Noticias Principales

 

 

 

Transmisión en Vivo

DESDE MI VENTANA

Bajo un mundo de basura

 

Por Denis García Salinas

 

Cuando camino por las calles de Managua tropiezo, siempre, con promontorios de bolsas plásticas, botellas vacías o algana colina de basuras y con su característico olor nauseabundo. La vieja, pequeña y estrecha capital, donde convivían burgueses, pequeños burgueses y la clase media baja, era muy limpia comparada a nuestra actual ciudad. Recuerdo mi querido y aseado barrio Candelaria con su parquecito y, a pocos metros, de la estación de ferrocarril. Nada que ver con el actual asentamiento en que se convirtió. En aquella época, mi niñez y adolescencia en ese barrio miraba pasar a los hombres halando su carretón, recogiendo la basura del día. A esos trabajadores, se les podía ver por doquier. Managua no era un inmenso basurero como nuestra contemporánea ciudad, ahora petulante con sus edificios verticales construidos en la acuosa geografía capitalina. Se perdió el temor a los cataclismos, que, en diciembre de 1972, sepultaron mi capital bajo escombros y miles de cadáveres. Los ingenieros aseguran que estas nuevas construcciones son antisísmicas.

 

Sinceramente, a mi me daría terror vivir en un apartamento de varias plantas cuando la tierra se sacuda encolerizada, tras despertar de ese letargo. ¡Ojalá!, que nunca suceda un sismo con las secuelas mortales, pero la Naturaleza, a veces, es tan despiadada. En cualquier lugar de Managua, se puede ver a la orilla de las casas las bolsas y cajas de cartón repletas de toda clase de deshechos, esperando el tren de aseo que tarda en pasar. Esto ha provocado que gente pobre pase con su carretón, ya sea halándolo, o en carretón de caballos, ofreciéndose botar la basura, pero cobrando de 30 a 80 córdobas, dependiendo de la cantidad de basura.

 

A poca distancia del ahora asentamiento Candelaria, está el principal estómago de la capital: el mercado Oriental, que creció desmesurada y anárquicamente, devorando barrios a su paso. Sus tentáculos atraparon el residencial Ciudad Jardín y los antiguos barrios orientales. En dicho mercado, hay sesenta operarios, según Commema, para recolectar la basura en las más de 140 manzanas de ese populoso centro de compras, cuya cifra se me antoja insuficiente para semejante extensión. El mercado Mayoreo desecha alrededor de 45 metros cúbicos al día y el Iván Montenegro genera unos 23. Con razón, el ambientalista Jaime Íncer Barquero ha dicho: “Managua es la capital latinoamericana de la basura”. La basura no se produce por generación espontánea, sino que es un problema del hombre sucio.

 

Esto se agrava con el aumento de la población, por la falta de cultura ambiental y la ausencia de una acción preventiva”, señala Incer Barquero. Esta acumulación de desechos se podría solucionar si la población dejara de producir tanta basura, según Wilmer Aranda, director de Limpieza Pública de la Alcaldía de Managua.

 

 

Me atrevería afirmar que se perdió, o nunca la tuvimos, la cultura ambiental. El vertedero se trasladó a la capital. Nuestra ciudad ha crecido sin ninguna planificación arquitectónica y con ello se ha extendido los piélagos de toneladas de desechos. “A diario el promedio de desechos que se recoge en Managua es de mil 200 toneladas de residuos sólidos, y solo el apoyo de la población permitirá que esas cantidades se reduzcan”, señala la Red de Emprendedores Nicaragüenses del Reciclaje (Rednica). Solo los managuas producen 1 mil 600 toneladas de desechos sólidos al día y una persona es responsable de 1.5 a 1.7 kilógramos de basura, indicó Rednica.

 

Mientras en Holanda reciclan la basura e incluso la misma población clasifica los desechos en bolsas o cartones, facilitándoles el trabajo a los que viven de esos desperdicios para convertirlos y reutilizarlas, aquí producimos basura, pero la gente no sabe que algunas cosas que arrojan a la calle, pueden ser útiles para otros más pobres. Ya casi no se miran espacios limpios en nuestra capital, pues los deshechos están esparcidos por allí, allá y acullá. En vez de tener la cultura de la limpieza, tenemos la anticultura de tirar...toda clase de basura. A nadie parece importar que esa basura sea un riesgo para nuestra  salud. Mala imagen de nuestra gente y del país, que se ufana de atraer turistas.

 

Nuestros balneareos son otros estercoleros. Cuando vamos a nuestras playas del Pacífico, todos, con algunas excepciones, arrojamos toda clase de envases de jugos, gaseosas y bolsas a la arena. El 26 de septiembre, Bolsa de Noticias publicó una nota y una fotografía en la que aparecía la embajadora de Estados Unidos, Laura Dogu, recogiendo la basura que tiran los bañistas en las playas de Casares y La Boquita. Era el Día Internacional de Limpieza Costera. ¡Qué bien que una extranjera y con el rango de ella se sumara a esa jornada de aseo! Otros se equivocan al creer que con incinerar la basura resolvemos el problema. Todo lo contrario, contaminamos el aire, aún limpio, pues carecemos de industrias que enturbia y ensucia el ambiente provinciano. Cuando quemamos la basura, las cenizas se esparcen en la atmósfera contaminando el entorno.

 

Pero no todo es sombrío. Siempre hay una luz de esperanza. Me refiero a Nagarote, considerado por tercera vez el municipio más limpio del país. Es un ejemplo a seguir por los managuas y restos de municipios y departamentos. Se dice que, a diario, se trasladan hacia el vertedero municipal de Managua más de 2 mil 400 toneladas de basura, de las que cuales el 60% es plástico, según ambientalistas. Una bolsa de plástico puede permanecer en el ambiente hasta 400 años antes de descomponerse. Ya Managua es una gigantesca Chureca, el estómago inmundo de los capitalinos. Otros creen que descargando la basura en los ríos y lagos resuelven su problema de limpieza, sin darse cuenta que están contaminando el agua.

 

Otros la entierran, causando que esos desechos que contienen sustancias tóxicas se filtren por la tierra y contaminan el suministro de agua. La basura plástica se convierte en productos venenosos. El vinilo, que se usa para hacer botellas, repuestos de automóvil y bolígrafos, contamina la tierra si se entierra y suelta substancias venenosas en el aire si se quema. Sin embargo, algunos plásticos pueden reciclarse para hacer peinetas, baldosas y ropa de poliéster. La basura peligrosa incluye la basura química, como las pilas, el líquido para limpiar suelos e insecticidas. Los desechos médicos, como las agujas, las jeringas, las medicinas caducadas y las vendas sucias también pueden ser muy peligrosos. Sin duda, poco a poco, asistimos a un terrible funeral de una sociedad acostumbrada a tirar basura por doquier. Como dicen los cristianos, musulmanes y evangélicos: ¡Qué Dios nos guarde!

 

 

Ediciones Especiales