versión sobre la noticia de la irrupción del hombre sin empleo y que vive en la calle. La información decía que el desconocido corrió por el jardín hasta abrir la puerta principal, donde fue reducido por un agente del servicio secreto, encargado de proteger la residencia y al presidente Barack Obama. Se decía que había dejado cerca del lugar su automóvil, donde hallaron 800 balas y un machete. El descuido de los guardas de seguridad puso en entredicho el mito de la inviolabilidad de la Casa Blanca, ahora objetivo de extremistas antiestadounidenses. A los días del suceso (19 de septiembre) de la incursión en la residencia presidencial, Julia Pierson, que dimitió en la dirección del Servicio Secreto de Estados Unidos, dio una nueva versión de los hechos.

Ella aceptó que el hombre penetró por varias estancias de la residencia del presidente antes de ser sometido. "Lo que ocurrió es inaceptable y no volverá a pasar nunca más". En ese momento, Obama y su familia no se encontraban en la residencia, vigilada 24 horas al día siete días a la semana por francotiradores y perros de ataque. Los medios comentan que ese descuido podría haberle costado la vida del Presidente de EE.UU. En cualquier parte del mundo se preguntan cómo es posible que el Servicio Secreto, considerado el mejor equipo de seguridad del mundo, haya sido burlado por un simple hombre armado de un cuchillo, que pretendía, según las informaciones, informarle a Obama que la "atmósfera se estaba colapsando".

Imaginemos ahora que EE.UU, que está en guerra contra el grupo terrorista Estado Islámico, un hipotético ataque de un grupo de hombres fuertemente armados hasta los dientes o, en el peor de los casos, por suicidas que salten esas verjas y se lancen contra las puertas de la Casa Blanca como piras humanas. Si lo hicieron en el 2001 con el secuestro de aviones que luego impactaron contra las torres, símbolo del capitalismo, por que no esos sediciosos intenten destruir la Casa Blanca. Y otro descuido (que dicen ya no se volverá a repetirse) como el sucedido con el hombre que saltó la verja de la residencia de Obama podría significar un desastre total para ese país. Y la vergüenza para los sistemas de seguridad norteamericanos. Todo puede suceder. Incluso ex militares, que volvieron locos de Afganistán, Libia, Irak, podrían atacar ese blanco imperial.

A pesar que Estados Unidos ha estado bajo ataque en los últimos años, el Gobierno de ese país no ha convertido la Casa Blanca en un búnker y rodeada de soldados y policías encubiertos. No se observan alambradas sobre la verja ni se ve ninguna tanqueta estacionada en el lugar, como haría cualquier gobierno latinoamericano. Hay demasiada confianza del Gobierno de EE.UU de detener cualquier embestida a la Casa Blanca, a pesar que solo un hombre puso en jaque a todo el servicio secreto norteamericano. Justamente hace un año se estrenó en las salas de cine de Estados Unidos la mediocre película La caída de la Casa Blanca que narra un ataque destructivo de esa residencia para secuestrar al presidente. La ficción cada día se acerca a la realidad.

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