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El reportaje dentro del
abismo del mundo

Por Denis García Salinas/Desde Mi Ventana

El reportaje es, sin duda, la única salvación del periódico impreso en un mundo cada vez más multimedia. Este género, quizás el más excitante del periodismo, es, como asegura David Torres, la "mirada de un hombre sobre el mundo. Un retrato fidedigno de la verdad letra a letra". Si bien es cierto la columna y la entrevista son dos piezas fundamentales en el diarismo, prefiero el reportaje y la crónica. Como asegura el periodista español Miguel Ángel Bastenier , en el reportaje el periodista está "presente en el lugar de los hechos, solo, no en manada de colegas, haciendo lo que las redes sociales no pueden cubrir con esa intensidad que solo da el periodista convertido en fuente de su propio texto, cuando cuenta lo que ha visto, oído y palpado. La mirada del profesional, única, intransferible, personalizada, de forma que lo que publiquemos nos distinga poderosamente de nuestros competidores".

El reportaje es el género preferido de los grandes escritores. Truman Capote escribió su gran reportaje con su libro A Sangre Fría. En Estados Unidos ese género está bien extendido en los periódicos y revistas. Como The New Yorker y Vanity Fair. Entre los periodistas estadounidenses destacan en esas historias largas ("Longform") Gay Talese, el periodista John Reed que cubrió primeramente la revolución mexicana y después la revolución bolchevique. De esa experiencia salió el libro "Los Diez días que conmovieron al mundo", muy leído en la época de la revolución sandinista. John Dos Passos y Ernest Hemingway maravillaron con sus reportajes. No podemos dejar de mencionar al polaco RyszardKapuschinski, al inglés Robert Fisk y al español Herman Tersch (La Venganza de la Historia) y Arturo Pérez –Reverte con su libro reportaje Territorio Comanche.

En los países empobrecidos como Nicaragua el reportaje languidece, pero no ha muerto. Los dos diarios capitalinos están sufriendo los embates de la crisis económica y, al parecer, de los géneros periodísticos que están siendo poco explotados. Ese aprieto es como la pobreza, no la puedes ocultar. Está demasiada evidente. Cuando abres el periódico lo primero que observa es esa escasez de los grandes géneros periodísticos: El reportaje, la crónica, la entrevista, y un largo y monótono etcétera. No podemos culpar a sus reporteros, que hacen de tripas corazón. Un periodista tiene que llevar de dos a tres noticias diarias a la redacción.

Estamos al borde del abismo, pero, huelga decir, que no nos hemos precipitado al vacío. Los periódicos son la Biblia de la comunicación. Son los más antiguos y seguirán leyéndose como ese "Libro Sagrado". Nunca desaparecerán mientras exista la palabra impresa, que nos diferencia de la bestia.

El periodismo impreso tendrá larga vida, si resucitamos esos géneros tan olvidados hoy en día. En ese sentido "a los reportajes les queda mucha vida", aseguró Jill Abramson, despedida de la dirección de The New York Times. Antes de esa situación, ella aseguraba: "El New York Times va a seguir llegando a las puertas de las casas por mucho tiempo. A la gente le gusta el papel. Pese al invento de cualquier aparato, el papel es más eficaz de leer". Cuando se interrumpe la luz o se disminuye la batería de tu computadora personal, ya no puedes leer la noticia o el reportaje. Tu computadora queda en negro. Parece un agujero negro. En cambio, el papel periódico está en tus manos. En medio de esa crisis del diarismo, la publicación Bolsa de Noticias es más buscada, a pesar que falta incluir esos géneros que hoy escasean en la prensa diaria. Además se vende por suscripción. No se vocea en la calle como los dos diarios en mención, cuyos lectores han emigrado a la televisión, principalmente la de sucesos. A esto se agrega como un cóctel molotov: La gente ha perdido el hábito de leer. Pero creo que es un fenómeno temporal. Los diarios se levantarán como Lázaro. Ojalá así sea.

La periodista Abramson se acaba de asociar con Steve Brill, periodista especializado en reportajes largos, llamados en inglés "Long form". Ella quiere publicar "una historia perfecta, brillante cada mes". Sin duda esa es la fórmula que necesitamos en Nicaragua. Buscar esas historias perfectas. No necesitamos convertirnos en corresponsales extranjeros para cubrir una guerra o un conflicto. Jack London, escritor estadounidense, dejó su vestimenta para pasar desapercibido entre los pobres y se hundió en la ciénaga de la pobreza, para vivir y sentir esa tragedia cotidiana. Su experiencia en el rincón de la miseria lo llevó a escribir un perfecto reportaje que publicó posteriormente en un libro "Gente del abismo". En nuestro derredor tenemos miles de historias que esperan por nosotros. Gabriel García Márquez es un ejemplo del periodista sin dinero más que imaginación para escribir sus espectaculares reportajes publicados en El espectador de Colombia.

Nicaragua no se queda atrás con los artículos y reportajes de Horacio Ruiz (QEPD), Danilo Aguirre e Ignacio Briones Torres (QEPD), y Edgar Tijerino, una máquina humana que devora libros y escribe con un solo dedo sus artículos y libros. En el mundo hispano sobresale también el escritor Juan Goytisolo, que acaba de recibir el Premio Cervantes, considerado el Nobel de Literatura de España. Goytisolo viajó en 1993 a Sarajevo, como enviado especial del diario El País. Allí escribió sobre el horror que vió y que ningún testigo se lo contó. Observó asustado la obra perversa perpetrada por Slobodam Milosevic con su limpieza étnica al mejor estilo de Hitler. Mujeres violadas y asesinadas. Ciudades bombardeadas, y convertidas en inmensos campamentos. Milosevic y sus comparsas asesinos querían destruir la Federación Yugoslava e imponer el dominio serbio con su hacha levantada contra esos pueblos. Goytisolo estaba allí, lejos de la "manada" de reporteros ni clavado escuchando una absurda conferencia de prensa con sus respuestas comunes, sino que estuvo en el escenario de la guerra para contar a sus lectores lo que vió de primera mano en esa guerra. Como diría Miguel Ángel Bastenier: "El periodista sin mediatización alguna, situado entre las cosas como culminación del texto personal e interpretativo que encontramos al final del camino". Y esa es la salvación del diarismo que languidece en nuestro país: El gran reportaje.

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