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Desde mi Ventana

Los inquisidores del Cortezal


Cuando el predicador de las Asambleas de Dios, el campesino Juan Gregorio Rocha, y un grupo de fanáticos, alucinados bajo una atmósfera de psicosis colectiva, arrojaron a Vilma Trujillo García a la hoguera, so pretexto que estaba endemoniada, evocó, de inmediato, un antiquísimo pasado en la historia europea y de América de la trágica Santa Inquisición que sometía a los herejes a la estrecha prisión, los carbones encendidos, el potro, la flagelación, la prueba del agua, la estrapada y la hoguera.


En pleno siglo XXI se repite esa historia de la persecución contra la hechicería medieval en el siglo XVI en un lugar apartado de Nicaragua, atrapado por la pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la creencia en demonios. Este hecho me recordó también aquella historia de un grupo de evangélicos que pretendían un suicidio colectivo arrojándose al mar del Pacífico ante la inminente llegada del supuesto fin del mundo. Afortunadamente, las autoridades impidieron la tragedia tras detener a los líderes evangélicos que mantenían cautivas las mentes atribuladas de más de una veintena de personas crédulas de interpretaciones erróneas de historias bíblicas.


Después de conocerse la infame tragedia de la incineración de la mujer, el presidente de las Asambleas de Dios se apuró en desligarse del inquisidor Juan Gregorio Rocha y lamentó la muerte de Vilma Trujillo. Ante las autoridades, Rocha y su grupo de campesinos fanáticos se declararon inocentes y mostraban unos rostros de unos pobres diablos que no se responsabilizaban de la actuación de la mujer que, a su juicio, ella, por su voluntad, se precipitó a la hoguera. Ella, dicen, estaba endemoniada. Los campesinos, dirigidos por Rocha, afirmaban que no había nada que hacer. Sin embargo, la mujer fue luego tirada a un matorral, después que la hoguera se apagó, y dejada abandonada a su suerte. Un familiar, según las noticias, la llevó a un hospital, pero los médicos ya no pudieron hacer nada por ella. Las quemaduras eran sumamente graves.


Pero, ahora el público se pregunta, entonces, a quién culpar. A tantos años de ignorancia? falta de pan? Oportunidades? Las inquidades del hombre? Su mala levadura? La radio y los canales de televisión con sus programas de notas rojísimas? las religiones? O todos nosotros somos culpables de esa maldita suerte de los condenados de la tierra, como diría Franz Fanon?


Los demonios se desarrollaron durante el monarquismo. Católicos y protestantes rivalizaron en ese campo en cuanto crueldad. La Santa Inquisición se instauró en Francia, Alemania y Escocia. Los españoles instauraron en América el Santo Oficio y en México el conquistador Hernán Cortés, lo puso en práctica en 1520. El inquisidor era un juez apostólico extraordinario porque recibía el poder del Papa para juzgar la herejía. La inquisición se fundó en 1184 en Languedoc, Francia. Pero en 1231, Gregorio IX instituye un juez extraordinario, en representación del Papa, que sometían a ese tribunal a un juicio a los herejes, infieles, y, particularmente mujeres.


El caso más célebre fue el de Juana de Arco, atada a una estaca y quemada viva en la plaza del mercado viejo de Ruán, al noreste de Francia, el 30 de mayo de 1431. Su pecado era haber dicho que había escuchado voces y convenció a sus superiores enviarla a reconquistar Francia. Se puso al frente de las tropas y obligó a los ingleses a levantar el sitio de Orleans y derrotó al general Talbot. Después tras el fracaso de la ofensiva contra París fue hecha prisionera y entregada a los ingleses que la acusaron de herejía. Ella fue declarada Santa por la iglesia Católica. Según los historiadores en una semana de herejía en 1239, un total de 180 personas murieron en la hoguera. Esto causó protesta lo que obligó al Papa investigar el caso y destituir al inquisidor Roberto y luego lo condenó a cadena perpetua.


El "diablo" siempre ha estado presente en la vida de las sociedades, particularmente, en los sectores pobres, analfabetas proclives a creer en figuras demoníacas. No es cuestión de la inquisición medieval.


Lo vemos en las novelas de la literatura universal Balzac, Victor Hugo, Baudelaure, Flauber Rimbaud, Gogol y Dostoiesvski escribieron sobre el diablo. El escritor ruso relata que en "presencia del rey y la Corte, caballeros, cardenales y las más altas encantadoras damas de la Corte, ante el populoso gentío de toda Sevilla, había sido quemado por orden del Cardenal inquisidor mayor, más de cien herejes..."


El cine también puso de moda la figuras diabólicas e inventó extraños personajes siniestros. Muchos recordarán el El bebé de Rosemary (1968), del gran cineasta polaco Roman Polanski, basado   en la novela de Ira Levin. La cinta es interpretada por Mia Farrow, una mujer que fue escogida para ser la madre del hijo del diablo. Nadie supo si en realidad hubo una conspiración de brujos y brujas o si Rosemary sufría de paranoia. Polansky reside en Europa tras huir de EE.UU, donde había sido acusado de violar a una menor. Polansky fue el esposo de Sharon Tate, asesinada por una secta satánica, dirigida por Charles Manson y un grupo de hippies de esa secta que más tarde confesaron que perpetraron el crimen bajo LSD. Después aparecieron las películas La profecía (1976), dirigida por Richard Donner y luego El abogado del diablo (1997) de Taylor Hackford.


Si bien es cierto un ambiente de pobreza y analfabetismo es un buen caldo para la creación fantástica de demonios en los países pobres, como Nicaragua, el fenómeno demoníaco también se suscita en EE.UU. En ese país de ricos, se contabilizan nada menos que 30 millones de analfabetas. Y allí es donde se producen todas esas películas de terror que mantienen aterrado a esa inmensa población analfabetas. Incluso muchas de las historias de demoníacas son basadas en hechos de la vida real.


Afortunadamente, en Nicaragua, donde fanáticos arrojaron a la hoguera a una mujer, es un caso lamentable, pero no se puede decir que es un fenómeno recurrente. Pero creo que deberían de tener mayor cuidado con esas sectas que pululan por doquier, engañando a la gente con el diablo. La ley debería aparecer en estas circunstancias y castigar como se merece a esos impostores. Eso no quiere decir que los tribunales se estarían comportando como los absurdos tribunales de la inquisición, que son cosas del pasado. Las supersticiones medievales de la Santa Inquisición no pueden ser desenterradas de la historia de la noche a la mañana.

 


Por Denis García Salinas

 

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