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La maldad en el hogar

Por Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana

Uno nunca se imagina que en el propio hogar esté anidada la maldad. Hoy les contaré dos casos de perversidad humana. Uno acaba de suceder en ese México impío y el otro ocurrió hace muchos años en la inocente y bucólica Managua. De éste último fui testigo. El primero es un caso de esclavitud en pleno siglo XXI. La dramática historia de una joven llamada Zunduri, empezó cuando su madre la dejó en la casa de una amiga que poseía una tintorería en un barrio pobre del Distrito Federal para irse a trabajar a Monterrey. La mujer nunca regresó. Su hija empezó a trabajar en la tintorería planchando por un mísero salario. Después la chica se enamoró de un joven y abandonó la casa. Al poco tiempo el enamorado la dejó por lo cual ella tuvo que volver a pedir empleo a la tintorería. Allí comenzó su calvario. Le dieron el empleo, pero ya no le pagaban. Más bien la acusaban de estropear la ropa y por eso empezaron a pegarle con un palo, luego con un alicata y cables de la plancha. Su peor verdugo era Leticia, quien ahora ante las autoridades alega que lo hacía porque la chica "era muy violenta y no obedecía cuando se le ordenaba hacer las cosas". Así confesaba su delito, pero en derecho la confesión dejó de ser la madre de las pruebas en un juicio.

Lo peor estaba por venir. Leticia, sus hermanas Fanny, Ivette y Jeannete Hernández Molina y José de Jesús Sánchez Vera la acusaron de robarse cien pesos mexicanos y de pretender huir de la casa nuevamente. El castigo fue encadenarla con grilletes en un cuarto hermético para que no escucharan los vecinos los gritos de la chica esclavizada y torturada. Desde entonces, ella ya no podía salir a la calle; esa pesadilla se prolongó por espacio de 17 meses. Había enflaquecido y tenía la apariencia de una niña de 17 años. No le daban de comer y más bien la castigaban cruelmente. Cuando todo parecía que terminaría muriendo por extenuación, la familia salió a una fiesta y se les olvidó colocarles los grilletes. Ella aprovechó esa circunstancia feliz y huyó de la casa. Hoy sus verdugos enfrentan responsabilidad penal entre 15 y 40 años. Hoy Zunduri quiere recobrar su vida, pero con su cuerpo estropeado por las golpiza, el hambre y la presión psicológica. Cuando suceden esos casos en México, solo puedo decir pobre pueblo mexicano. Pareciera que se ha incubado, para siempre, el mal en esas tierras.

El otro caso sucedió hace muchos años en Managua cuando todavía los managuas vivían una existencia apacible, lejos del mundo violento de hoy que leemos en los diarios y vemos en la televisión. Recuerdo que mi madre María Luisa Salinas Dávila, QEPD, suscribió un documento en la que se denunciaba el maltrato, casi tortura, de un niña por una mujer obesa y mayor que vivía contiguo a nuestra casa. La denuncia había sido firmada también por la mayoría de enfermeras, doctores y empleadas del INSS occidental y del barrio, testigo de aquella desgracia que vegetaba en el cuerpo de esa niña. Aquella infante era golpeada duramente por esa señora por puro placer y por presuntamente "disciplinar" a la niña que le servía prácticamente como "empleada doméstica" sin goce de salario. La chica estaba aterrada. Cuando pasaba a hacer sus mandados, bajaba su rostro macilento y golpeado ante las miradas curiosas de los vecinos. Era explotación infantil, descaradamente. La señora, así la llamaba mi madre por el respeto que me enseñó de no llamarla "vieja, " le laceraba con sus fajazos sus piernas y manos. Aún recuerdo la carita triste de esa niña lastimada. Nosotros como vecinos escuchábamos los gritos de la mujer y el llanto de la muchachita. La vida de esa niña era un verdadero suplicio.

Cuando se puso la denuncia no existía ni se soñaba con un Código de la Familia, como el aprobado por la Asamblea Nacional. En estos tiempos a esa niña se la hubiesen arrancado de los brazos torturadores de la anciana o ella hubiese tenido que enfrentar a las autoridades judiciales de la actualidad, defensores acérrimos del derecho de los niños y niñas. Quizás por ser mujer valetudinaria, ella se habría salvado de parar con sus huesos en la cárcel, como merecía. En esa época aquella muchachita no tenía una vida normal de niña. No iba a la escuela ni tenía derecho a jugar con las niñas vecinas. Vivía en una casa convertida en una penitenciaría. La señora-léase vieja por mala- tenía vínculos con la Guardia Nacional de esa época o tal vez el dinero que poseía la hacía creerse intocable. Después que ella conoció la denuncia, mandó a traer a dos guardias mal encarados y los apostó afuera de su casa, para intimidar al barrio que la había denunciado y, en particular a los vecinos de aquella mala mujer que maltrataba a diario a la muchachita.

Recuerdo que a esa casa llegaba un hombre de mediana edad en un automóvil y cuando bajaba del vehículo nos lanzaba miradas desafiantes y malévolas, al igual que el resto de familia que viajaban con el que me parecía era hijo de esa decrépita mujer cuyo corazón estaba lleno de odio hacia aquel angelito sometido y temeroso. Al poco tiempo, la mujer abandonó el barrio y nunca supimos del destino de esa niña, que ahora debe de ser una persona de unos 47 años de edad aproximadamente. Me imagino que el hombre delgado y de mediana edad ya debe de estar muerto. No sé si los hijos de ese hombre se recordarán de ese triste capítulo de sus vidas y de la miserable vida que le dieron a la muchachita, mientras ellos disfrutaban su existencia. Hoy, afortunadamente, la población cuenta con un Código de la Familia que establece el régimen jurídico de la familia y sus integrantes. Este Código protege a los niños y a las niñas de abusos y maltratos en el propio hogar.

El caso que detallé arriba no se repetiría en la actualidad con vil impunidad como sucedió en el pasado. Esta herramienta jurídica fundamental para la sociedad nicaragüense contempla derechos y obligaciones principalmente de la niñez, adolescencia y adultos mayores. Las ventajas de ese texto legal es, que aglutina en un sólo código el procedimiento judicial con un nuevo sistema de justica oral y así cumplir con el acceso efectivo a la justicia pronta. "Este código reconoce el precepto constitucional que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad, que debe estar protegida por esta y el Estado", señaló el vicepresidente de la Comisión de la Familia de la Asamblea Nacional Carlos Emilio López. A pesar de que el país posee ese Código, no quiero ser muy optimista, pero también en Nicaragua se suceden desgracias, aunque no como la malaventura de México. Aquí hay hijos que abandonan a sus padres ancianos u otros que golpean a sus niños y otros que les roban sus pequeñas fortunas, como un reciente caso que salió en todas las redes sociales.

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