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De la violencia del fútbol en la Edad Media al mordisco de Suárez

Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana


El mordisco del delantero Luis Suárez en el hombro del jugador  italiano Chiellini en la Copa del Mundo en Brasil sacó a la superficie la violencia en la práctica del fútbol.   La acción de Suárez es reprochable, pero la mayoría de personas, incluidos comentaristas y el propio afectado por el ahora célebre mordisco, consideran que la sanción es extremadamente exagerada. La Fifa ha dramatizado el castigo de Luis Suárez, quien ya pidió perdón a Chiellini, a su familia y al público. El fútbol, quiéranlo o no, siempre ha estado asociado a la violencia. En las calles y gradas de un estadio. Hace meses se produjo en un estadio de Brasil un hecho sin precedente.  Un árbitro sacó tarjeta roja a un jugador y se armó una encolerizada discusión. El juez del campo sacó un puñal y lo enterró al jugador que le reclamaba.  Los hinchas y familiares del futbolista saltaron      a la grama y descuartizaron al árbitro y le arrancaron la cabeza.  Ese horrendo caso terminó en la cárcel para los involucrados.  El fútbol, como otros deportes, es capaz de causar actos dementes.

Otros deportes son también violentos. Los jugadores de Hockey se agarran a trompadas y patadas. Esa violencia es permitida. En el 2002, en un partido de Hockey sobre patines entre equipos infantiles se salió de su momento de alegría cuando el árbitro expulsó a unos de los chicos jugadores. El padre enloquecido saltó a la cancha y mató a golpes al juez. El tribunal de justicia condenó solo a seis años de cárcel al agresor. ¿Eso vale una vida: seis años? En Gran Bretaña los Hooligans desata n el caos en las calles cuando juegan sus equipos de fútbol. Allí no solo se producen golpes entre los hinchas, sino también destrucción de propiedades privadas y públicas. Tiene que intervenir la policía antidisturbios. Los Hooligans proceden de los estratos bajos de la clase obrera. Esa ferocidad obedece a su amor a los colores del equipo y su odio a sus rivales. En muchos países, Brasil, Argentina, Italia, Inglaterra e incluso México las gradas se parecen más bien a un teatro donde los pobres traducen sus descontentos de la situación económica con actos de violencia. Las barras bravas más conocidas son los Hooligans en Gran Bretaña y en Italia los "Tifossi".

Después del famoso mordisco de Suárez, que ha sido  ridiculizado en las redes sociales y aprovechado en China para vender abrelatas con los dientes del jugador uruguayo, la polémica sobre la acción sacó también de sus cabales a comentaristas del programa de ESPN Fútbol Picante. Dos de esos señores, uno de ellos defendía la FIFA y desaprobaba lo hecho por Suárez. Otro, un mexicano, de apellido Faitelson, que, en mi opinión, es muy acertado con sus juicios, polemizaba con el comentarista uruguayo. El debate sacó de sus casillas a los comentaristas al extremo que el conductor principal del programa pidió, en el siguientes programa,  a ambos que se disculparan ante la audiencia. Pensemos un momento sobre la actuación de estos periodistas, que perdieron  los estribos, sin estar sometido a la presión de ganar al adversario en esta Copa Mundial. Imaginemos ahora a unos jugadores de fútbol, extremadamente cansados, estresados, y soportando el calor infernal de Brasil y pensando en defender el color de su bandera, y de su camisa cometer cualquier acto impropio. Cualquiera se sale de la cordura y respeto al adversario.

Un día antes del suceso de Suárez, dos jugadores de Ghana casi se lían a golpes. Si los comentaristas aludidos no pudieron guardar la cordura y el respeto a la audiencia, que puede esperarse en una cancha de fútbol cuando las barras de hinchas gritan y apoyan a su equipo respectivo. O recordemos el caso de Mike Tyson que le arrancó un pedazo de oreja a Holyfield, enojado porque iba perdiendo. Tyson actuó desesperadamente y en un acto de impotencia. Igualmente hizo Luis Suárez que quería ganar el partido para su equipo y país. Pero la diferencia en la sanción de Suárez con Tyson fue que no recibió ninguna sanción monetaria ni disciplinaria por la organización de boxeo.

La crueldad en el fútbol no es producto del Siglo XXI. La violencia se remonta desde la Edad Media. En Grecia el "deporte olímpico de combate del fútbol", llamado "Pancracio" era, literalmente, un juego lleno de brutalidad. Los jugadores parecían estar en un estadio romano o en un combate a muerte.  Había de todo: patadas, mordiscos y torceduras de piernas y brazos.  Las graderías alimentan esa crueldad con sus gritos y aplausos.  La sangre aviva el ardor tanto en las gradas como en el campo de fútbol. Este deporte dio origen a deportes también violentos: el rugby, el fútbol americano y el fútbol australiano. Los historiadores arguyen también que el fútbol ya existía en las culturas Mayas, egipcias y chinas. En la antigüedad, los primeros códigos se caracterizaban por tener pocas reglas a pesar de que la violencia imperaba en cada juego. En Inglaterra, cuna del fútbol, nació el "Fútbol carnaval". Era tal la atrocidad de ese deporte que obligó al rey Eduardo III a emitir un decreto que prohibió ese juego.

Cuentan los historiadores que en 1849 se reunieron diversos colegios ingleses en la Universidad de Cambridge para crear un código (llamado de Cambridge) que dio base a los reglamentos del fútbol moderno. En 1863 se oficializan las primeras reglas del "fútbol de asociación," caracterizado por ser menos brutal. Ha transcurrido el tiempo, pero el deporte sigue siendo violento, aunque menos bárbaro que en la antigüedad. Pero el fútbol ha desatado guerras entre países. En 1969 una discordia por un juego de fútbol entre Honduras y El Salvador desató lo que se llamó impropiamente la "Guerra del Fútbol". Eso solo fue un pretexto a una crisis nacional. También otro episodio de salvajismo se produjo cuando los equipos La Estrella Roja de Belgrado y El Dínamo de Zagreb concluyó en choques callejeros en 1990 que precipitaron la Guerra de Yugoslavia. Pero el fútbol también ha contribuido a declarar una tregua en Costa de Marfil, asolada en ese entonces (2005) por una guerra. En la actualidad la brutalidad en el fútbol está legalmente prohibida, pero en las gradas esa violencia es tolerada e incluso aplaudida con gran entusiasmo por los hinchas enardecidos por el alcohol. 

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