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Viernes 15 de Abril del 2011 Edición No.4958
De pescador a exitoso empresario hotelero en San Juan del Sur
Denis García
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de Abril
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San Juan del Sur.- Cuando del estómago del mar empezaron a escasear los peces a consecuencia del fenómeno de El Niño, el pescador Jorge Aguilar pensó, en ese momento, que la pesca no sería eterna. Desde muy joven Aguilar escarbó en las entrañas de ese mar los peces, langostas y camarones que le darían su sustento.  En pequeñas lanchas este hombre se atrevía junto a otros pescadores a remontarse hasta las aguas  frías y embravecidas guatemaltecas, salvadoreñas e incluso mexicanas cuando la pesca menguaba. 
La ruta de Nicaragua

A pesar que San Juan del Sur tenía una larga historia que se remontaba a la época de los vapores de Cornelius Vanderbilt que surcaban las aguas del San Juan del Norte, en el atlántico, a El Realejo, en El Pacífico. La ruta continuaba el curso en el río San Juan después  sobre el Lago de Nicaragua y, al final, seguían 12 millas sobre camino en carruaje, las llamadas diligencias del oeste americano.  Era la época de la fiebre excitante por el oro que inundó la ciudad de San Francisco.

El escritor José Coronel Urtecho escribió en su libro Rápido Tránsito: “La bahía era un nítido pequeño semicírculo cerrado entre verdes colinas”. Durante la fiebre del Oro en Nicaragua se convirtió en ruta de tránsito para muchos aventureros e incluso escritores como Marx Twain, quien desembarcó, hace más de 125 años, en San Juan del Sur. Pero nunca escribió en su bitácora de escritor ni una línea sobre ese viaje.

Las rubias y tatuados

Tras el oleaje infortunado del fenómeno de El Niño, Jorge Aguilar y su esposa Alba Lidia Rivera decidieron triunfar en una ciudad que empezaba a crecer de manera inusitada. En aquella época de la fiebre del oro en California, San Juan del Sur apenas podía alojar a los aventureros que llegaban en los vapores de San Francisco.

Pero hoy esa ciudad puerto está irreconocible. Los hoteles y pequeños restaurantes empezaron a crecer como hongos después de una intensa lluvia. En cualquier calle se puede atisbar a rubias y chele, tatuados y mochilistas,  caminando despreocupadamente por las calles de ese nuevo San Juan. El optó por negocio de camiones con que transportaba hielo, pescados y gasolina.

Los golpes duros de la naturaleza

La vida le sonreía a la pareja de empresarios exitosos de San Juan del Sur, una provincia portuaria  de más de ocho mil personas. Enclavado en una bahía, donde dormitan lanchas, veleros y pequeños yates, propiedad de millonarios y extranjeros. En unas de las colinas que rodean la bahía se yergue un gigantesco Cristo y un ramillete de residencias y abajo un hotel de varias plantas. La felicidad de la pareja se esfumó de la noche a la mañana. Una nube negra cayó sobre la ciudad que un tiempo fue enclave norteamericano. A finales de los 90, el fenómeno de El Niño trajo un mensaje de desgracia para los pescadores y restos de negocios de la bahía.

Para su infortunio de pescador, los peces se alejaron de las aguas cálidas provocadas por ese fenómeno. Jorge y su esposa resintieron el golpe de la naturaleza. Sin embargo, ambos no estaban dispuestos a resignarse y llorar sus cuitas, frente al mar.  Inmediatamente, Jorge y su esposa empezaron a preguntarse qué negocios podrían emprender ante la inesperada situación que amenazaba con enterrarlos económicamente. La pesca estaba agotada. El cardumen de peces habitual de las aguas frescas de Rio San Juan, recalentadas, había salido en estampida, buscando aguas frías. Jorge tenía largos años dedicado a arrebatarle al mar los alimentos. De pronto, una idea empezó a bullir en su cerebro: El negocio del hotel turístico. En ese momento, quizás, era un sueño inalcanzable.

Las vicisitudes

Pero nada es imposible en la vida cuando se tiene un sueño.  Con sus ahorros, emprendió la ambiciosa empresa de construir un hotel a pocos metros de la playa. Poco a poco empezó a edificar su sueño: El Hotel Gran Océano. Como todo principio, el trabajo de levantar el edificio fue harto difícil. El dinero escaseó. Hubo momentos en que los trabajos se suspendieron. Para rematar, un soberbio alcalde se cruzó malignamente por su vida. Trató de hacerle la vida imposible con los impuestos municipales. Sin embargo, Jorge continuó su proyecto. Unos amigos y empresarios noruegos le tendieron la mano a Aguilar y a su esposa para continuar la obra inconclusa.

Al principio, el hotel apenas contaba con tres habitaciones. Después, de intensos trabajos y vicisitudes, la pareja vio su sueño cristalizado. Ambos estaban de pie frente a la nueva estructura del hotel, que ahora tenía dos plantas y 26 habitaciones, con televisión y acondicionadores de aire en cada cuarto, un estacionamiento de vehículos y una piscina. Y aquel alcalde prepotente comprendió su error y le pidió perdón.

Un hotel para descansar y pescar

El hotel de su sueño estaba allí, a pocos metros de la bahía de San Juan del Sur y en el epicentro de la diversión nocturna. Pero ese proyecto acabado no supuso el fin de su amor con el mar y la pesca. Jorge añadió un valor agregado a su hotel: Los paquetes de pesca deportiva, sol, playa y una barbacoa o mariscada a la orilla de  la playa, tras la gira de pesca turística. Luego creó su slogan para su hotel: “Descubra nuevas emociones para descansar y pescar”. Jorge y su esposa Alba Lidia Rivera se encargan personalmente para atender tanto a los turistas nacionales como extranjeros que se hospedan en su hotel. La calidez de nuestro hotel es para que el cliente se sienta como “en su segunda casa”, enfatiza Jorge.

La ciudad más segura del mundo

El Hotel Gran Océano está justamente en la calle central de San Juan del Sur. En la avenida Real a escasos 50 metros de la Playa. Los turistas nacionales y extranjeros respiran un ambiente fresco y seguro. “Los veraneantes pueden caminar por las calles de noche y saben que tienen la seguridad que nada les puede pasar”, subraya el empresario.

En efecto, en ningún lugar del país se observa tanta seguridad ciudadano como allí. Tal vez se deba a que las propias parroquianos ayudan a crear ese ambiente de seguridad que los índices de criminalidad son prácticamente inexistente. San Juan del Sur ya no es un poblado monótono y arrimado a la bahía. Bellas rubias europeas y estadounidenses han empezado a poblar la rústica provincia. San Juan del Sur se ha convertido ahora en una inevitable ruta a la diversión, el descanso y la diversión. Y Jorge, sentado frente al mar, lo puede atestiguar.