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La revancha musulmana

Por Denis García Salinas/Desde Mi Ventana

La Historia de la humanidad, aseguraba Karl Marx, ha sido una lucha de clases. Sin duda, esa afirmación es difícil de objetar. Sin embargo, el autor de El Manifiesto Comunista no barruntó los cambios abruptos que se producirían en el devenir de la Historia. Ese "pecado original" de las guerras y las clases tomarían senderos inexplorados. El sentido de las guerras se modificaría con el tiempo. Y la lucha de clases se congelaría en el espacio. Pero no podemos culpar a Marx, pues nadie puede adivinar lo que ocurrirá en el futuro. Harto espinoso es alumbrar en la oscuridad del futuro y pronosticar con certeza el horóscopo del mundo. La vida nada tiene que ver con los farsantes que leen los horóscopos de los cándidos en la televisión. Otros científicos sociales e historiadores han expuestos tesis discrepantes sobre la lucha en el globo contemporáneo.

El otro día leía un artículo de Keppel que argüía que los últimos acontecimientos que se suscitan en el mundo obligan a pensar que estamos frente a la "Revancha de Dios". Hace algún tiempo Samuel Huntington escribió un ensayo que lo convirtió en libro: "El choque de civilizaciones", nombre inspirado en las tesis del historiador inglés Arnold J. Tonbee (La Civilización puesta a prueba). Huntington sostenía que el próximo conflicto mundial sería entre civilizaciones y no entre ideologías ni entre Estados-nación. Ese choque de civilizaciones dominaría la política mundial, explicaba Huntington en respuesta a Frances Fukuyama. Éste sorprendió con su polémico libro El Fin de la Historia o Fin de las ideologías en el mundo, luego del derrumbe estrepitoso de la Unión Soviética con sus satélites y su paradigmático Muro de Berlín, la vergüenza del llamado socialismo.

Cuando acabó la Guerra Fría el conflicto entre las dos grandes potencias Estados Unidos y la ex Unión Soviética dejó de ser un peligro. La guerra atómica y nuclear no solo amenazaba la existencia de los dos contendientes y convertir en ruinas todo el globo, sino la supervivencia de la especie humana. El orden internacional dejó de ser bipolar y se convirtió en multipolar. El ascenso meteórico en términos económicos de China ha causado un inusual desconcierto mundial. Ahora bien, la Historia ha sido testigo de guerras entre príncipes y reyes, luego entre Estados Imperiales (las dos últimas guerras mundiales, Inglaterra, Francia y EE.UU contra Alemania, Italia y Japón)) y guerras en otros países entre EE.UU y la URSS, y conflictos entre Estados pequeños y potencias medias (Israel contra los países árabes en la Guerra de Yom Kipur y la Guerra de los Seis Días). Nicaragua vivió también una guerra con ecos lejanos de Guerra Fría, pero quedó cegada, momentáneamente, por el relámpago de la revolución. El país se partió, pero luego las partes se unieron. El objetivo de muchas de estas guerras ha sido por territorio, por el petróleo, por ideologías y por la supremacía mundial.

A esas guerras y clases se han sumado ahora los nacionalismos y el racismo particularmente en Europa y Medio Oriente. Los radicales del Islam han declarado la guerra a Europa y, en particular a Francia. Allí dos hermanos fanáticos y adoctrinados penetraron al semanario Charlie Hebdo y desataron una orgía de sangre. Los cadáveres de los principales creadores de las caricaturas que se mofaban de Mahoma quedaron esparcidos por la redacción de la revista considerada infame por los iracundos islámicos. Tras los atentados, el Gobierno, los partidos de derecha, izquierda y gente de a pie se manifestaron con la consigna "Je suis Charlie". En ese instante se olvidaron de las diferencias políticas y la indiferencia de muchos franceses hacia la revista iconoclasta. A pocos días del atentado en París, en la capital de Níger, Niamey, quemaron al menos una docena de iglesias católicas en protestas por el último número de Charlie Hebdo en que aparece el lema 'Je suis Charlie' (Yo soy Charlie), bajo el titular "Todo está perdonado". La sublevación islámica apenas empieza. En los países musulmanes se ha encendido el odio contra el seminario que ofendió a Mahoma. Grandes manifestaciones se sucedieron en distintas capitales árabes.

En ese momento de indignación y rabia, todos estaban unidos en Francia, pero días después hasta el Papa Francisco aseguraba que no se podía ofender a una religión de la manera que lo ha hecho el semanario satírico e irreverente. La libertad tiene sus límites, que hay que respetar. Pero ese libertinaje del semanario que ultrajó a los fieles del Profeta tampoco justificaba ese horrendo crimen y semanas después el incendio de las iglesias en Niger. No se puede ofender a Mahoma de esa forma tan vulgar, poco inteligente e imaginativa. Pero tampoco es admisible tanta violencia absurda islámica. Ahora que el tiempo ha transcurrido y los ánimos coléricos-con justa razón- se han apaciguado, podemos reflexionar. En Francia, tenemos enfrente dos radicales, los caricaturistas de Charlie Hebdo y los exaltados islámicos. Confieso que tengo admiración por los primeros, pero creo que se extralimitaron. En tanto, los miembros radicales de Al Qaeda se han atribuido el acto terrorista contra el semanario francés y no solo eso han anunciado más actos de barbarie. Mientras tanto, las potencias europeas y norteamericanas han redoblado su ofensiva contra Iraq y las guaridas de los terroristas.

"Mahoma desbordado por los fundamentalistas" y de su boca sale la siguiente expresión: "Es difícil ser amado por idiotas".

Por fortuna Francia es un país civilizado y no ha pretendido resucitar la guillotina que causó en la revolución francesa la gran matanza que vació las cárceles de delincuentes, izquierdistas, derechistas y aristócratas. Esa navaja "escupió sus cabezas a la cesta", particularmente en Lyon en la época que el procónsul, seminarista y oportunista José Fouche provocó una tempestad de odio y muerte. Francia dejó la cuchilla en el pasado y no ha desatado una cacería de musulmanes. Por dicha esa "atmósfera volcánica", que decía Stefan Zweig, quedó inhumada en ese país europeo, que conoció uno de los más tristes capítulos de su revoltosa historia. Las cabezas de los grandes intelectuales, convertidos en dictadores como Robespierre, rodaron por el suelo ante el grito histérico del pueblo en la plaza. Pero en la manifestación reciente en París no clamaron por las cabezas de los musulmanes. Incluso los musulmanes franceses se unieron a la marcha en protesta por la crueldad contra el semanario. A pesar de esa unidad francesa-musulmana en París, en el exterior está germinando la revancha musulmana, la revancha, como dirían los radicales, de Alá contra Europa y, en particular, contra Francia, aliada de las coaliciones imperiales en África y Medio Oriente.

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