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EDICCION ESPECIAL POLICIA 2012
EDICCION ESPECIAL EJERCITO 2012

La renuncia del papa Benedicto XVI abre múltiples interrogantes

*Abandonará el Pontificado el 28 de febrero

 

 

 

 

 

La renuncia de Benedicto XVI ha sido un paso insólito -al menos en los últimos seis siglos- que abre varios interrogantes sobre el futuro de la Iglesia católica. El más obvio es quién será su sucesor, si el cónclave elegirá a otro pontífice europeo -quizás italiano- o se atreverá a confiar la silla de Pedro, por primera vez, a un representante del Tercer Mundo, de América Latina o de África, las regiones del planeta donde el catolicismo es más dinámico, por crecimiento de fieles y vocaciones religiosas.

Derecho Canónico contempla renuncia de Papa

Aun así, la decisión de Benedicto XVI no carece de base jurídica. El Código de Derecho Canónico, (una especie de Constitución interna de la Iglesia), promulgado por su antecesor, Juan Pablo II, en 1983, contempla la posibilidad de que un Papa dimita. En el capítulo primero, de la sección primera, de la segunda parte de la Constitución jerárquica de la Iglesia, canon 323, apartado dos, se señala: "Si el romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie". Dicho en otras palabras, el Papa puede tomar la decisión soberana de abandonar, cansado de llevar sobre los hombros la pesada carga de una institución en crisis, que no quiere, no sabe o no puede adaptarse a los nuevos tiempos.

 

 

 

 

 

Movimientos ultracatólicos ganan la partida

El papado de Joseph Ratzinger pasará a la historia por sus intentos —tardíos pero sinceros— de limpiar la imagen de la Curia y de la Iglesia, mancillada por los miles de casos de abusos a menores ocurridos en los últimos 50 años en instituciones y colegios católicos de medio mundo, y por la sistemática tarea de ocultación que emprendió la jerarquía durante el reinado de su antecesor, Juan Pablo II. Es verdad que Ratzinger fue el brazo teológico de Wojtyla en la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero mientras el Papa estuvo vivo la consigna fue tapar y proteger a las ovejas descarriadas, y sobre todos ellos al líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, elevado al altar de asesor principal de Wojtyla e inmune a toda condena pese a la tímida oposición de Benedicto XVI, que solo pudo poner orden cuando llegó al trono de San Pedro y que finalmente puso bajo tutela al movimiento entero.
El ortodoxo cardenal alemán de alma tridentina ha sido durante su mandato un Papa solo, intelectual, débil y arrepentido por los pecados, la suciedad y los delitos —él empleó estas dos palabras por primera vez— de la Iglesia, y rodeado de lobos ávidos de riqueza, poder e inmunidad. La Curia forjada en tiempos de Wojtyla era una reunión atrabiliaria de lo peor de cada diócesis, desde evasores fiscales hasta abogados de pederastas, pasando por contrarrevolucionarios latinoamericanos y por integristas de la peor especie. Esa Curia digna de El Padrino III siempre vio con malos ojos los intentos de Ratzinger de hacer una limpieza a fondo, mientras los movimientos más pujantes y rentables, como los Legionarios, el Opus Dei y Comunión y Liberación, torpedeaban a conciencia cualquier atisbo de regeneración.

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