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El extraño pueblo congelado que condena al destierro a
viejos y desempleados

Por Denis García Salinas / Desde Mi Ventana


Existe un pueblo pequeño en Noruega donde el sol pareciera un fósforo apagado. La nieve permanece casi todo el tiempo, incluso hasta entrado el verano. La publicación semanal internacional de The New York Times, publicó una fotografía de ese inhóspito paraje congelado. Se ven edificaciones de tres pisos y en medio de una calle camina íngrimo una pareja. No se ven automóviles ni mucho menos bicicletas. De la impresión que se ha declarado un Toque de queda. Al fondo se observan unas imponentes montañas, cubiertas de nieve prácticamente todo el tiempo. Sólo mirar un momento la foto para que una gélida soledad te invada. Aquel paisaje se ve tan abatido, abandonado y, por supuesto, heladamente sobrecogedor. Parece que el sol está exhausto todo el tiempo y sin fuerza para penetrar con un rayo de luz sobre aquella telaraña congelada. Me pregunto cómo es posible vivir en un lugar tan lejos de la bulliciosa y caótica civilización agobiada por guerras y conflictos étnicos.

Allí sucede un hecho sin precedente. Al igual que su clima inclemente, el gobernador de ese territorio es implacable contra los jubilados y los desempleados. Mientras otras sociedades benefactoras cuidan a sus viejos y otorgan subsidios a los desocupados, en Longyearbyen, una ciudad noruega de al menos de tres mil residentes, son virtualmente proscritos. Allí quien no tiene un empleo, está obligado irremediablemente a abandonar el lugar. Pues se enfrenta a ser deportado. Igual sucede con los jubilados si carecen de dinero para sostenerse. Es un pueblo severo, pero, por lo visto, con esa drástica medida tienen resuelto el desempleo y el destino de los ancianos. Los condena al ostracismo. Pero la capital de Svalbard, tiene algo que carecen muchas sociedades: Seguridad. Puedes dejar tu casa sin enllavar. Eso es algo inusitado en la actualidad.

La cárcel no tiene sentido allí. Mientras en América Latina las cárceles están híper hacinadas, allí no hay reos. El sheriff se aburre en la oficina de ese archipiélago de islas en el Ártico Alto. El Sheriff Odd Olsen Ingero cuenta con seis oficiales para resguardar el orden en esa ciudad donde nunca hay alborotos ni alcohólicos deambulando en las solitarias calles. Pero allí parece que el tiempo se detuvo. En ese bucólico y frío lugar parece que no pasa nada. Allí no existen los crímenes en serie, ni nadie se despierta asustado por algún robo o escándalo de fin de semana. Cualquier puede dejar su vehículo o moto nieves con las llaves puestas y nadie se le ocurrirá robársela. No hay rapto, protestas callejeras por el aumento de la gasolina o de los alimentos básicos.

Ni mucho menos existen las malditas maras salvadoreñas ni los enloquecidos hinchas de fútbol ingleses. Cuando veo esa fotografía de la ciudad más bien me da estremecimiento pensar en vivir en esa localidad escarchada y casi inhóspita. Pienso que esa soledad y encierro pueden causar cierta ansiedad y hasta locura. Esa ciudad noruega solo me evoca las películas La Cosa, de Carpenter, y El Resplandor (The Shining). Esa cinta de 1980 del subgénero terror psicológico relata la historia de un escritor que consigue un trabajo junto a su esposa e hijo, para cuidar un hotel enclavado en la montaña nevada de Overlook. Jack Torrance (Jack Nicholson ) comienza a perder la razón con el paso de los días encerrado en ese inmenso hotel sin más personas que su mujer Wendy (Shelly Duval) y su hijo, el niño (Danny Lloyd). El hotel queda incomunicado por la nevada del crudo invierno. Allí se empieza a encubar la desventura.

Antes de aceptar el empleo el administrador Stuard Ullman (Barry Nelson) le advierte que el antiguo guarda sufrió claustrofobia y mató a toda su familia antes de suicidarse. No obstante, eso no le impresionó y aceptó el trabajo, para aprovechar el tiempo y escribir su libro. Cada día Jack, se sentaba frente a su máquina mecánica para escribir su próximo libro. Pero cual es la sorpresa que solo escribía la frase: All work and no play Jack a dull Boy (Todo trabajo y nada de ocio hace de Jack un tipo aburrido). Su hijo, que tiene una percepción extrasensorial que le permite evocar episodios pasados y anticipar el futuro, empieza a escribir una palabra al revés que significa murder (asesinato).

Jack, su padre, comienza a sufrir una influencia enloquecedora que lo induce a exterminar a toda su familia. Su hijo, que conoce mejor el hotel y el patio, huye fuera del hotel, mientras neva copiosamente. Al final, Jack, que le persigue para matarlo, se pierde en el laberinto. Eso le impide regresar y muere congelado.

Amigo lector, he traído a colación ese pasaje de la película El Resplandor, escrita por Stephen King y dirigida por Stanley Kubrick, porque ese pueblo noruego de Longyearbyen, me trae esos recuerdos de esa cinta (obra maestra en su género). Es decir, de la soledad y el encierro que podría provocar en ciudadanos que han vivido en sociedad más bulliciosas y condescendientes. En ese lugar noruego si tienes casa y empleo no hay problema alguno. Las armas no son necesarias para defenderte ante cualquier incursión de un ladrón. Allí prácticamente no existen esos antisociales, como en nuestros países empobrecidos. El único peligro que existe allí son los osos polares. Tienes que andar armado ante cualquier eventual ataque de ese mamífero. Los locales temen más a las personas que se han quedan sin empleo. Son un peligro potencial.

El desempleo es ilegal allí. Un desempleado está expuesto a cometer un delito para sobrevivir en cualquier urbe desarrollada o subdesarrollada. Por tal razón, los desempleados de Svalbard, convertidos en parias, son deportados. No hay compasión por los desocupados. Algo increíble para nuestras sociedades empobrecidas. Pues si el presidente Ortega se le ocurriera deportar a todos los desempleados, el país se quedaría solo con mujeres y la mitad de habitantes del país. Además, los viejitos en Nicaragua no podrían protagonizar marchas pidiendo pensiones reducidas ni habría asilos de ancianos.

También el país se quedaría sin viejos. Sería una sociedad de solo hombres y mujeres jóvenes, preocupadas con envejecer. Por dicha no vivimos en esa ciudad noruega de Svalbard, donde la gente teme envejecer o perder el empleo. Allí los viejos no ven el amanecer porque el sol aparenta estar siempre apagado.

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