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 Los errores insepultos
del periodismo escrito

Por Denis García Salinas/ Desde Mi ventana

Cuando escribo trato de ajustarme a los hechos y evitar cometer errores. Sin embargo, confieso, nuestra profesión periodística, acicateada por la urgencia, sufrimos, a veces, tropiezos. A la vista dejamos lamentablemente el error como un "cadáver" insepulto en las páginas impresas. En la radio y la televisión los errores se los lleva el viento. En cambio, nuestros deslices quedan allí como una evidencia de nuestro pequeño crimen. Dice un refrán que repiten los grandes maestros del periodismo que los "médicos entierran a sus errores; los periodistas los publicamos". Articulistas, editoriales, y redactores estamos condenados a equivocarnos, aunque tratemos de hacer un trabajo limpio y transparente. Somos humanos; no somos perfectos. La urgencia de la entrega de nuestros escritos, a veces, nos conduce a errar el tiro. Pero esto no debe de ser una justificación.

Los lectores siempre advierten nuestros errores y muchas veces algunas publicaciones pecan en no reconocer sus fallas, lo que molesta a los lectores. Algunos diarios temen aceptar sus errores porque creen que pierden credibilidad. Otras personas que son aludidos en una noticia o un artículo reaccionan disgustados y envían su postalita, algunas veces escrita con el hígado u otros quieren imponer a la jefatura de redacción sus comentarios antojadizos y poniendo condiciones. La directora de Bolsa de Noticias, María Elsa Suárez, ha sabido lidiar con esas quejas y ella, muy diplomática, ha accedido a publicar esas postalitas siempre y cuando sean escritas con respeto y ética, pues muchas cartas de quejas resultan, muchas veces, contraproducentes. Los periodistas, principalmente los de televisión, creen que tienen la verdad y que son infalibles. Ese pequeño poder del periodista lo marea al extremo de creerse intocables y superiores, principalmente en las sociedades desarrolladas.

Y no solo eso,  ese poder los hace implacables con los errores que cometen otras gentes (políticos, artistas, deportistas, funcionarios, etcétera). Mientras muchos periodistas esconden sus errores o no  los quieren reconocer, los periodistas agrandamos los errores de otros. La mayoría de los periodistas no quieren reconocer esos yerros porque duele admitirlos ante el público. Por eso prefieren que otro programa haga olvidar al televidente que se cometió esa falta. Ellos piensan que el lector o televidente no advertirá el error y los olvidará fácilmente. Es una gran equivocación. Pero los periodistas profesionales y honestos admitirán que se equivocaron.  El periodista español Alex Grijelmo asegura que un "periodista honrado debe ser  el primero en comunicar su error, tanto a sus jefes como a sus lectores. Y sin tapujos (…) El reconocimiento claro de la meteduras de pata beneficia al propio periódico, pues los lectores verán que antepone la verdad a su propio prestigio profesional (lo cual redundará…en su mejor prestigio profesional)".  Cuando un medio de comunicación admite su error, el lector o televidente cree más fervientemente en su periódico o programa de televisión.

En muchos países ricos y en desarrollo existe el defensor del lector, figura extraña en Nicaragua, aunque teóricamente tiene vida.  Esos defensores son vitales en un medio de comunicación porque él está vigilante a los errores que cometemos los periodistas. A ese defensor le toca desenterrar el error y exhibir el "cadáver", en otras palabras jurídicas, el cuerpo del delito, la evidencia. Ese defensor es creado para enmendar ese entuerto y hace sus recomendaciones, tras investigar el problema, para que ese yerro no se vuelva a repetir en detrimento del diario, radio o canal de televisión. En esos países se promueve el defensor del lector para que los periodistas sean más acuciosos, profesionales y cuidadosos a la hora de redactar sus notas periodísticas.

El defensor del lector busca acercarse a la verdad, disminuir el daño, actuar independiente y servir de mediador entre el lector y el periódico (Tv. Y radio). Al final tratar de solucionar el desaguisado. No obstante, el medio no tiene obligación de cumplir esas recomendaciones que hace el defensor del lector. Su papel es de un mediador y el de un facilitador del diálogo. En ningún momento él puede actuar como un juez que condena y absuelve. Tampoco es un referí de un tinglado de boxeo que levantará la mano del pugilista ganador, como señaló un periodista español.

Algunos lectores o colaboradores de periódicos creen erradamente que cuando un articulista escribe tiene preconcebido su artículo para perjudicar a equis personas. Recientemente, tuve un problema con un artículo que escribí en la que me refería a los "Ladrones de libros". En ese artículo, dije que el autor aludido era un burócrata, pero sin la intención de herir a esa persona, añadiéndole la coletilla de un personaje de Fran Kafka arrastrándose por sus oficinas. Hoy quiero disculparme con esa persona. Nunca fue mi intención ni pensé en difamarlo. Lo cortés no quita lo valiente y por eso hoy digo lo siento aunque esa persona reaccionó molesta, pero yo lo comprendo, quizás  por el batacazo que le propiné sin querer.
Los periodistas creemos que somos unos pontífices de la verdad. Pero no es así, cometemos errores, como el recién sucedido en EE.UU.

La revista Rolling Stone publicó un reportaje titulado "Una violación en el campus", de una Universidad el pasado 19 de noviembre. Según la publicación una chica identificada solamente por "Jackie" alegaba haber sido violada por siete alumnos en el citado campus. Pero el error del periodista fue basar su escrito en un seudónimo, no verificó la información y no corroboró los datos que contradijeran la versión de la supuesta víctima, dijo el editor de Rolling Stone Will Dana, quien tuvo que pedir disculpa a sus lectores. Hasta periódicos como The Washington Post metió sus narices para investigar el fracaso periodístico. Los críticos afirmaban que eran errores en prácticas periodísticas "básicas e incluso rutinarias." La portada de Rolling Stone titulaba"¿Qué hicimos mal?" La notoriedad de la revista ha sido puesta en duda por los lectores de esa gran revista, pero que ha sabido disculpase y no ha tratado de dejar el cadáver de sus errores insepulto.

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