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Los más de cien años de barbarie mexicana

Por Denis García Salinas/Desde mi Ventana


Cuando visité México por tercera vez en 1983 el país mostraba ya signos evidentes de descomposición social. En esa oportunidad visité la sencilla oficina del periodista Manuel Buendía, a quien admiraba por su columna Red Privada, que publicaba el periódico El Excélsior, a la sazón el mejor diario mexicano. Yo quería conocer a ese valiente columnista que escarbaba la inmundicia que había en ese país. Recuerdo que en esos días había comprado varios libros en una librería del Distrito Federal. Entre los libros había un título que me llamó poderosamente la atención: México Bárbaro, un ensayo sociopolítico escrito por John Kenneth Turner. No es un libro sobre la situación política reciente de ese país, sino de un momento en que la esclavitud y el peonaje llevaron al exterminio de los yaquis durante el régimen dictatorial de Porfirio Díaz, un general que tres veces perdió las elecciones (dos de ellas frente a Benito Juárez), pero al final se hizo del poder de manera despótica.

Díaz hundió a ese gran país en un pantano. Turner viaja a ese país para descubrir la terrible verdad de la esclavitud en esa nación. El pensaba que eso no era posible, y por eso lo mejor sería viajar como supuesto inversionista interesado en colocar dinero en propiedades henequeneras para develar ese horror. El escritor cree que Estados Unidos tuvo también culpa de ese bochornoso episodio histórico en México, donde existía el aborrecible Valle Nacional, el "peor centro de esclavitud en todo México, y probablemente del mundo." El visitó ese lugar en 1908. Pero dejemos un momento esa vieja historia y echemos un vistazo al México que conocí en 1983. Después de esa fecha, regresé a Managua, que vivía una revolución que depuso otro tirano. Un año después leí en La Prensa sobre el asesinato del periodista Manuel Buendía, el 30 de mayo de 1984. Un hombre le disparó por la espalda y luego huyó en una motocicleta que lo esperaba a pocos metros del lugar donde ocurrió el crimen.

De México se han vertido los más absurdos estereotipos. Y de los mexicanos se ha dicho que son haraganes, una raza inferior, ignorante e incapaz para vivir en una auténtica democracia. Y se les considera supersticioso, conservador, beodo, inclinado al robo y un cobarde. Tal vez algunas de esas particulares pueden ser ciertas, pero ninguna de esas surgió por generación espontánea. El pueblo mexicano se ha caracterizado por ser un hombre noble y trabajador, que a través de la historia ha sido explotado y humillado. Primeramente, fueron los españoles y, después, los propios déspotas gobernantes y hacendados mexicanos. La única diferencia entre los españoles y mexicanos es que los primeros les permitían tener su parcela o su propiedad. En cambio desde la llegada al poder de Porfirio Díaz, el indio careció de su posesión. A partir de ese sistema del porfirismo el indio (yaqui y los mayas de Yucatán) se convirtió en un esclavo. Un pobre indio tenía un valor de 400 pesos mexicanos en ese entonces.

Podemos inferir que ese sistema cruel de Porfirio Díaz es el causante en gran parte que pueblo mexicano haya quedado hundido en las tinieblas de la ignorancia y la crueldad. Esa es su herencia maldita. Nadie duda que ese país posee muchas universidades y una gran intelectualidad muy respetable, pero el bajo nivel de escolaridad se observa en las entrevistas que hacen a la gente de a pie los dos grandes canales mexicanos Televisa y Tv Azteca. Y lo peor de todo es que los propios programas de comedias ironizan sobre el bajo nivel cultural de su pueblo. Además, no les basta eso, sino que un programa televisivo de un tal Facundo, que haciéndose pasar por un argentino, se burlaba de la fealdad de los mexicanos. Atrás quedó insepulto El Valle Nacional, el peor centro de esclavitud, cuando a los indios se les sometía a extenuadas horas de trabajos, azotados y matados de hambre, las matanzas como la ocurrida en 1892 en Temosachic y la masacre campesina en Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero, en 1960. Allí se produjo 54 años después la desaparición de 43 estudiantes de la normal en Ayotzinapa. El alcalde, su esposa y el jefe policial eran los culpables. Y el fantasma de esa crueldad del sistema porfirista es el culpable del presente mexicano.

La sombra siniestra de ese México de Porfirio Díaz que les entregó a sus generales grandes haciendas para explotar y avasallar al pobre mexicano descalzo, se proyecta sobre el país a más de cien años de ese sistema esclavista. El autor de México Bárbaro decía que los 50 reyes del henequén viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas en el extranjero. Los hacendados yucatecos llamaban a la esclavitud "servicio forzoso por deudas". México ha sido un país desafortunado.

Después vinieron las revoluciones que degeneraron en un botín de guerra y convirtieron a ese país en presa del narcotráfico, el crimen organizado, la inseguridad ciudadana, la corrupción que ha penetrado en todos los intersticios de ese país: El Poder Judicial, la Policía, el Gobierno, las alcaldías, los partidos políticos, y, lamentablemente, la misma sociedad, está hundida en esa ciénaga.

Y hoy el presidente de México Enrique Peña Nieto está en el ojo del huracán. Su popularidad está en el piso y el PRI y el PRD están en un laberinto. El hombre que entró a la Casa de los Pinos con buen pie, está al borde del abismo. En las calles lo detestan, pero los empresarios, los grandes canales de televisión y algunos medios de comunicación lo defienden a capa y espada. No obstante, voces opositoras exigen su renuncia del Poder en ese país, donde todos son culpables de la destrucción de su revolución que degeneró actualmente en un Estado fallido y en lo que se ha llamado la "Dictadura Perfecta". La salvación de México no es la renuncia de Peña Nieto, pues al igual que Porfirio Díaz no fue el único culpable de que ese país se haya hundido en el fango. Siempre hay cómplices y aliados nacionales y extranjeros (EE.UU).

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