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La psicosis por el siniestro

Por Denis García Salinas/Desde Mi ventana

Nadie puede asegurar con certeza la fecha del fin del mundo. Como todo accidente que sucede en la vida probablemente llegará de improviso. Esa pesadilla recurrente mantiene en angustia perpetua al mundo. Sin embargo, los mayas creían saber la fecha exacta de esa hecatombe. La profecía no se cumplió, pero algunas familias quedaron arruinadas al vender sus propiedades y otros se suicidaron. Pasó el tiempo. Pero la idea del Juicio Final aún está omnipresente. Ese día los malvados perecerán, según la Biblia. En los países ricos la gente sigue asustada. Muchos hombres han querido ver señales de esas profecías. En los campos de trigo en Estados Unidos aparecieron figuras extrañas y perfectas, supuestamente hechas por extraterrestres. El cine americano, encargado de  llenarnos de pánico, filmó películas sobre esas formas aparecidas en las praderas.  Los científicos no encontraban explicación real, excepto los religiosos. El cine y los medios de comunicación han contribuido a diseminar por el mundo ese miedo excepcional por el supuesto fin del mundo. Pero esto no es nuevo. En todas las épocas ha florecido esa preocupación por el Juicio Final. Desde la antigüedad, el hombre se ha querido proteger de ese final de la humanidad. En un artículo anterior había escrito sobre la historia de Noé que construyó su Arca para huir de la tormenta que anegó la tierra y destruyó a los malvados, según la Biblia.

Creer en ese apocalipsis no es cuestión de la gente de a pie o fanáticos o muy religiosos. Un ex congresista estadounidense Roscoce Barlett investigó tanto el tema sobre un "apagón apocalíptico", que terminó creyendo. Barlett, que trabajó 20 años en el capitolio, decidió refugiarse en una remota cabaña en EEUU., ante el temor de que la red eléctrica de EEUU quede inutilizada. Esto provocaría el "apagón apocalíptico" en Estados Unidos con sus gravísimas consecuencias. En estos tiempos estamos viendo extraños desastres naturales, basura espacial cayendo a la tierra, sequías brutales, tsunamis, guerra entre naciones, escasez de alimentos, deterioro ambiental, crímenes, violaciones de infantes, etcétera. Entonces en base a esas circunstancias muchos se preguntan si está cerca el fin del mundo. La civilización Maya, con grandes conocimientos de astronomía y un desarrollo cultural sin par,  dejó un libro Chilam Balam que ya remarcaban sobre las profecías del fin del mundo. Incluso los mayas llegaron al extremo de fijar una fecha para la destrucción de la humanidad: 21 de diciembre del 2012.

El pánico estalló en muchos lugares del planeta. Los mayas predijeron el cambio climático que se produciría en el planeta. El fin del mundo es una concepción cristiana, pero muchos pensadores niegan esa destrucción bíblica. Aseguran algunos autores que el ser humano vive en un mundo de conceptos. Él lo organiza todo y, por tanto, al ser el inventor de ese mundo, crea ficciones que hablan del fin del mundo e interpreta las señales que aparecen en la tierra. El hombre no solo pretende gobernar la tierra con un único ejército tecnológico (EE.UU), sino  que indaga en el cielo el futuro o la destrucción de la especie. Para muchos pensadores como el gran Nietzsche el hombre es un accidente en la Historia. El hombre es algo nuevo en la tierra. Esta siempre ha existido. Por eso las teorías y las profecías bíblicas sobre el Juicio Final no tienen asidero, se mueven en tierra movediza. Pues si acaso sucede algo anormal, solo será el hombre que desaparecerá. Tal vez por una hiperguerra. El mundo es eterno. Indestructible. Es materia que no se puede destruir, solo se transforma. Científicos,  charlatanes, periodistas, escritores sacerdotes y pastores han explicado, a su manera, el ocaso de la humanidad. Mientras nos descerebramos con hipótesis y filosofías sobre esa pesadilla, en la calle un pobre duerme con el estómago vacío, una mujer es violada en un callejón, inmigrantes asesinados, robados o violados.  Grupos armados matan en nombre del Señor y naciones se creen ungidas por Dios.  

El padre del psicoanálisis explica ese Juicio Final desde la perspectiva de la destrucción del yo interior. El psicólogo mexicano Abraham Godínez aseguró en un ensayo que Freud escribió: "El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor (AE XII: 65). Y agrega: Considero totalmente verosímil que su relación alterada con el mundo se puede explicar de manera exclusiva o predominante por la falta del interés libidinal (AE XII: 69)." En Estados Unidos y algunas naciones europeas hay una asombrosa psicosis por el temor del fin del mundo. En EEUU muchos han roto sus lazos con la realidad, entregándose a los estupefacientes o al "opio de los pueblos" (la religión). Por eso vemos que los toxicómanos se refugian en su locura. Su búnker (su cerebro) es vulnerable por lo que los lleva al camino de la perdición. Otros, los fanáticos religiosos, se refugian en sus iglesias, esperando ese Juicio Final, que no llega. Los ricos, obsesionados y temiendo un caos mundial, mandan a construir subterráneos y acumulan alimentos, agua, vegetales y embutidos. Los programas de televisión muestran esos búnkers, que incluso tienen acondicionadores de aire y otros menesteres.  Y muchos de esos búnkeres son amplios y largos, capaces de refugiar a varias familias por un largo tiempo hasta que haya pasado el supuesto peligro de ese final terrible. El Ejército de EEUU está encargado de construir los búnkers de los ricos.

Los periódicos informaron que después que se produjo el ataque a las torres, el presidente del imperio visitó un subterráneo construido para guarecer a la clase gobernante ante un holocausto. Siempre el cine ha aprovechado estas extrañas situaciones para filmar películas. Una de éstas cuenta la historia de un hombre psicótico que empieza a acumular productos y a construirse su propio búnker porque temía una guerra nuclear. Los pobres del mundo no tienen derecho a pensar en un refugio para salvarse de una presunta hecatombe mundial. El pobre lo único que tiene es el hoyo donde lo enterrarán cuando muera: en "El Cementerio". Ante ese pánico mundial y eterno, en nuestra provincia también debe de haber miedo. No sé si Carlos Pellas haya ordenado construir su búnker ante la posibilidad del fin de mundo. Tampoco me imagino al banquero  Ramiro Ortiz o los hermanos Zamora preocupados por la construcción de un refugio subterráneo para ellos y sus familias. Nadie sabe si el Presidente Daniel Ortega sufrirá de esa pesadilla ante un apocalipsis.

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