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Entre la riqueza y la avaricia

Denis García Salinas/ Desde Mi Ventana


La vida está profundamente marcada por historias de éxitos y fracasos. No hay término medio. La existencia, desafortunadamente, no es como los colores del arcoíris. En nuestras vidas, nuestros padres juegan un papel preponderante. Pero como en todo también hay excepciones de la regla. Niños que les cuesta su triunfo en la vida. Aunque las circunstancias les han sido adversas, ellos son unos triunfadores. No necesitaron del báculo de los padres, como otros lo necesitamos. Ellos caminaron a tientas en la oscuridad de la vida y alcanzaron la luz tras salir del túnel.

Mientras la mayoría de los padres tratan de pavimentar el camino del éxito para sus hijos. Los progenitores, ricos, los envían a universidades estadounidenses para que sus vástagos tengan una mejor preparación. Muchos de estos chicos, que hablan perfectamente inglés, serán los altos ejecutivos de las empresas privadas o transnacionales del país. Algunos de ellos son inteligentes y no necesitan la guía del padre o sus influencias para ubicarse en un buen puesto. El porvenir, o como quieran llamarle, siempre les depara el sendero del éxito. En el exterior, algunos hicieron dinero y no necesitaron aprovecharse de su apellido porque en EEUU los apelativos hispanoamericanos no valen nada, ni las influencias de lo que llaman "clases." En cambio, otros sí necesitan de la mano del padre.

Los psicólogos aseguran que los padres que sobreprotegen a sus hijos es porque quiere tener un control desmedido de sus hijos. Esa relación causa en el futuro una dependencia del hijo hacia el padre que tarde o temprano conllevará consecuencias negativas en el porvenir. Por eso los expertos recomiendan que los padres deben de inculcar y promover en sus hijos su independencia. La sobreprotección genera hijos inseguros, acomplejados y dependientes, que después tendrán problemas en su entorno de trabajo o cuando entran al noviazgo o se casan. Y son dominados por sus mujeres. Los niños sobreprotegidos serán adultos perdedores. El problema de la sobreprotección es que muchos padres la ignoramos. Les ayudamos a conseguir empleo, sin dejarlos a ellos a buscar su propio destino.

Viven en nuestras casas a la edad que nosotros habíamos abandonado el hogar de nuestra madre o padre. Otros padres, que siempre están ausentes en el hogar, tratan de dar regalos y dinero para compensar ese vacío. Otros aseguran que les dan a sus hijos lo que no tuvieron ellos en la infancia, y otros los consienten demasiado. Los psicólogos afirman que los padres sobreprotectores son así porque en sus hogares de infantes carecieron de afecto, amor y reconocimiento. Esos padres son indiferentes o quizás demasiado exigentes. Los peores han sido padres que torturan a sus hijos con sus maltratados físicos o psíquicos.

Los psicólogos afirman también que es perjudicial hacer sentir a los hijos el "centro de la tierra" o todo lo contrario cuando le dicen que sus hijos no sirven para nada. Sus padres quieren otro comportamiento y actitud de los hijos. Muchos de nosotros los padres cuando nos casamos no tenemos experiencia para criar a un hijo, aunque tengamos el modelo de nuestras madres. Los psicólogos dicen que no hay un manual para criar a los hijos, pero recomiendan darles mucho amor.

Después del triunfo de la revolución, muchos ricos mandaron a sus hijos al extranjero, salvaguardándoles de la guerra. Unos triunfaron y otros tuvieron que regresar con las maletas vacías. Otros allí la lucha es dura para sobrevivir en esa sociedad materialista. Cuando doña Violeta Barrios derrotó a Daniel Ortega en las urnas en 1990, una avalancha de jóvenes regresó a su país, dejando sus puestos de trabajos en McDonald, de jardineros y otros oficios. El apellido y las relaciones sociales que sembraron sus padres, no tienen el poder en la utilitaria Norteamérica. A propósito de ese tema quiero sacar a luz el caso del cantante británico Sting.

El músico tiene una fortuna de más de 300 millones de dólares. Recientemente, él sorprendió al afirmar que él no heredaría ni una libra esterlina a sus hijos. Él aseguró que a los hijos no hay que sobreprotegerlos, haciéndole fácil la vida y dándoles un dinero que no se han ganado. Sting se vanagloriaba que sus hijos se ganan la vida por ellos mismos. Sin embargo, hizo ver que si sus hijos estaban en un aprieto, él podría ayudarlos. Estoy de acuerdo en la afirmación de Sting de que los hijos deben luchar por sus vidas sin ayuda de los padres.

Aquella frase de que el privilegio del nacimiento aseguraba la continuidad, tiene sentido. En el mundo moderno vemos como las fortunas, tan inmensas, permanecen inconmovibles al tiempo y a sus herederas. En cambio, otras pequeñas fortunas han sido dilapidadas o cuestionadas por los nuevos tiempos. Algunos hijos-no todos-, que heredan capitales, lo dilapidan sin misericordia. Esas fortunas heredades no son preservadas ni multiplicadas por esos hijos. Muchos hombres y mujeres carecen de ese don de saber administrar su capital. En un periódico se informaba sobre la desdicha de un hombre que se sacó una fortuna en la lotería, pero que en poco tiempo volvía a vivir en la penuria.

La fortuna dividió y destruyó su familia. Otros, en cambio, son afortunados porque saben administrar su fortuna y heredarla sin temor a que ésta desaparezca por la mala cabeza de sus vástagos. Les enseñan el valor del dinero a sus hijos. Las grandes fortunas bien administradas desafían el tiempo, las tormentas económicas, y los cambios bruscos que experimentan las sociedades por los vaivenes políticos. Los capitales hechos en base al trabajo y la austeridad perduran y sobreviven a sus hacedores. Los Pellas, los Ortiz, Chamorro, para mencionar algunos, son ejemplos de ellos. Otras fortunas creadas por oportunidades mezquinas no soportan los desafíos de los tiempos y las competencias.

En el Mercado Oriental, también hay personas de éxitos. Sin pisar una universidad ni heredar un capital, llegan a convertirse en hombres y mujeres adineradas. Allí hay gente pobre que empezó con un tramo y con el tiempo se convierten en propietarios de edificios y negocios. Esa gente también trabaja duramente para preservar su capital. Sus hijos van a las universidades y otros prefieren mantenerse en los negocios de sus padres que les da más dinero que convertirse en un burócrata o un profesional asalariado. Parafraseando a Balzac, en el Oriental unos beben en la "grosera copa de la miseria" y otros, en cambio, disfrutan y saborean el lujo y el dinero.

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