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Desde mi Ventana

Las gordas bellas de Botero

 

Confieso que nunca me imaginé aumentar libras de más. Peso 200 libras. Frente a mi casa hay un gimnasio, peró nunca me he acercado a ese lugar para librarme de ese odiosa carga que arrastro desde hace años como Sísifo subiendo la roca a la cima de la montaña y rodar poco después, para reanudar la inútil tarea. Me he obstinado a vivir para comer alimentos grasosos. Lo admito, he interpretado mal el aforismo de la antigua Grecia: "Debes comer para vivir, no vivir para comer". Mi hermano Armando José que vive en Vancouver, Canadá, me amonesta con razón por no contemplar mi cuerpo y más bien cavar el hoyo de mi sarcófago. Todas las mañanas veo pasar mujeres, jóvenes y mayores, con exceso de peso, y una delgada, la de mayor edad, enrumbarse hacia la rotonda La Virgen para ejercitarse. No sé si todas ellas quieren esculpir su cuerpo o, simplemente, proteger su salud. Me imagino que la señora es la única que piensa en cuidar su salud, pues carece de sobrepeso. Si bien es cierto la obesidad es la epidemia del siglo XXI, esa enfermedad es antiquísima. En efecto, en la antigüedad ya existía la obesidad para bien o para mal. En el Antiguo Testamento el Faraón promete a José "toda la grasa de la tierra", en señal de agradecimiento. «El virtuoso florecerá como el árbol de la palma... ellos traerán abundante fruto en la edad avanzada: ellos serán gordos y florecientes».


En la Edad Media la gordura era bien vista por los nobles. Era símbolo de bienestar. Sin embargo, la iglesia Católica la reprobaba porque era un pecado venial: La glotonería. Las clases altas de esa época asociaron la imagen del obeso a la autoridad y el poder. Nunca pensaron que era una enfermedad. En el siglo XIII, la oligarquía mercantil, en Florencia, era llamada "popolograsso" (los gordos) por el pueblo delgado, dominado y oprimido por el Poder. La situación se prolongó hasta a fines del siglo XVIII, en Europa. La burguesía asaltó el poder y despreciaba los valores aristocráticos del Antiguo Régimen. Los burgueses defendían el sobrepeso como su imagen de marca. Ahora echemos un vistazo a la cultura egipcia que hace más de 4,000 años en las autopsias hechas a las momias egipcias encontraron arteriosclerosis coronaria y el infarto de miocardio que sufrían los ricos de Egipto. Existía la obesidad.


Hipócrates, el padre de la Medicina, descubrió que la obesidad estaba asociada a la muerte súbita hace más de 2,000 años en el siglo de Pericles. El filósofo Platón (Siglo V-IV a.C.) abogaba, en ese entonces, por una dieta equilibrada con nutrientes con cantidades moderadas porque la obesidad disminuía la esperanza de vida. En Esparta era castigada la obesidad, con el destierro. Los guerreros espartanos eran obligados a bajar de peso con un programa riguroso que consistía en "sopa negra", tan espantosa que prefería, en son de broma, la muerte en las fieras batallas. En el siglo XIII, el papa Inocencio III calificó de "pecado" la gula y amonestaba a los sacerdotes y monjes gordos. Hace 459 años existió un hombre llamado Venencio Luigi Cornaro, considerado el"primer gurú de la dieta". Este escribió: "Me he acostumbrado a nunca satisfacer completamente mi apetito, ni al comer ni al tomar". Su primera regla era recobrar el control de uno mismo al comer. Este gurú vivió 100 años. Cuando Cristóbal Colón descubrió América halló la azúcar. Este producto endulza sus alimentos y refrescos en Europa.


La gordura volvió a ponerse de moda. Los pintores y escultores pintaban cuerpos obesos como hermosos y bellos. El famoso pintor flamenco Peter Paulus Rubens (1577-1640) tenía una opinión favorable para las modelos obesas. A su juicio, la mujer debía de pesar al menos 200 libras, algo que sería absurdo en el mundo contemporáneo donde las modelos anoréxicas que pesan menos de 50 libras dominan las pasarelas, aunque se dice que ya esa época se agota. El pintor colombiano Fernando Botero se hizo célebre por pintar y esculpir cuadros y esculturas con figuras de mujeres abrumadora mente gordas e inclusos sus toros tienen formas deformes, pero que se exhiben en Nueva York y Paris con gran atracción. La industria de la dieta ha crecido exponencialmente desde hace más de 200 años. La dieta es un negocio lucrativo. Se venden pastillas, alimentos, vitaminas y libros de éxitos editoriales como las dietas altas en proteínas divulgadas por Atins y Dukan y sus ayunos, los ha convertido en millonarios. Solo en EE.UU. ese negocio reporta 90,000 millones de dólares.


La "cultura" alimenticia se precipita al despeñadero. Los pobres y la clase media son los más afectados de ese terrible mal. Unos por la genética, la herencia, y otros, los más, por su desorden alimentario. A decir verdad, nuestros hábitos alimentarios nos están convirtiendo en una sociedad obesa. Basta mirar lo que comemos en nuestros hogares para saber el final que nos espera. En muchos hogares, los desayunos, almuerzos y cenas son pantagruélicos. Por eso vemos en la calle hombres y mujeres jóvenes mostrando sus vientres abultados. Después del matrimonio el hombre y la mujer empiezan una espiral de engordamiento, incluso las mujeres jóvenes a los 30 años se les observa su "barriguita". El país no tiene ninguna política para educar a los niños y niñas con buenos hábitos alimentarios y enseñarles a comer más frutas, vegetales y pescados. No buscamos comidas nutritivas. Nos encanta la grasa. Allí está nuestra perdición.


Ignoraremos las leyes del buen yantar. No nos importa la glucosa, que nos puede llevar a ser diabéticos, la presión arterial, el nivel alto de colesterol y los triglicéridos en la sangre. No tenemos la costumbre de visitar al médico para que nos revise y nos diga cuándo parar esa frenética y desordenada vida de alimentarnos. Los médicos siempre advierten a los pacientes de los peligros que conlleva esa vida. El legado de enfermedades tales como problemas óseos y articulares, cálculos biliares y problemas del hígado y algunos tipos de cáncer. Y lo peor, un sorpresivo infarto y los accidentes cerebrovasculares. Pero esto tiene solución, si controlamos esos factores de riesgo, cambiando nuestro estilo de alimentarnos y vida sedentaria. Si quieres tener una vida más saludable, debes comer alimentos nutritivos, si no su templo (cuerpo) se convertirá, irremediablemente, en un sucio asentamiento. No es así, amigo lector.


Por Denis García Salinas

 

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