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La persecución más implacable de los siglos contra el libro más antiguo

Por Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana

No sé si la Biblia es de inspiración divina. ¿Es mito o historia? Me parece que fue obra de sabios, poetas, filósofos, e historiadores. No hay duda que hay mucha sabiduría e incluso ficción. No pertenezco a ninguna religión, aunque crecí en un hogar católico. Mi madre me enseñó a respetar las ideas y las creencias religiosas de las personas. Yo, sinceramente, no he sido un gran lector de la Biblia, a pesar de la atmósfera católica que reinaba en nuestra casa. Mi madre María Luisa Salinas Dávila, una católica practicante y piadosa, creía, literalmente, en ese Libro Sagrado. Ella me heredó su Biblia, cuyo contenido de las revelaciones y consejos compartía. La recuerdo como si fuese ayer, en su alcoba leyendo ese libro de pasta negra y orando con gran fervor. Una gran mujer que me dio las mejores enseñanzas que Universidades ni posgrados me pudieron dar. Me hizo un buen hombre, junto a mis hermanos.

Recientemente, leí el libro La Biblia ¿La palabra de Dios, o palabra del hombre? Su contenido y su prosa me causaron una honda impresión. Ahora que veo la Biblia de mi madre, me pregunto ¿Por qué tanto odio contra un libro? Las ideas siempre subvierten el orden establecido.

Esa obra es una historia dramática que me ha sorprendido por lo que han padecido los seguidores de este libro. Nunca un texto había desatado tanto odio y una implacable persecución a los que la poseían. El español Julián Hernández tradujo La Biblia al español para llevarla a España. Pero él fue delatado y capturado por la Inquisición Católica Romana. Lo quemaron vivo y a 20 personas que habían recibido el libro fueron también incineradas y otros condenados a cadena perpetua y azotados en público. Otros eran enviados a las galeras. Otro caso dramático fue el del inglés William Tybndale, educado en la Universidad de Oxford y profesor de Cambridge, quien se atrevió a traducir la Biblia del latín, lengua muerta, al inglés. Desde allí su vida fue un calvario. Tuvo que huir a tierra continental europea. Desafortunadamente, él fue detenido y declarado culpable de herejía y estrangulado. Su cuerpo fue quemado.

En el siglo XV muchos fueron calcinados vivos por el simple hecho de leer la Biblia. No concibo como es posible que se cometan esa clase de atrocidades y lo peor que se produzca en pleno siglo XXI. En aquellas épocas lejanas, los mismos cristianos querían fosilizar la Biblia, se prohibía que se tradujera ese texto al idioma de la gente común. Hasta los papas Gregorio VII e Inocencio III se opusieron a que la Biblia fuera traducida a ese lenguaje del pueblo. Mandó a quemar todas las Biblias en lengua alemán. Ellos querían que el libro permaneciera en Latín, lengua muerta. El emperador Diocleciano quiso también destruir la Biblia, y Nerón, cruel perseguidor de los cristianos, legalizó la muerte para los creyentes. En 1541, el conquistador español Jerónimo López afirmó: "Es un error muy peligroso enseñar ciencia a los indios y todavía lo es más poner la Biblia [...] en sus manos". Él se oponía que el protestantismo llegara a América indígena. En 1229 el sínodo de Tolosa, Francia, prohibió que "los legos" poseyeran la Biblia en la lengua común. Igualmente sucedió en España e Inglaterra.

A pesar de eso, muchos siguen leyendo la Biblia. Pero esa cacería cruel no es solo cuestión de la Edad Media. Es increíble, pero en la actualidad esa persecución está vigente. Nunca he ido a Corea del Norte, gobernada por la familia de Kim Il Sung. La información que poseo es la que me ofrecen la televisión y los periódicos. A través de estos medios he visto un mundo misterioso y cerrado. Una sociedad que se antoja sombría y pobre. Las noticias difundidas informaban sobre hambrunas que padecía ese país que, paradójicamente, posee armas nucleares. Perennemente Corea del Norte, respaldada por China, vive en un pulso con Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos. La televisión muestra dos mundos distintos en las dos Corea. La del Norte sombrío y angustiante, y la del Sur, con su multicolor y pujante capitalismo. En Corea del Norte no hay elecciones y gobierna Kim Jong-un, nieto de Kim Il Sung. Allí se desprecia la cultura imperial occidental, pero él es admirador del ex jugador de baloncesto Denny Rodmann, símbolo de American way of life. Rodmann estuvo con Jong-un disfrutando en una de las islas de Corea durante siete días. Él posee varios autos de lujos.

Pero no quiero referirme a sus ostentaciones, ni a las dificultades económicas que atraviesa esa nación, sino a las noticias que provienen de allí. Jeffrey Fowle, de 56 años, llegó a conocer Pyongyang, su capital, y en una oportunidad olvidó su Biblia en un baño del hotel. Él no sabía que la ley prohíbe poseer una Biblia. A quien se le encuentra es castigado con la pena de muerte. Eso dice la prensa. No me consta. Igualmente la cruz, símbolo máximo del cristianismo, está prohibida. A pesar de esa ley, él fue liberado. No sé si será verdad, pero las noticias hablan de la ejecución de 80 personas que tenían la Biblia en sus casas. Los familiares y cómplices son enviados a campos de prisioneros. La Biblia es considerada una biblioteca de 66 libros. Se dice que Siglos antes del nacimiento de Cristo, judíos o israelitas files escribieron (en hebreo) los primeros 39 libros, llamado el Antiguo Testamento. Los cristianos redactaron los últimos 27 libros en griego, conocidos como el Nuevo Testamento. Esos 66 libros fueron escritos en 1,600 años. Mientras la polémica se ha eternizado en torno a esas dos posiciones: La Biblia Palabra de Dios?, O ¿Palabra del hombre? sus enemigos insisten en destruirla.

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