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¿Por quién doblarán las campanas en 2015?

Por Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana


Hoy volvemos a la vida cotidiana. Tras sonar las doce de la noche del 31 de diciembre, la costumbre es abrazar y saludar a nuestros vecinos, amigos y familiares. Nuestros amigos y familiares nos llaman para desearnos un feliz y próspero año nuevo. Ya no necesitamos ir a casa rápido y tomar el teléfono convencional. Ahora solo marcas el móvil y saludas a tus familiares y amigos en cualquier lugar donde se encuentren. Atrás quedó 2014 con sus alegrías, tristezas, sueños, triunfos, fracasos, nacimientos y muertes. Muñecos de trapos, cargados de triquitracas y bombas, simbolizando el año viejo, fueron quemados en distintos sectores del país, despidiendo el 2014. Para unos quizás fue un buen año; para otros una tragedia. Así es la vida. El nuevo año 2015 ha sido recibido con coloridos fuegos artificiales. Ese nuevo año empezamos con la sempiterna ilusión de que todo será mejor para todos y el país, aunque esto solo sea un simple deseo.

Como una macabra broma de la vida generalmente cuando finaliza el año se suscitan tragedias en distintos lugares del planeta. Incluso cerca de tu casa, en el vecindario, alguien murió. Otras ocurren lejos de nuestra ciudad. Mientras el año 2014 estaba en coma un Airbus 320-200, que despegó de Surabaya, en Indonesia, el lunes 29 de diciembre, se precipitó al mar. 162 personas viajaban en el vuelo QZ8501 de AirAsia. Los pasajeros y la tripulación ya no llegaron a sus respectivas casas a celebrar junto a su familia la fiesta de fin de año. Esa fecha, sin duda, jamás será olvidada por los familiares de las víctimas. A partir de ese día infausto, la navidad ya no volverá a ser la misma. Solo el tiempo, que dicen cura las heridas, les hará sobrellevar esa fatalidad de lo que han llamado el destino.

La paz pareciera que nunca se logrará en el mundo. Las guerras, se antojan, repetitivas. Es un lúgubre círculo vicioso. Nunca acaban. Sin embargo, el 28 de diciembre pasado, EE.UU dio un paso hacia adelante en la guerra inacabada de Afganistán. En ese país, EE.UU impuso dos presidentes títeres, el primero corrupto y el segundo manejado por la embajada norteamericana en esa nación. Esa potencia puso un acento prosódico en esa larga guerra de trece años y ahora derivada contra los talibanes. Para Washington ha sido harto difícil decir ante la prensa: "Misión cumplida" en un país extraño y lejos de su hogar. Allí en esas tierras desconocidas han muerto más de 2,000 soldados americanos. Y miles regresaron a su nación inválidos, sin piernas, y muchos, con su psiquis retorcida y que marcarán sus vidas para siempre. Esos los locos que llegan a su patria, desquiciados, con una memoria bélica y de cuando en cuando disparando a diestra y siniestra. Pero la tarea no ha terminado en Kabul. Las tropas tienen que enfrentar a los extremistas del Estado Islámico, que han degollado a norteamericanos y europeos.

En la guerra en Afganistán murieron más de dos mil militares estadounidenses y casi 20 mil heridos, solo superado por la guerra en Irak, donde perecieron, entre 2003 y 2011, casi 4,500 norteamericanos y más de 32 mil resultaron heridos, según informes periodísticos que citan fuentes militares. A pesar de todo, EE.UU está en una encrucijada: No puede abandonar militarmente Kabul, porque podría caer en manos de los extremistas Talibanes. Esa espina (talibanes y Al Qaeda) no se la ha podido sacar el Pentágono. Por tal razón, la retirada no es completa.

En Irak se produjo también una de las guerras más largas de la historia. Los marinos regresaron a casa tras años de guerra ininterrumpida en Irak, invadido en el 2003 para desalojar a Saddam Hussein y su familia, muertos como ratas en un desierto. EE.-UU creía que Saddam tenía armas nucleares. Al final resultó falsa la acusación. El país quedó virtualmente destruido tras ocho años de guerra. Ese largo episodio bélico concluyó en 2011. "Los americanos se marchan pero la guerra continuará. El resultado está por decidirse," vaticinó el historiador militar Andrew Macevich. Siria es otra guerra inacabada. Parece no tener final. Allí han muerto más de 70 mil personas, casi 20 mil civiles, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. De esa cifra, de los civiles, al menos 3.501 eran menores de edad y 1.987 eran mujeres.

EE.UU también libra una guerra ruidosa en su propio vecindario. Una batalla peculiar entre sus propios ciudadanos. Antes de terminar el 2014 un pequeño poblado de San Luis, Misuri, acaparó los titulares de la prensa nacional y mundial. El hecho que los ciudadanos votaron para llevar a Barak Obama a la Casa Blanca, eso no significaba el fin de la discriminación racial en el país más poderoso de la tierra. El racismo es un cuerpo insepulto. Está en los genes de los gringos. Michael Brown, un adolescente afroamericano, murió a manos de un policía blanco, en agosto del año pasado, pero todavía a finales del 2014 negros y blancos estaban en pie de guerra contra la institución policial y su justicia. Esa acción dejó claro que el racismo no había sido enterrado para siempre en una sociedad que se dice igualitaria y democrática. El mundo quedó nuevamente impactado cuando la televisión proyectaba las imágenes de Eric Garner, un padre de familia afroamericano, estrangulado por un agente de policía, mientras otros seis lo reducíana el suelo a punto de sopapos. Su delito: Vender cigarrillos en la calle. En noviembre pasado, otra triste historia ocurrida en Cleveland, sacudió las conciencias del mundo. Tamir Rice, un niño afroamericano de 12 años, murió luego que un policía le disparó cuando el niño blandía una pistola de aire comprimido.

El antiguo imperio socialista ruso también tuvo un año fatal en 2014. Putín, actuando como un zar, anexó la península de Crimea y respaldó la secesión del Este de Ucrania. Ese conflicto apenas empieza en esa parte del mundo. Pero es Estados Unidos el que ha jugado un papel más beligerante en la política internacional, sobre todo, con la última jugada de ajedrez de Barack Obama de anunciar el 17 de diciembre del 2014 el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, iniciando así el fin de un viejo conflicto que arrastraba desde la extinción de la Guerra Fría. El partido de ajedrez entre La Habana y Washington apenas empieza. Ya veremos cómo los dos viejos jugadores mueven sus piezas en este partido en que Cuba tiene que jugar de manera inteligente. Por el momento queda en el aire la pregunta: ¿Por quién doblan las campanas?

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